Cuando
conoció a Irvin, de inmediato sintió una conexión con él. Hasta ese momento, no
había conocido a un chico que le gustara conversar sobre libros, buena música,
en fin, de cultura general.
Era
perfecto, con lo que Mary había soñado, pero ella no albergaba ninguna
esperanza más que ser su “mejor amiga”, ya que en varias ocasiones Irvin, había
comentado que no creía en el amor.
Así
las cosas, un día decidieron salir un fin de semana a un lago cercano a la ciudad.
Llegando, lo primero que hicieron fue subir a la montaña para ver el paisaje, descubrieron
que no muy lejos de ahí estaba una pequeña isla. La misma a la que horas más
tarde se dirigieron.
A
su arribo, se registraron en el hotel donde pasarían la noche, alquilaron un
cuarto con dos camas, el resto de la tarde-noche, Irvin se puso a leerle los
relatos que había escrito. Ya habían pasado varias horas de lectura, cuando de
repente, él quitó los lentes a Mary y le pidió que cerrara los ojos, ella
accedió, pesando que se trataba de algún juego, pero entonces la beso.
Estaba
desconcertada, pues por increíble que pareciera, era su primer beso, en un acto
reflejo, se abrazaron. Mary, no podía dar crédito de lo que estaba viviendo.
Ese
fin de semana, fue increíble, lleno de descubrimientos, promesas y sueños. Una
vez que regresaron a la ciudad, mantuvieron su relación en secreto, no quería
compartir con nadie su felicidad.
Al
principio todo marchaba bien, seguían siendo grandes amigos y hacían todo
juntos en la universidad. Poco a poco, Mary se fue enamorando, pero no se atraía
a exteriorizar sus sentimientos, debido a las ideas raras que Irvin tenía sobre
el amor, pero sentía que también él estaba enamorado y con eso le bastaba.
Meses
más tarde, Irvin empezó a actuar muy extraño, no hablaba con nadie, se denotaba
taciturno y distante. Cuando estaba con Mary, lo único de lo que hablaba era de
los problemas que tenía con su madre y de su desprecio a las mujeres en
general.
Empezó
a tener pensamientos desorganizados, insomnio, casi no comía y, además, tenía
una tristeza y rabia que nadie podía traspasar; ni siquiera Mary a pesar de todos
sus esfuerzos.
Un
día, sin más, mientras estaban en la casa de Mary, se quedó como en trance por
varios minutos, para luego irse sin más explicaciones. Pasaron varias semanas y
él no la llamó ni la busco, hasta que lo volvió a ver en la universidad, pasando
de largo sin siquiera dirigirle una mirada.
Al
término de ese día de clases, le habló como si nada hubiera sucedido. Se limitó
a decirle que ya no vivía con su madre sino con su padre y su hermano. Al saber
que se había alejado de su madre, sintió que todo volvería a la normalidad,
pues para ella, su madre era la causante de sus problemas emocionales.
Por
un par de meses, parecía que el antiguo Irvin, del que se había enamorado,
había vuelto. Sin embargo, un día volvió a sus anteriores actitudes.
Ahora
las peleas eran con su padre, los improperios contra las mujeres peores y ni
qué decir de sus depresiones e ideas destructivas. Afirmaba que se podía
asesinar personas escribiendo cuentos que las hicieran suicidarse, que las
mujeres les robaban energía a los hombres con tan solo demostrarles cariño, que
soñaba que le salían plumas y le dolía, acusaba a Mary de intentar envenenarlo,
en fin, llego al punto que, depresivo, subió a uno de los edificios de la
universidad y se arrojó al vació. Por suerte no se mató, pero estaba muy mal,
tanto física como mentalmente.
Mary
se aferraba a la idea de que la raíz de todo no se encontrara en Irvin, sino de
un tal Diego, de quien siempre le hablaba. Mary, tenía la férrea intensión de
enfrentar a ese sujeto, tenía que descubrir que “le estaba haciendo a Irvin”, con
su “duelo de ideas”.
Así
que, convenció a Irvin de que le presentara a ese Diego, pero cuando los tres se
encontraron cara a cara, descubrió que su novio estaba más enfermo de lo que había
imaginado. Diego, resultó ser una gran persona con un corazón de oro que jamás
había expresado odio hacia las mujeres. Irvin le había “plagiado” ideas,
conocimientos, gustos musicales e, incluso, recuerdos personales que había
hecho pasar por suyos. Hasta sus ademanes eran los mismos, todos los libros y
la música que había compartido con él, eran de Diego, todo excepto esas ideas
delirantes.
Sobra
decir que Diego, se molestó mucho con él cuando se percató de la verdad y no volvió
a hablarle. Irvin terminó culpando a Mary de “haberle robado a Diego”, pues este
prefirió hablarle a Mary en vez de a él.
En
un momento de lucidez, Irvin le confesó que tenía una grave enfermad mental,
esquizofrenia. En ese momento, Mary no quiso tomarlo en serio, su querido Irvin,
no podía tener esos problemas y, si los tenía podía arreglarse, y ella estaría
siempre a su lado. Pero, no lo pudo soportar más, decidió olvidarlo y afrontar
que lo que le pasaba a Irvin, era demasiado para soportar.
En
cuanto a Irvin, su salud mental empeoró. Mary, de vez en cuando piensa en él,
deseando que un milagro ocurra y regrese el chico del que alguna vez se enamoró,
pero esa posibilidad no existe, a pesar de los esfuerzos de Mary. Solo, le
resta olvidar y esperar que algún día vuelva a encontrar a alguien que la
entienda y la pueda amar.
Lunaoscura