Corría el año del señor de 1545,
en la Villa Rica
de la Verdadera Cruz ,
México. Desde tiempos añejos dos grandes señores eran rivales.
El Márquez de Panúco y el conde
del Valle de Orizaba, el motivo ambos creían ser unos maestros en su arte de la
esgrima. Esto traía verdaderos problemas al corregidor Pedrosa, ya que siempre
que se encontraban, el ambiente se agriaba, pues ambos tenían adeptos.
Para mitigar tal agobio, Pedrosa
ideó que cada año en las fiestas de la Patrona , se diera un desafió.
De esta suerte, unos días antes
de las fiestas los pregoneros informaban al pueblo del próximo desafío. Se
convocaba a todo aquel que se sintiera capaz a competir, el ganador se hacía
acreedor a un premio cincuenta monedas de oro.
Llegó el cinco de julio, todo
estaba listo. Se habían inscrito unas cincuenta personas, la mayoría de la
realeza y uno que otro trovador andariego.
El lugar del encuentro, el atrio
de la iglesia que se había adaptado de tal manera, que parecía un anfiteatro.
Ahí estaban los contendientes,
con sus armas relucientes en la mano. El evento se efectuaba por parejas, a fin
de que se diera una verdadera guerra.
Así, se fueron eliminando los
participantes, hasta que finalmente quedaron dos pajeras. Una conformada por
los nobles, el marqués de Panúco y el conde del Valle de Orizaba, y la otra,
por dos trotamundos muy diestros.
El corregido Pedrosa, se percató
que estos podrían terminar de una vez por toda con su dolor de cabeza.
En el centro de la pista se
encontraban los cuatro, listos para el combate, como sus floretes relucientes.
Atacaban, defendían, fintaban, usan su inteligencia para emplear la táctica
adecuada.
En cada movimiento, uno guiaba y
el otro tocaba, hasta que la pareja de trovadores, hace una finta engañando a
los nobles, en un acto de agilidad, el atacante del grupo contrario, los toca y
grita Touché.
Terminada la contienda, los
nobles salieron humillados, los trovadores recibieron su premio. Alegremente,
el dueto, al unísono dijo: ¡Qué gran momento para desaparecer!
Esas palabras, tenían una razón,
los granujas eran bien buscados, por la Curia de Justicia de Oaxaca por los delitos de
ebriedad, mala conducta y relaciones ilícitas, dicho Tribunal los había
condenado a doscientos azotes públicos, cuando iba a ser ejecutada la
sentencia, se dieron a la fuga. En sus andanzas, habían llegado a la Villa Rica de la Verdadera Cruz.
Con la alegría del triunfo y con
la certeza de no ser reconocidos, los dos forasteros, salieron del atrio de la
iglesia. La festividad siguió como estaba planeado, hasta que llego un
regimiento del máximo tribunal que le seguía la pista a los prófugos.
Se buscó por toda la Villa , hasta que finalmente
los encontraron en un mesón tranquilamente bebiendo y con unas mujeres de la
mala vida. Fueron aprendidos inmediatamente y se dispuso que se ejecutara ahí
la sentencia, al fin y al cabo, la
Villa estaba preparada para llevarla a cabo.
Es que así, cada uno los condenados
fueron montados a horcajadas sobre unos asnos, desnudos hasta la cintura, con
un dogal al cuello y una capucha en la cabeza en la que estaba escrito sus
delitos. Fueron conducidos solemnemente por las calles; mientras los ejecutores
les golpeaban la espalda con una correa triple, mientras el escribano llevaba
la cuenta de los latigazos y el pregonero, proclamaba que los castigos a que habían
sido ordenados por la Curia
de Justicia de Oaxaca.
Después de ejecutada la
sentencia, los pobres hombres fueron tirados, en el atrio de la iglesia donde
habían ganado el desafío a los ilustres señores, que en primera fila como
buenos camaradas, se reían de su castigo.
En cuanto a dos caballeros, siguieron
dándole dolores de cabeza al corregidor
Pedrosa.
Lunaoscura
No hay comentarios:
Publicar un comentario