jueves, 29 de enero de 2015

Amor truncado

Sonó el timbre, Arabela abrió la puerta. En el lumbral estaba un hombre parado con una sonrisa de oreja a oreja. Algo sorprendida, le pregunto





-     ¿A quién buscaba?

- La respuesta- ¡No sabes quién soy!

Aguzó la vista, sus facciones no le eran desconocidas, hasta que se fijo en sus ojos. Eran inconfundibles. Sintió un sobresalto en su corazón, su cuerpo se estremeció. Igual que muchos años atrás.

-         ¿Jorge?
-         ¡Sí! – Se precipito sobre ella, abrazándola.

Ella, no hizo absolutamente nada, estaba sorprendida. Una vez que se recupero, le pregunto:

-         ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo estás?

El, la soltó, con una sonrisa le respondió:

-         Fácil,  fui a la casa de tus padres. Tu papá, me dio tu dirección.
-         ¿Cómo? ¡mi padre! No puede ser.

Ambos, rieron al recordar, las rabietas que el padre de Arabela hacía, cuando Jorge cínicamente se presentaba buscándola.

-         Es que tu padre, ya me quiere.
-         ¡Claro, eso debe ser!

Arabela, se da cuenta que lo tiene en la puerta y decide invitarlo a pasar. En la sala, se encontraban sus hijos y procede a presentarlos. Después de las formalidades, los chicos se retiran.

-        ¿Quieres un café o refresco?
-         No, gracias. Vengo de prisa.
-        ¡Qué bien, después de todos estos años, vienes de visita de doctor!
-        No, como crees, sólo que tengo que ir a ver a mi hermana, tenemos que ver un asunto pendiente. Sabes, llegué ayer, lo primero que hice fue ir a la casa de tus padres, suponía que ya no vivías ahí pero ellos sí.
-        Tiene varios años que no vivo con ellos.
-    Bueno, al grano. Te vengo a invitar a mi cumpleaños que, es mañana.
-       ¡Mañana!
-    Sí, resulta que no quiero festejar solo y que mejor que festejarlo contigo. Claro, si no tienes problemas.
-       No, no hay problema. Pero dime en dónde lo vas a festejar. Con tu hermana y su familia.
-         Si
-         Crees que no se moleste, porque vaya.
-         No, por qué lo haría.
-         Pues, por lo que paso.
-         Ah! Todavía te acuerdas.

La cara de Arabela, enrojeció.

-    Creo que no es momento de hablar de eso, además ya pasaron ¿cuántos años?
-        Treinta años, Arabela.
-         Que barbaridad, toda una vida.
-         Sí, toda una vida y veme aquí.

El corazón de Arabela, dio un salto y trago saliva.

-         ¿Será en la casa de tu hermana? ¿A qué hora?
-         No, lo festejaremos en un restaurante. Tú lo conoces.
-         ¡Lo conozco! ¿Cuál?
-         Donde, nos vimos la última vez.

Arabela, empezaba a sentirse mal, en su fuero interno dudaba en ir. Jorge se dio cuenta, para tranquilizarla, dijo:

-     No, te preocupes, lo pasado, pasado por algo no resultaron los planes.
-         Es cierto, además éramos unos jovencitos. ¿Te imaginas que futuro nos esperaba?
-    Sí, tienes razón. Sabes que dos años después de que me terminaste, me robe a la secretaría de mi papá.
-          ¡Cómo crees! ¿Qué dijeron tus padres?
-         Me dijeron de todo pero ya era demasiado tarde.
-         ¿Por qué?
-         Estaba embarazada. Hoy mi hija ya es toda una mujer.
-         Ya, lo creo. ¿Cuántos hijos tienes?
-         Sólo ella.
-         A qué bien. ¿Viniste con tu esposa?
-         No, estamos divorciados.
-         Qué mal, lo siento.
-         Y tú, ¿éstas, casada?
-          No, también me divorcie.

Jorge, ve su reloj, se hace tarde para su compromiso. Se disculpa con Arabela.

-      Ya es tarde, me tengo que ir, mañana paso por ti. ¿Dime a que hora?
-      No sé, dime tú. Yo regreso de trabajar como a las cuatro de la tarde.
-         Está bien, pasó a las seis, te parece… Si quieres, puedes llevar a tus hijos.
-         Bien a las seis, mañana. No sé, deja les comento, ya sabes, a esa edad hay que preguntarles.

Arabela, acompaña a Jorge a la puerta y se despiden. Inmediatamente, su hija baja de su recámara y le pregunta.

-         ¿Quién es él, mamá?
-         Él fue mi novio hace treinta años.
-         Para qué te busca ahora.
-         Mañana es su cumpleaños y quiere que lo acompañe.
-         Mmmmm
-         No empieces, qué va a querer después de tantos años.
-         ¡Ay, ma!
-         Además, también ustedes están invitados.
-         ¡Aja! Yo no voy, no se, si mi hermano vaya, ya sabes lo celoso que es.

De la parte de arriba, se oye una voz que dice.

-         Yo no voy.
-         Qué educados, oyendo las conversaciones ajenas.

El resto del día, los recuerdos se hicieron presentes. Arabela, tenía sentimientos encontrados. Por un lado, era agradable volver a ver a Jorge, su primer novio y por otro lado, sentía remordimiento. Prácticamente lo dejo plantado. Si, bien los padres de él, estaban de acuerdo que se juntaran que, iban hacer unos chicos de dieciséis años.

Al día siguiente, a las seis de la tarde, el timbre sonó. Arabela ya estaba arreglada. Era Jorge, tal vez por la remembranza, lo vio tan guapo como cuando eran novios.

Durante, el trayecto recordaron amigos e historias de antaño. Llegaron al restaurante. No había nadie, supuso Arabela que llegarían más tarde.

El mesero les presento la carta, para su sorpresa, Jorge empezó a pedir.
-         ¿No, vamos a esperar a los demás?
-         No, van a venir.
-         ¿Cómo, no van a venir? Tú me dijiste…
-         Preferí, festejar mi cumpleaños, sólo contigo.

Sin saber que decir, Arabela leyó la carta, pero dentro de ella, sentía una alegría extraña. Una vez que el mesero, tomo las ordenes. Empezaron a platicar de sus vidas, Arabela lo escuchaba con atención, seguía siendo el chico dulce y divertido pero... sus gustos, anhelos y prioridades eran diametralmente opuestos.

Arabela, se dio cuenta que ninguno de los dos, eran los adolescentes que una vez soñaron vivir juntos. Y tal vez, esas diferencias existían desde entonces. Al parecer, a Jorge le paso lo mismo. Una vez que terminaron de comer y brindar. Jorge le agradeció que estuviera ahí, festejando sus cincuenta años.

Más tarde, la llevó a su casa, durante el trayecto ambos estaban en silencio. Una vez, en la puerta de la casa de Arabela, Jorge le dio un beso y ambos se dijeron Adiós.

Nunca más, se volvieron a llamar y mucho menos ver. Su amor, se había truncado hacia treinta años.


Lunaoscura 

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