Con un movimiento felino, lento,
suave, preciso y precioso se desperezó, atando mi deseo a su piel de marfil y a
esos ojos de brillo caprichoso que se arropaban en el ronroneo de mis anhelos. Sonido
de súplica y al mismo tiempo de orden. Mi piel y mis labios abrazaron a los
suyos, uniéndonos en una sola respiración, un solo cuerpo y un solo deseo.
Respiración acelerada, torsos que suben
y bajan con el rítmico frenesí de nuestra danza. Justo cuando creía que mi
corazón iba a estallar y que me moría de placer, una sonrisa tan caprichosa
como sus ojos de gato apareció en su cara.
Empujó mi pecho hacía atrás y se poso
sobre mí. Pude ver nuestros cuerpos brillar bajo la luz de la luna. Sus ojos volvieron a brillar con una sonrisa
viciosa, se inclinó buscando mis labios en una caricia que empezó desde el
ombligo, pero justo antes de tocar mis labios con los suyos se detuvo,
quemándome de deseo y hambre, de capricho y locura. Con la cordura arrebatada
me lancé a esos labios en un ágil movimiento. Durante una fracción de segundo se
quedó atónito y yo solté una risa maliciosa.
No podía dejar las cosas así, me cogió
de las caderas, tumbándome sobre la arena. Lo miré, le di un rápido beso y al
mismo tiempo una mano acariciaba su pecho y la otra bajaba hasta sus muslos. Lo
volví a mirar, me despedí con otro beso fugaz y saboreé cada milímetro de su
piel, hasta que vi que ese poderío felino, ya no estaba en sus ojos, ahora
estaba yo, reflejado en el lustre de su locura y su deseo desesperado.
Rápidamente recuperamos el tango por
donde lo habíamos dejado. Gotas de sudor perlaban nuestros cuerpos y oíamos
nuestros corazones al unísono por detrás de gemidos y jadeos. De repente soltó
un débil grito y me empapó en su placer, produciéndome tal éxtasis con el suyo
que sin poder evitarlo le correspondí. Nos
dormimos abrazados bajo la luna envidiosa de Santispac.
Lunaoscura
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