martes, 21 de febrero de 2017

El caso Ancona

Mario Estrada, llevaba más de veinte años como investigador privado, reconocido en su medio por su profesionalismo y entrega, estaba ahí releyendo de nuevo el itinerario que marcaba el mapa, y las anotaciones que iban apareciendo a su alrededor.

Levantó la vista. La señora Ancona, le miraba atentamente ladeando la cabeza sobre su hombro izquierdo.

-       ¿Podrá hacerlo? - preguntó.

Mario, se limitó a bajar de nuevo la mirada, dando a entender que meditaba en armoniosa concentración. Tras unos minutos dijo:

-       Mire señora Ancona, sé perfectamente realizar mi trabajo, pero entienda que… – la señora Ancona le interrumpió.
-       Decidí recurrir a usted porqué llegó a mis oídos que era el mejor en su trabajo. No me importa cómo o qué sea usted, sólo pido el mismo respeto. Quiero que encuentre a mis pequeños, y sé que están ahí dentro.
Mario miró de nuevo a la señora Ancona. Sintió que debía apartar la vista de nuevo. Si bien era muy baja de estatura, había algo en sus ojos que le inspiraba confianza.

-       De acuerdo señora, lo haré. En cuanto al pago…
-       Señor Estrada, yo no dispongo de dinero. Le puedo ofrecer un gran almohadón de plumas y buena parte de mi ración diaria de alimentos.

Mario Estrada, sonrió y se puso en pie, se quitó el sombrero y se dio la vuelta dándole la espalda a la gallina.

Él, reconocía que su profesión no era como la época dorada de los grandes detectives, hombres vestidos de riguroso traje, gabardina y sombrero de ala ancha que arrastraban el cigarrillo de una comisura de la boca a la otra, en tanto se sumergían al mundo deductivo para resolver el crimen. En la actualidad, la realidad era distinta, en especial para los detectives privados, que a duras penas tenían clientes, a no ser de no ser por esposas o maridos celosos que desconfiaban de sus cónyuges o uno que otro obsesionado, pero esto…

Suspiro profundamente, su próximo objetivo, la Fábrica de Lácteos y Huevos Don Chema.



Lunaoscura

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