lunes, 30 de marzo de 2015

Se acercó lentamente

En medio de la noche oscura, húmeda y fría sus pasos retumbaban como único sonido en la calle solitaria, sabía que era él no tenía la menor duda.

Los latidos de mi corazón, los escuchaba en los oídos, las sienes parecían explotar y un sudor frío recorría el cuerpo.


Con el fin de desaparecer lo que estaba pasando, como niña asustada se cubría la cabeza con las sábanas.

Los pasos se escuchaban cada vez más cercanos, cerraba los ojos con la esperanza de que fuera una pesadilla, de momento, ya no se escuchó nada, se quedó inmóvil y agudizando el oído, solamente se oía un ladrido lejano, se descubrió la cabeza y se incorporó.

En definitiva, no se escuchaba nada, una sensación de esperanza la invadió, lentamente se levantó, dirigiendo sus pasos a la ventana, tras las cortinas diviso la calle estaba desierta. Observó de un lado a otro, nada todo era silencio, se relajó y suspiró con alivio. Se dijo que todo era producto de su imaginación.

Estaba dispuesta a regresar a la cama, cuando entre los árboles distinguió una sombra, quedo petrificada con el aliento cortado. No tenía certeza, de que él la había visto, pero se separó de los árboles, colocándose exactamente debajo de su ventana. La luz del farol iluminó parcialmente. ¡Era él!

Quedo clavada al piso, quiso gritar pero de su garganta no salía ni un sonido. Él se abalanzó directo a la puerta, de un salto se dirigió al buró y saco el revólver.

Las manos le temblaban, en ese momento escucho, como la llave trataba de abrir la puerta, no sabía qué hacer, si debía bajar y enfrentarlo o escapar por la ventana. Sus pensamientos fueron interrumpidos por un golpe fuerte seguido de unos pasos apresurados que subían por las escaleras.

Estaba aterrada, seguía sosteniendo la pistola, pero no tenía la certeza de saber qué hacer. De golpe se abrió la puerta, él estaba en el marco de la puerta con la cara descompuesta y apretando los puños, su mirada reflejaba todo el odio que alguien puede sentir.

Con paso firme entro dirigiéndose a ella. Con mano temblorosa, levanto la pistola, diciendo:

-         Aléjate, no me obligues a disparar.

Él no se inmutó, al contrario se burló.

-         ¡Tú, no me hagas reí!

En ese momento, la invadió toda la amargura y coraje contenido por años.

-         ¡Ya no más! -grito.

Él sorprendido, se detuvo por unos segundos, pero siguió acercándose hasta que su puño chocó con la cara de ella, seguido de una lluvia de golpes que cubrieron su cuerpo.

Ensangrentada en el piso, se arrastró hasta donde había caído la pistola, la tomo. Él se dio cuenta, me empezó a gritar.

-         ¡Añádale dispara!

-         ¡Eres una cobarde!

-         ¡Yo te voy a enseñar que, a un hombre no se le amenaza!

-         ¡A mí me respetas, por eso soy tu esposo!

Sin pensar en nada, ella apretó el gatillo, dándole directo en el corazón. Él con ojos de asombro y se desplomó.


Lunaoscura

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