Estoy escribiendo este relato sentada
en la fría banca del parque. Son las ocho de la mañana y delante de mí hay una
veintena de personas, a mi espalda cada vez son más los que se unen para ir al
“matadero”.
Trabajé durante treinta y ocho años en
una multinacional. Estaba al tanto de los beneficios que generaban, pero,
aunque amasaban cada año más dinero, hicieron un recorte y me tocó recoger mis
cosas e irme a la calle.
Con el despido se acabó el trabajo y
el compañerismo. Esos con los que compartías desayunos y conversaciones a
diario, en cuestión de minutos, son desconocidos.
Llevo un par de meses buscando
trabajo, ahora no es como antes que recorrías las empresas con currículo vite en
mano y llamando puerta por puerta bien temprano, para dar imagen de persona
trabajadora. Ahora se hace por internet, te apuntas a ofertas de empleo
abusivas que suman más de mil solicitantes dispuestos a trabajar diez horas por
una remuneración mísera.
Por otra parte, tengo un serio
problema, soy una persona optimista. El mundo no está hecho para nosotros los
“alegres”, todo es negativo, pero yo veo las cosas desde un prisma de colores
el cual no me deja ver por donde ando y siempre acabo estrellando mi cara con
la cruda y pésima realidad.
No tengo un centavo, voy a comer con mi
familia porque tengo que elegir entre hacer las compras o pagar el transporte para
ir a las entrevistas de trabajo, que están en la otra punta de la ciudad y que
nunca me llaman para darme respuesta.
Es diciembre, y me parece a mí que la
única “Navidad” que va a pasar por casa este año serán un par de tequilas con
limón que me pienso beber a mi salud.
No quiero hacer el mal, solo trabajar,
pero últimamente me ronda la idea de delinquir, ya sabes, robar en el
supermercado, colarme en el transporte público y esas cosillas.
Mucha gente me amonesta y me dice.
- Has de ser honrada y trabajadora. Pero
los honrados siempre son pobres y para ser trabajadora necesito un empleo.
Dada las reprimendas, decidí ser
honrada, a ver qué pasaba y donde me llevaba el destino. Pues bien, el destino ha
traído hasta mi puerta al hombre del gas, al de la luz y al presidente de condóminos
con el maldito talonario.
Me gustaría que todos ellos, fueran
tan optimistas como yo, así podría entregarles, unos pagarés hechos a mano
sobre unos posts amarillo y que confíen en que algún día se lo pagaré, pero ya les
he dicho antes, vivimos en un mundo de pesimistas, o sea, que, o me hago la
muerta en casa sin hacer ruido para que crean que no estoy, o cojo mis
desgracias, mi mala suerte y las meto en las maletas de mi desesperación.
Lunaoscura
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