Sentía la palpitación
del amor en cada uno de sus sentidos, aquella fusión plena; simbiosis nocturna que
le invitaba… Se despertó con el frío corroyéndole los pies y una áspera
almohada como placebo de su soledad.
Con una punzada
en el corazón con sabor a melancolía, se levantó. Lavó su rostro para quitar
los últimos trozos de sueño que le cubrían los ojos. Salió, después de un parco
desayuno de leche con penas, empujado por la arrolladora fuerza de la rutina.
Llovía. Llovía
de tal manera que parecía que la lluvia había desteñido los colores de aquella
mañana, llevándoselos por las alcantarillas.
Caminaba ausente,
esquivando paraguas por puro instinto, pensando en que quizás era demasiado
idealista.
Idealista por
no querer jugar a las relaciones de hoy en día, basadas en la cantidad de cuerpos
que las flechas de juguete de un cupido materialista con pañales de vinilo y
alas de silicona, flecha. Tensó sus músculos para esbozar una sonrisa de ironía.
Al doblar una
esquina, tropezó con un hombre, estaba empapado hasta los huesos por la lluvia.
Sus miradas se cruzaron, sus ojos se vieron, pero sus corazones-coraza ni si
quiera se miraron. La agudeza del dolor acre los había cegado.
Lunaoscura