El día era interminable,
los minutos las consumían entre la soledad y la impaciencia. Por fin el reloj
alcanzó las ocho, en el crepúsculo del día, solo unos minutos le bastaron para
salir de esa prisión.
En su huida,
arrastraba a compañeros que, con cara malhumorada, eran incapaces de entender
que su vida se había desmoronado.
Abatida y lagrimosa,
condujo a través del arroyo luminoso de las calles. Llegó a su casa. Todo era
tan confuso, tan extraño. La gente no desaparece, así como así, ¡él no se
hubiera ido, así como así!
No conseguía entender
nada, por más que su aturdido cerebro le daba vueltas una y otra vez, no
lograba dar con la razón que explicara su súbita desaparición.
Solo la inquietante llamada
de ese individuo... Los policías eran unos inútiles incapaces de llegar a nada…
¡hacemos todo lo que podemos señorita Pérez! ¡Imbéciles!
El recuerdo del
sonido de su voz, llenan su cabeza y tocan a su corazón. No quiere sentir nada,
pero esa añoranza, le aporta la calidez y la calma que tanto necesita. Como si
no se hubiera ido nunca. ¡Ese nudo en el pecho, le va a desgarrar el alma!
Al día siguiente,
nuevamente vuelve la irritante rutina. Busca dentro de su bolso, el llavero con
el corazón gigante que él le regaló - ¡Bien grande para que lo encuentres entre
tantas chucherías! - La melancolía, le robo un profundo y sentido suspiro.
El ambiente se impregnó
de un conocido aroma, su corazón dio un vuelco y bruscamente volvió la cabeza. -
¿Qué? - Pasa sus manos por su pelo,
nerviosamente lo recoge en una coleta. - ¡Me estoy volviendo loca! -Se dice-
Gira la llave en la
cerradura y entra a su departamento dando un portazo. Cuelga la gabardina y el
bolso en el perchero. Suspira aliviada, estaba en el único lugar donde podía
recordarle sin disimulo ni excusas.
En ese apacible silencio,
volvía a sentirlo, volvía a funcionarse con él. Un escalofrío le recorre la
espalda, en la oscuridad, el embriagador murmullo de su voz la envuelve como un
abrazo. Paralizada, nota su presencia, sin atreverse a volver la vista atrás, solo
cierra los ojos y espera.
-
¡Por favor, no te asustes! - Le susurra
con voz melosa rodeándola con sus brazos, sentir su aliento en la nuca, le
electriza la piel.
Se vuelve lentamente,
incapaz de articular palabra, sin saber cómo debe sentirse. La tenue luz de la
noche, acaricia su anguloso rostro, enmarcando sus masculinas facciones. Suspira
fascinada, él cierra sus labios entreabiertos, por la sorpresa, con un beso
abrasador.
Su cuerpo reacciona
al instante, enredando sus brazos alrededor de su cuello y devolviéndole con
exigencia las caricias de su lengua enzarzada en un delirante baile.
Ya habría momento
para las preguntas, tan solo quería sentirle, ¿quién sabe si por última vez?, ¿quién
sabe si tan solo era un sueño?
La desnuda muy
despacio, con sensual habilidad, regalándole delicadas caricias con cada pieza
despojada. Nadie la hacía sentir, tan a gusto desnuda, tan deseada, tan
atractiva.
Él la mira con esa
mirada sensual que le conocía y levantado las cejas. -Voy a aliviar un poco esa
tensión- Dice con sedosa, al mismo tiempo, la toma entre sus brazos,
acomodándola en la acogedora cama de satén.
La habitación está a
oscuras, excepto por la liviana luz de la luna que ilumina románticamente la
estancia. Un delicioso y mareante placer
la invade con cada roce de sus dedos.
Una sonrisa morbosa
escapa de sus labios, cuando ella le murmura ardientemente, pidiendo más. Utiliza
sus labios, su lengua y sus dientes en una delirante espiral de éxtasis. Una descarga
de placer, recorre las entrañas de ella, desarmándose en un feroz orgasmo al
tiempo que grita su nombre.
Él, sonríe divertido
y repta por su cuerpo como un depredador encajando sus caderas en electrizante
contacto de piel contra piel. Mientras le susurra al oído palabras de amor. Oleadas
de placer invaden su ser, un rugido estalla en la garganta de él.
-
¡Eres tan preciosa! ¡Nunca me olvides
amor! - le susurra con el corazón en la boca.
Después de unos
minutos de absoluto silencio, esa maravillosa experiencia, se transformó en un
terror absoluto. Un balde de agua fría, la hace levantarse abruptamente de la
cama, para darse cuenta que se encontraba completamente sola. La única señal,
era el aroma de él.
El sonido del teléfono,
le saco de su letargo.
-
¿Señorita Pérez?
-
¡Sí, ella habla!
-
¡Me temo que, tengo malas noticias! Encontramos
el cuerpo del señor Sandoval. ¿Podría venir a hacer el reconocimiento del
cuerpo?
Lunaoscura
de la mente apasionada recreación.....
ResponderEliminar