Es una tarde con el cielo encapotado
y el viento corre, frío y penetrante. Patricio, llega como todos los días a su
casa y como es costumbre Julieta, se encuentra en la sala.
En seguida de cruzar los saludos
de costumbre, él, se sienta frente ella y con voz entrecortada, le confiesa que
sea enamorado de otra mujer, Susana, lo escucha sin mirarlo a los ojos, solo siente
una punzada quemante en el corazón, no quiere llorar ni tampoco imaginar, únicamente
se lamenta no haber hecho casos a sus corazonadas. Por su parte él, siente como
una loza de culpa se le quitaba de encima, aunque sabe que perderá para siempre
a su compañera.
Después de unos prolongados
minutos, ella le revela que, desde hace algún tiempo se ve con otro hombre. Ambos,
sienten en sus almas, la paz y tranquilidad de decir la verdad, entienden que
sus vidas no serán las mismas, tomarán caminos diferentes que, la promesa de
que “hasta que la muerte los separe”,
solo se trataba de un cliché que el tiempo y la rutina termina por borrar su
significado.
Sin mediar palabra alguna, apagaron
las luces y se dirigieron a su recámara, como hacia mucho tiempo se entregaron
a la pasión de sus carnes. Cuando terminaron, el sueño hizo lo propio.
Al amanecer Patricio dejo el lecho
y a Susana, se encaminó a buscar a su nuevo amor, nada le aseguraba que fuera una
unión definitiva, pero hoy como hace mil años, la esperanza es lo último que se
pierde.
Lunaoscura
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