En medio de la algarabía por la
celebración del fin de año, Andrea se sentía melancólica y taciturna, tal era
su sensación que, decidió abandonar el lugar para caminar por las calles del
centro de la ciudad. Sus pasos la llevaron a un viejo café de la calle de
Tacuba, se arrinconó en la más apartada de las mesas de la terraza. Mientras
esperaba que tomaran su orden, su mirada se perdió entre los pasos presurosos
de los peatones que transitaban por la calle. Automáticamente, busco en su
bolsa, la cajetilla de cigarros; cuando de pronto, cayó a sus pies un pequeño
reloj de arena color azul. Se inclinó a recogerlo y por un largo rato lo
observo con mirada anegada, ahí supo el motivo de su melancolía. Ese día, hacía
tres años que Elvira, su amiga y mentora había partido, dejando inconclusos
miles de planes que habían hecho… Pensó, que irónica es la vida y cuan profundo
había calado Elvira en su alma, ese viejo café, era el lugar donde se reunían para
hacer planes y ahora, simplemente era el recuerdo de su amistad incondicional,
y ese pequeño reloj de arena azul, obsequiado en una mañana de primavera,
sintetizaba su historia.
Lunaoscura
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