Ahí se encontraba ella, como
había acordado con él, en el Caribe, en la isla La Española , hacia tanto
tiempo de ese acuerdo que, parecía hecho en la otra vida. Por fin podrían estar
juntos, después de tantos inconvenientes.
Esa mujer, desparpajada en la
playa, recostada sobre la hamaca con su sombrero al lado, divisaba el
horizonte, no era la misma que años atrás hizo el pacto que, tenía grabado en
su corazón. Hoy era el día que había que cumplirse.
Hundida, en sus sentimientos de
alegría y angustia, le sobresalto, una duda. ¿Él, tendría presente el acuerdo o
se habría olvidado, después de tantos años?
Trato de anular esa zozobra.
El tiempo transcurría, una sombra
empezó a empañar su anhelo, él no llegaba.
No falta mucho para que el sol se
ocultara, sobre sus mejillas se deslizaron dos lágrimas de desilusión y
nostalgia. La promesa, parecía que nunca se cumpliría.
Con ánimo abatido, se levanto
lentamente de la hamaca, nunca había sentido tanta tristeza, su mente empezó a
jugar con sus sentimientos. Era verdaderamente, una ilusa, ¿cómo podía creer
que, alguien que nunca la conoció realmente, pudiera estar haciendo una promesa
de esa naturaleza? Sólo a ella.
Lentamente, se alejó de la playa
con un deseo profundo de que, no fuera cierto lo que estaba pasando. De ves en
ves, volteaba hacia las palmeras con el deseo de que él llegara.
Sus lágrimas no se detenían,
el corazón le palpitaba muy rápido, sentía deseos de desaparecer.
Poco a poco, ella fue invadida
por un sentimiento de rabia, al sentirse burlada. No sabía, si llorar, por ser
una estúpida romántica o porque para él, la promesa y lo dicho fue sólo un
pasatiempo intrascendente.
Estaba a punto de llegar a la
entrada del hotel, en donde esa mañana se había hospedado, volteo por última vez,
hacia el lugar de la cita, para comprobar que, él no estaba.
En ese instante, un hombre a lo
lejos hacia señales con los brazos en alto, gritando algo incomprensible. Ella
se detuvo, sintiendo que la sangre se le paralizaba y el corazón quería salirse
de su pecho, de esperanza o susto, eso no lo sabía.
Inmóvil, veía que el hombre se
aproximaba.
Cuando estuvo a unos cuantos
pasos, ansiosa esperaba ser reconocida o reconocerlo. Kubilay se estuvo, sus
ojos se encontraron, sin mediar palabras ambos se reconocieron. Se dieron
un abrazo que, había tardado toda una
vida.
Ambos tomados de la mano, se
dispusieron a hacer realidad, el pacto hecho en otra vida.
Lunaoscura
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