Comenzaba el otoño, una estación muy especial, es la parte lindante entre la luz y la sombra, una estación melancólica de color ocre que tapiza el suelo con hojas marchitas, de vientos fríos y nubes borrascosas. Algunas personas, no les gusta y solamente quieren emigrar como las aves, hacia lugares cálidos y playas doradas donde poder caminar descalzos, contemplando el atardecer y dormir arrulladas por las olas. A mí me gusta, creo que va con mi personalidad... Esos eran mis ensimismamientos, cuando el sonido del teléfono, me devolvió a la realidad.
¡Esta sería, una
larga tarde de oficina! Le pedí a mi secretaria, me trajera un café, le comente
que cuando terminara podía irse. Yo iba a quedarme unas horas más, cerré la
puerta de mi despacho y me enfrascarse en el trabajo.
Pasaron los
minutos, el cansancio comenzó a pesar en mis ojos, de pronto apareció en el
monitor del ordenador, un mensaje instantáneo…
“¿Estás ahí, cariño?”
Al ver el nombre,
me sentí perturbada. Hacía mucho que no coincidíamos.
Lo conocí un día
por casualidad, cuando buscaba a un contacto, me llamo la atención su blog, eche un vistazo, lo que vi me
pareció realmente bonito, tanto que me quede leyendo, disfrutando de sus
escritos, intentando descubrir el alma de su autor. Fue tanta mi curiosidad, yo
no era de hablar con extraños por Internet, pero me decidí a escribirle
tímidamente un:
“Hola… muy bonito
tu blog”
Me preguntaba...
¿Quién estaría del otro lado?... ¿Sería acaso un aburrido hombre solitario
sentado frente a su computadora escribiendo sus más ardientes fantasías,
mientras esperaba que empezará su programa favorito en la TV o las noticias...? ¿Cómo
sería ese hombre?
Para mi suerte, a
él le pareció interesante mi timidez y acepto conversar conmigo.
No todos lograban
llegar a él o al menos conocerlo más allá de la forma sensual de sus escritos.
Yo había logrado llamar su atención.
Así pasaron los
días, nuevamente nos encontramos, esta vez la charla se extendió, aquellos dos
extraños dejaron de serlo, cada palabra escrita parecía ser el reflejo del
otro.
Él comentó, en una
ocasión, “tengo la sensación de que te conozco de siempre”, yo sentía lo mismo.
¿Podía ser que dos
personas, que nunca se habían visto, se sintieran atraídas?
Percibía como
emergía una sensación, que a mí me parecía abrumadora, el deseo. Como era
posible, que estuviera hilando mis emociones a las de un hombre virtual, del
que no conocía ni su rostro, pero que despertaba mis más íntimos deseos, tan solo
con sus palabras escritas.
La casualidad, hizo
que las cosas pasarán, nos volvimos a encontrar. Estaba vez, la pantalla dio
vida a los rostros imaginados, las palabras ya no fueron las mismas, la webcam nos mostró que detrás de cada
letra había una mujer y un hombre.
Ese fue el comienzo
de horas y horas de charlas, de mensaje electrónico diarios, de intercambio de
fotos que hacían volar la imaginación. Cada vez que nos veíamos, soñábamos con
ese día en que ya no existiera esa barrera de la distancia.
El solo saber, que
estaba ahí conectado y ver su nombre, me producía un intenso anhelo, que como
descarga eléctrica invadía mi cuerpo, aceleraba mis pulsaciones… Él lo llamaba
energía sexual, que nos conecta sin siquiera tocarnos, aunque el océano y las
horas nos separaran físicamente, entendíamos que el deseo estaba ahí, diciéndonos.
¡Búscame!
Lunaoscura
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