lunes, 23 de enero de 2017

La dama oscura

Isaías caminaba por esa calle empedrada y solitaria, la oscuridad y el gélido viento que le cortaba el rostro lo tranquilizaba, de alguna forma se sentía protegido. No tenía la menor intención de llegar a su departamento, la semana había sido lo suficientemente tensa como para estar encerrado pensando y pensando lo ocurrido.


Al llegar a la esquina de la calle, observo un pequeño bar abierto, su aspecto era desolado, iluminado por una tenue luz, nunca se había percatado del establecimiento, con cierta curiosidad y con el ánimo de tomar un trago, dirigió sus pasos al lugar.

El lugar era pequeño, estaba iluminado por una luz azul tenue y pequeñas lámparas depositadas en cada una de las mesas, dándole a lugar un ambiente espectral e íntimo; en uno de sus rincones, había una pareja.  Isaías se dirigió al fondo, a una mesa que le permitiera ver hacia la puerta, tenía curiosidad de conocer a los parroquianos que frecuentaban un sitio tan peculiar.

Después de un rato, la pareja salió, dejando a Isaías solo con el encargado. Pidió otra copa y se puso a pensar un buen rato.

De pronto, se sintió un viento frío, las lámparas se apagaron y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, al mesero se le cayó la charola, el miedo se reflejó en su rostro.

Volteó a la puerta, una mujer vestida de negro, cubierta con una especie de capa, entró y se sentó cerca de Isaías. Se despojó de la capa, era una mujer joven, de larga cabellera que le caía como cascada por la espalda, su rostro tenía finas facciones, de sus ojos emanaba un brillo especial. La apariencia de la mujer era triste y melancólica.

-       ¿Qué hace una mujer sola y hermosa en este lugar y a estas horas? Seguramente espera a alguien- Se cuestionaba Isaías.

El mesero se acercó solicito, le ofreció la carta, ella la tomó con sus largas manos y lo miró con tristeza.  Isaías sintió una profunda pena y se aproximó a ella, a fin de si en algo la podía ayudar.

-       ¿Se encuentra bien? -pregunto.

-       En un tono molesto, le respondió con otra pregunta- ¿sabe a dónde van los muertos?

La pregunta lo sorprendió, no supo que contestar y optó por retirarse. La mujer se levantó y se dirigió hacia el mesero, lo tocó en el hombro y le susurro algo al oído, en ese momento el semblante del hombre se tornó cadavérico y cayó fulminado al piso.

Ella desapareció, el viento azotó la puerta, la luz se fue, el lugar quedó en penumbras.

Lunaoscura

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