sábado, 25 de marzo de 2017

Una hermosa rubia

Primitivo, vivía solo, pero desde un tiempo tenía la sensación de ser observado, lo atribuía a su estresada vida. En algunas ocasiones con el rabillo del ojo veía una sobra pasar, cuando volteaba no había nada.


Esta situación le incomodaba, sentirse observado en su propia casa, era el colmo, pero esta sensación era más intensa en el lugar más íntimo de su hogar, donde su humanidad descansaba indefensa, su recamara. Así que decidió hacer una pesquisa, reviso cada rincón, armario que había, inspecciono hasta debajo de la cama. Nada

Así pasaban los días, la incomodidad se diluía entre la rutina y las prisas, otras veces, regresaba.

Una noche, la temperatura bajo bastante, Primitivo se despertó con un estremecimiento por el frío que sentía, pero como hombre practico que era, siempre a los pies de la cama tenía una manta. Se incorporó de su lecho, extendiendo sus brazos para jalar la manta, cuando observo entre los pliegues de ésta, unas pequeñísimas luces brillantes lo observaban fijamente. De un salto, salió de la cama y prendió la luz.

Estiro la manta y armado con un zapato busco desesperadamente al invasor. Se había escapado, busco afanoso, pero sin éxito, con temor decidió que a la mañana siguiente y con la ayuda del sol no dejaría de buscar.

En efecto, al día siguiente, el aspecto del departamento daba la impresión de que un tornado lo había atacado. Primitivo, armando como todo buen soldado en terreno enemigo, llevaba una escoba y mortales insecticidas. De repente, vio correr al monstruo, pudo apreciarlo en su integridad. Era esbelta con líneas bien definidas, su cabellera rubia, relucía con los rayos del sol que entraban por la venta.

Había corrido a un rincón oscuro, Primitivo avanzaba como un tanque de guerra, aplastaba lo que se encontraba a su paso, su miraba reflejaba la determinación asesina de un tigre en caza.

Quito una bolsa que protegía al bicho. Ahí estaba enfrentándolo retadora, dispuesta a pelear hasta su último aliento. Ambos enemigos se observaron, midiendo los próximos movimientos. Primitivo, soltó un escobazo y presiono el arma sobre el piso, después de unos segundos, levanto el arma, la sacudió buscando el cuerpo inerte de la invasora. No había señal de él, de reojo vio correr una sobra detrás de unos libros esparcidos en el piso, de un salto le tapo el paso y empuño los recipientes de insecticida, una nube del mortal veneno invadió la habitación. Tanto Primitivo como el arácnido se tambalearon.  El hombre, sabía que no había forma que ese bicho se salvara, dejó la habitación.  Se dirigió al ventanal de la sala y la abrió para llenar sus pulmones de oxígeno.

De vuelta a su recamara, el cuerpo del invasor convulsiona agónicamente, él procedió a poner orden en la habitación, cuando escuchó una voz que, decía.

-       Mi nombre es Laura, nunca fue mi intensión hacerte daño. Estoy aquí porque así me lo ordeno la gran abuela, para invitarte a ver la vida desde una perspectiva elevada y ver a los ciclos que has pasado con análisis positivo.

El rostro de Primitivo era de desconcierto, estaba pasmado sin poder razonar nada, solo podía ver como se le escapaba la vida a Laura, una hermosa rubia que compartió sus últimas noches con él.


Lunaoscura

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