Los
paupérrimos árboles que se levantan para volver venoso el cielo nocturno, bajo
la ambarina vigilancia de los faroles. Y esa oscuridad que se empeña en contradecir
mi reclamo, invade inmisericorde mi intimidad, mi vació, mi plenitud de no ser.
Solo un gato que acompaña al silencio, se
atreve a negarme la soledad. Nos miramos, sin detener el andar suave y sarcástico.
Las dos almas hoscas, volvemos a nuestro trascendental silencio. Al placer de ser y no ser. Hay algo mágico
que se esconde en la oscuridad del silencio.
Lunaoscura
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