Deambulando entre las calles oscuras,
mi mente trajo esos días que mi soledad fue sorprendida con un amor fugaz e
inesperado.
Estaba consciente que solo había sido
una fantasía, porque nos habíamos conocido a destiempo, pero no puedo negar que
dejó en mí una huella imborrable.
Había pasado tiempo, y no deseaba buscarlo
o querer saber algo de su vida, pero la vida, no tenía los mismos planes.
Una tarde, recorriendo esos lugares
que alguna vez me ilusionaron, y deseando encontrar bajo su cielo las musas
perdidas en estos años estériles. Necesitaba descansar, después de una larga
caminata, por eso entre en un pequeño restaurante.
Me ubique en una mesa lejos del
bullicio de los comensales, buscaba la privacidad de pasar inadvertida. Después
de algunos fallidos intentos para pedirle el menú al empleado, alguien se
apiadó de mí y vino en mi salvación.
Al levantar la mirada para ver quién
era el buen samaritano, mi corazón dio un tumbo en mi pecho. Esto no era una
simple casualidad, esto era obra del destino que volvía a unir a las almas
gemelas.
Su mirada se iluminó al verme y, yo no
pude reprimir mis sentimientos que, rápidamente trajeron a mi mente el recuerdo
de ese último encuentro. Aquellas sensaciones volvían a recorrerme, nunca pude
olvidar el sabor de sus besos, ni el calor de su cuerpo.
Obvio, nosotros ya no éramos los
mismos, pero estaba segura de que seguíamos unidos por esa poderosa energía que
alguna vez nos unió.
Sin pensarlo, me levante para abrazarlo.
-
¡Es el abrazo más deseado en todos
estos años! - dijo a mi oído apretándome fuerte contra su pecho. - Te he echado
mucho de menos.
Me contuve para no besarlo. Seguía
igual como yo lo recordaba, con ese aire misterioso y sereno que siempre me
atrajo.
Se sentó junto a mí, ordenó vino para
acompañarme. Yo estaba nerviosa y lo
percibió.
Me invito a beber de su copa, mientras
su mano buscó mi rostro, sus dedos se fueron deslizando suavemente por mi
cuello buscando tranquilizarme, pero solo logró que recordar sus caricias en la
intimidad.
Mientras hablábamos como si hubiese sido
ayer la última vez que nos vimos, me di cuenta de que este tiempo alejados no
hicieron desaparecer la pasión entre nosotros. Lo deseaba mucho, quería salir urgentemente
del lugar y quitarme esas ganas de él.
-
¡Hace mucho calor aquí! – dije- Necesito
aire fresco.
-
Está lloviendo... ¿quieres ir a mi
casa?
Nuestras miradas se entendían, sabía
lo que deseaba. Mi pasión por ese hombre
era más fuerte que los compromisos que tenía. Me dejé llevar por mis instintos.
Salimos del lugar, buscando ese
refugio para amarnos. Me sentía feliz... muy feliz, como hacía mucho tiempo no
lo era...
La noche fría y borrascosa hizo su
magia, caminamos por esas calles solitarias bajo la lluvia helada. En cada
oscuro rincón que encontrábamos, nos deteníamos para besarnos y tocarnos. Cada
beso, hacía que una oleada de escalofríos invadiera mi cuerpo y mi alma.
-
¡Llegamos! -dijo- abriendo la puerta e
invitándome a pasar.
Entramos a una sala de estar. Me quité
el abrigo húmedo, el frío comenzaba a calarme los huesos y necesitaba calor.
-
Quítate todo. Quiero verte desnuda y
ven conmigo aquí.
Puso unas mantas sobre el piso de
madera y comenzó a sacarse la ropa. Camine desnuda hacia él buscando el abrigo
de sus brazos. Lo besé, eran los besos más deseados y apasionados que hacía
tiempo no daba.
Colocó sus manos en mi cintura, me atrajo
hacía su cuerpo, envolviéndome en su calor. Sentí su virilidad contra mi pubis frotándose
con firmeza y suavidad, ahora éramos una sola piel bailando en la lubricidad.
Estaba sedienta de su amor, me dejé
amar. Me amo de punta a punta, cubriendo mi cuerpo con besos, sin dejar nada
por explorar... Tomé las riendas y cabalgué sobre mi amado, mirándome en sus
ojos embelesados ante los vaivenes de mi cuerpo. Se aceleraba, hasta que una
ráfaga ardiente se esparció por mi vientre, haciéndome estallar de placer y quedar
tendida sobre su cuerpo.
Mientras mi corazón recobraba la
calma, lentamente me recosté bocaabajo y él comenzó a besar mi espalda, sabía
muy bien que me encantaba. Seguimos probando todas las delicias amatorias que
añorábamos como si fuese la última escena de amor.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, entre
mis deseos y los suyos, solo sé que estuve hasta que terminé exhausta y dormida
entre sus brazos, agradecida por volver a encontrarlo, tal vez, por última vez.
Lunaoscura
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