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sábado, 20 de mayo de 2017

Magia banal

Estoy escribiendo este relato sentada en la fría banca del parque. Son las ocho de la mañana y delante de mí hay una veintena de personas, a mi espalda cada vez son más los que se unen para ir al “matadero”.

Trabajé durante treinta y ocho años en una multinacional. Estaba al tanto de los beneficios que generaban, pero, aunque amasaban cada año más dinero, hicieron un recorte y me tocó recoger mis cosas e irme a la calle.

Con el despido se acabó el trabajo y el compañerismo. Esos con los que compartías desayunos y conversaciones a diario, en cuestión de minutos, son desconocidos.

Llevo un par de meses buscando trabajo, ahora no es como antes que recorrías las empresas con currículo vite en mano y llamando puerta por puerta bien temprano, para dar imagen de persona trabajadora. Ahora se hace por internet, te apuntas a ofertas de empleo abusivas que suman más de mil solicitantes dispuestos a trabajar diez horas por una remuneración mísera.

Por otra parte, tengo un serio problema, soy una persona optimista. El mundo no está hecho para nosotros los “alegres”, todo es negativo, pero yo veo las cosas desde un prisma de colores el cual no me deja ver por donde ando y siempre acabo estrellando mi cara con la cruda y pésima realidad.

No tengo un centavo, voy a comer con mi familia porque tengo que elegir entre hacer las compras o pagar el transporte para ir a las entrevistas de trabajo, que están en la otra punta de la ciudad y que nunca me llaman para darme respuesta.

Es diciembre, y me parece a mí que la única “Navidad” que va a pasar por casa este año serán un par de tequilas con limón que me pienso beber a mi salud.

No quiero hacer el mal, solo trabajar, pero últimamente me ronda la idea de delinquir, ya sabes, robar en el supermercado, colarme en el transporte público y esas cosillas.

Mucha gente me amonesta y me dice.

-     Has de ser honrada y trabajadora. Pero los honrados siempre son pobres y para ser trabajadora necesito un empleo.

Dada las reprimendas, decidí ser honrada, a ver qué pasaba y donde me llevaba el destino. Pues bien, el destino ha traído hasta mi puerta al hombre del gas, al de la luz y al presidente de condóminos con el maldito talonario.

Me gustaría que todos ellos, fueran tan optimistas como yo, así podría entregarles, unos pagarés hechos a mano sobre unos posts amarillo y que confíen en que algún día se lo pagaré, pero ya les he dicho antes, vivimos en un mundo de pesimistas, o sea, que, o me hago la muerta en casa sin hacer ruido para que crean que no estoy, o cojo mis desgracias, mi mala suerte y las meto en las maletas de mi desesperación.



Lunaoscura

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