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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Amante etéreo

Era una noche de verano, la canícula estaba insoportable. Ana yacía dormida sobre su cama. Su dormir era inquieto, quién puede descansar en el infierno. Desconcertada, se incorpora del lecho, tenía una sensación inquietante que le recorría el cuerpo.

La habitación, estaba iluminada con la luz espectrante de la luna llena que se filtraba por la venta. Recorrió con la vista la recámara, toda parecía en orden, cuando sus pupilas se detuvieron en el espejo de su cómoda, observo una figura vaporosa y amorfa que se refleja.


Se sobresalto y se restregó los ojos, el fantasma seguía ahí, un escalofrío le recorrió el cuerpo, la figura se hizo más clara, era el dorso de hombre.

En ese instante, un calor se metió bajo su piel en la venas, proporcionándole una satisfacción que envolvía su cuerpo, una electricidad que le recorría los pies hasta infestarla.

Entre figuras delirantes que danzaba a su alrededor, oía sus jadeos entrecortados, por más intentos que hacía por recuperar la cordura, no podía su cuerpo parecía estar sujeto a la cama.

Vio a través del espejo, como su camisón se subía, mientras ese cuerpo sutil se introducía en su intimidad. Por más que se esforzaba por levantarse y despejar su mente, su cuerpo se balanceaba suavemente, siguiendo el ritmo de las firmes acometidas de su amante fantasmagórico.

Poco a poco se fue calmando y fue saboreando un placer jamás experimentado, haciéndola gozar de fuerte y violentos orgasmos antes de que todo terminara.

Después del último orgasmo, quedo tan exhausta que no tuvo ni ganas de gritar cuando ese aliento helado inundo la habitación. Sólo giro su cuerpo, durmiéndose enseguida.

A la mañana siguiente, no sabía,  si había sido real o simplemente se trato de una fantasía onírica.

Todo el día un sentimiento de zozobra le acompaño. Cuando de nuevo llegó la noche, se encerró en su cuarto a piedra y lodo, se mantuvo despierta sobre su cama. Temblaba cual vil hoja, las horas pasaban sin ningún sobresalto.

En algún momento, se quedo dormida, pues se despertó al sentir ese aire frío que se acercaba a su cama. Se tapo con la sabana a toda prisa, no sirvió de nada, sentía como miles de manos hábiles acariciaban su cuerpo por encima de su ropa y pellizcaban sus sensibles y erectos pezones.

Mientras una voz le susurraba al oído ¿si quería volver a disfrutar? Ella con voz débil, dijo no.

Las maliciosas caricias se hicieron más intensas y excitantes, dedicado especial atención a sus pezones y a su cálida entrepierna, cada vez más húmeda e incitada. Poco a poco su resistencia cedió.

Nuevamente, la voz le pregunto ¿si quería más placer?, ahora la respuesta fue sí.

Ella misma, se despojo de la ropa y se entrego completamente al placer, más de una ocasión tuvo que taparse la boca para no dejar escapar los gritos de gozo.

En varios momentos, sentía como unas manos fuertes la acariciaban sus jadeantes senos, ella mordía la almohada cuando en medio de un orgasmo brutal le retorcía ambos pezones. No supo cuantos más tuvo después de ése, pero de algo estaba segura, fue la noche más salvaje que hubiera vivido.

A día siguiente, se prometió que repetiría con su amante etéreo, todas las veces que pudiera.


Lunaoscura

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