Un
rayo de sol entró por la ventana y la hizo revolverse entre las sábanas de
satín blanco. Las enroscó entre sus manos, se acurrucó y con los ojos aún
cerrados, dejó escapar una dulce sonrisa.
Se
desperezó y sin dejar de sonreír se incorporó. La sábana resbaló por su pecho y
dejó su suave torso desnudo. Sus ojos, aún no se abrían del todo, brillaban
como si hubiesen pasado la noche almacenando felicidad. Sus labios se apretaban
con cada segundo vivido que volvía a su memoria.
Sus
manos recorrieron su cuello, sus hombros y sus brazos en un intento de volver a
sentir una sensación similar a la que le habían producido las de él.
El
solo recuerdo de los besos, caricias y susurros que él había escrito en su
cuerpo, le erizaban la piel, en un electrizante sentir. Él la había confeccionado
el mejor despertar de su vida.
Lunaoscura
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