Unos, le llaman filósofo, otros, le dicen loco. Es un hombre pequeño y menudo, de facciones finas y tez morena, cuando lo observo de lejos, me recuerda a los franciscanos por su peculiar calva, de trato cálido y sociable. Siempre va vestido con su añejo traje negro de dos piezas y una camisa que rememora el color blanco. Sus zapatos, tienen hambre, él les cierra sus fauces con dos cordeles.
Deambula por la calle, con un
pedazo de papel en las manos y una pluma, vaya a saber usted, si la pluma
pinta. Entre delirios de Santo Tomás y Espinosa, se acerca a las personas
solicitando unas monedas para un café y si le dan oportunidad, entabla un
monólogo sobre filosofía.
Las personas, se divierten de sus
delirios, mientras ellas exhiben su ignorancia. No falta, quien se siente
agredido por su presencia y con gritos y amenazas lo rechaza.
Es una figura tan conocida en el
parque que, ya es parte del paisaje.
Es un pobre errante que vive
atrapado en el pasado, con presente antagónico, donde la igualdad y el respeto
de los derechos humanos, conviven con el valor utilitario de la persona, todo
tiene un precio, hasta la dignidad y la conciencia. Su futuro es incierto, que
pasará con Filósofo, solo el tiempo nos dirá.
Por supuesto, él es un
desadaptado, un perturbando mental, o tal vez, un pobre diablo, como hay muchos
que hay por ahí. Sobrevive o sobrelleva, una sociedad de mediocridad, de auto
satisfacción y optimismo superfluo.
Algo que comparte con su congénere,
es la psicomatización de frustraciones. Un despliegue de creativas
manifestaciones bizarras, enmascaradas de manías, socialmente aceptadas que, de
fondo tienen, el miedo a la no aceptación de sus iguales o el delirio de una superioridad
de estirpe o clase, cuando son parte de la misma podredumbre.
Tal vez, Filósofo con su demencia,
sea el más cuerdo de los personajes que habitan en el parque, aun con su
presencia desalineada de un demente.
Lunaoscura
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