Siempre fue un
bicho raro, tímido, callado, pero con una actitud rebelde, mis padres, que eran
de la vieja escuela, consideraban que solo necesitaba mano firme para
componerme.
En la escuela,
los maestros estaban convencidos que sufría de algún tipo de retraso mental, por
lo que aplicaron la filosofía de que “la letra con sangre entra” y, en cuanto a
mis compañeros, me hacía objeto de las más crueles bromas.
Así fueron los
primeros años de mi existencia, hasta que por arte de magia parecía que los métodos
empleados daban sus frutos, mis calificaciones empezaron a mejorar, convirtiéndome
uno de los alumnos de más alto rendimiento, pero desafortunadamente mi actitud
iba de mal en peor.
A tal grado,
que en una ocasión la dirección del colegio llamó a mis padres. En la reunión
se encontraban la directora, el tutor de mi grupo, el psicólogo, la trabajadora
social, mis padres y obviamente, yo. Apesadumbrados los doctos, les comunicaron
a mis padres que, si bien mi rendimiento era de los mejores, con mi actitud rebelde
y retadora de las normas, no veían que tuviera futuro y lo más probable que en
un descuido de ellos terminara en el mal camino. En ese momento, fui sentenciado.
A partir de
ese momento, se endureció el control, y yo le declare la guerra a los adultos y
a sus estúpidas normas. Fue una lucha encarnizada, las huellas permanecen aún en
mi cuerpo.
La guerra duró
hasta que salí de la educación básica y mis padres se dieron por derrotados. Me
echaron a la vida, ahí tuve que abrirme paso como pude, pero mi forma de ser y pensar
iba en contra de lo que se suponía era normal. Siempre cuestionaba lo que se
decía con lo que veía. Y eso, incomodaba a más de una persona, era la clásica persona
inadaptada.
Así las cosas,
durante varios años fui un solitario en medio de un mundo caótico y desenfrenado,
que defendía con uñas y dientes su forma de vivir y su filosofía de vida, y acumulando
decepciones y rechazo, las huellas aún están en mi alma.
Ahora, en la
última parte de mi vida, guardo silencio, ya no más luchas, ya no más rechazos,
tal vez, desde el principio el mundo tuvo razón al decirme que yo estaba loco.
Lunaoscura
un hurra por los ácratas y el mundo no tiene razón,dejemos crecer la maleza, es anormal segarla.me gustó sobremanera tu historia
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