A pocos pasos frente a mí, un hombre de aspecto siniestro y desaliñado me miraba fijamente. Parecía inquieto, como sí se escondiera de alguien. Sigilosamente, se acercó a mí.
- Oye, lo tengo ya todo planeado - dijo con un tono de conspiración.
- Ah, ¿sí? – respondí lacónicamente.
- Sí, pero… -se interrumpió súbitamente, mientras observaba al policía que se encontraba parado en la esquina. Su rostro reflejaba un profundo desprecio, con un ademán, lo señalo y con voz firme y rotunda, indico- Necesito que te encargues de “ese”.
Miré al uniformado y volví la vista a mi interlocutor. Guarde silencio, él hombre me miró por unos pocos segundos, como tratando de tener certeza de que había entendido, para después dar la media vuelta e irse.
Una vez que el hombrecillo desapareció de mi vista, en mi mente, me repetía, siempre has sido un profesional, falta más faltaba menos.
Días después, en mi casillero, encontré una carpeta con una serie de papeles, donde se describía detalladamente el plan para llevar a cabo el homicidio y la fuga.
Mi desconcierto fue mayúsculo, en qué momento me había convertido en cómplice de un homicidio. Trate de tranquilizarme, este asunto no podía afectarme y mucho menos implicarme. No obstante, decidí hacerlo del conocimiento de mi jefe, no fuera ser que este lío me trajera complicaciones.
De manera concisa, narre a mi jefe la situación. Él me escuchaba con atención, pero en su semblante se dibujaba una mueca burlona que me incomodaba. Cuando finalmente termine de hablar, él socarronamente, me dijo.
- ¡Martínez, por Dios no debe preocuparse!
- Lo sé, pero aun así… -refuté.
- Martínez, estamos hablando de enfermos mentales. Los de seguridad los tienes bajo control, además están medicados, esos los tranquiliza. Hombre, no tiene nada de qué preocuparse.
Algo más tranquilo, volví a hacer mis rondas por las salas del psiquiátrico ante las atentas y confidentes miradas del paciente que, cada cierto tiempo, pedía incansable, mi colaboración.
Lunaoscura