Era una noche de verano, la canícula estaba insoportable. Ana yacía dormida sobre su cama. Su dormir era inquieto, quién puede descansar en el infierno. Desconcertada, se incorpora del lecho, tenía una sensación inquietante que le recorría el cuerpo.
La habitación, estaba iluminada
con la luz espectrante de la luna llena que se filtraba por la venta. Recorrió
con la vista la recámara, toda parecía en orden, cuando sus pupilas se
detuvieron en el espejo de su cómoda, observo una figura vaporosa y amorfa que
se refleja.
Se sobresalto y se restregó los
ojos, el fantasma seguía ahí, un escalofrío le recorrió el cuerpo, la figura se
hizo más clara, era el dorso de hombre.
En ese instante, un calor se metió
bajo su piel en la venas, proporcionándole una satisfacción que envolvía su cuerpo,
una electricidad que le recorría los pies hasta infestarla.
Entre figuras delirantes que
danzaba a su alrededor, oía sus jadeos entrecortados, por más intentos que hacía
por recuperar la cordura, no podía su cuerpo parecía estar sujeto a la cama.
Vio a través del espejo, como su
camisón se subía, mientras ese cuerpo sutil se introducía en su intimidad. Por
más que se esforzaba por levantarse y despejar su mente, su cuerpo se
balanceaba suavemente, siguiendo el ritmo de las firmes acometidas de su amante
fantasmagórico.
Poco a poco se fue calmando y fue
saboreando un placer jamás experimentado, haciéndola gozar de fuerte y
violentos orgasmos antes de que todo terminara.
Después del último orgasmo, quedo
tan exhausta que no tuvo ni ganas de gritar cuando ese aliento helado inundo la
habitación. Sólo giro su cuerpo, durmiéndose enseguida.
A la mañana siguiente, no sabía, si había sido real o simplemente se trato de
una fantasía onírica.
Todo el día un sentimiento de zozobra
le acompaño. Cuando de nuevo llegó la noche, se encerró en su cuarto a piedra y
lodo, se mantuvo despierta sobre su cama. Temblaba cual vil hoja, las horas
pasaban sin ningún sobresalto.
En algún momento, se quedo
dormida, pues se despertó al sentir ese aire frío que se acercaba a su cama. Se
tapo con la sabana a toda prisa, no sirvió de nada, sentía como miles de manos hábiles
acariciaban su cuerpo por encima de su ropa y pellizcaban sus sensibles y erectos
pezones.
Mientras una voz le susurraba al
oído ¿si quería volver a disfrutar? Ella con voz débil, dijo no.
Las maliciosas caricias se
hicieron más intensas y excitantes, dedicado especial atención a sus pezones y
a su cálida entrepierna, cada vez más húmeda e incitada. Poco a poco su
resistencia cedió.
Nuevamente, la voz le pregunto
¿si quería más placer?, ahora la respuesta fue sí.
Ella misma, se despojo de la ropa
y se entrego completamente al placer, más de una ocasión tuvo que taparse la
boca para no dejar escapar los gritos de gozo.
En varios momentos, sentía como
unas manos fuertes la acariciaban sus jadeantes senos, ella mordía la almohada
cuando en medio de un orgasmo brutal le retorcía ambos pezones. No supo cuantos
más tuvo después de ése, pero de algo estaba segura, fue la noche más salvaje
que hubiera vivido.
A día siguiente, se prometió que
repetiría con su amante etéreo, todas las veces que pudiera.
Lunaoscura
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