Caminaba muy rápido,
empezó a correr presa del pánico, oía como los calmosos pasos de su persecutor
la acechaban, dio la vuelta a la esquina, todo estaba tan oscuro, oyó sirenas a
lo lejos, notaba como su pulso le oprimía las sienes, estaba temblando de
terror, miró de lado a lado de la calle, parecía un sitio seguro, se agachó y
se sentó en el suelo, arrinconada a un lado de un contenedor de basura. De
repente volvió a escuchar los pasos, que sin duda alguna la buscaban entre las sombras
de la noche, nuevamente presa del pánico se quedó totalmente en silencio, casi
aguantando la respiración, temía tanto que la descubriese, por desgracia, un
gato apareció en escena, ella al verlo dio un respingo haciendo un ruido
tremendo en el silencio de la noche.
De un solo movimiento
se incorporó y echo a correr. Corría. Corría en dirección opuesta al viento, pues
este luchaba por arrastrarla. Con una mano sujetaba las faldas de su vestido
deseando no caer, no tropezar, el cielo se tornaba más oscuro, pero no le importaba,
solo le preocupaba huir, aunque en el fondo sabía que eso era completa y
humanamente imposible. Las ramas retorcidas de los árboles se mecían cuando el
viento los acariciaba violentamente.
Corría sin aliento a
través de la niebla espesa y blanca que creaba fantasmas traslúcidos que
parecían reír a su paso. Procuraba no volver la vista atrás, pues sabía que se
aproximaba cada vez más, podía sentir su gélido aliento en la nuca.
Exhausta, quiso
detenerse, pero el miedo que atenazaba su alma era mayor que todo el cansancio
físico que pudiera sentir. Notó cómo las lágrimas resbalaban por sus pálidas
mejillas, sabía que estaba irremediablemente perdida.
El viento sopló más
fuerte y la empujó hacia su cazador que emitía gruñidos y bramidos. Los
cabellos se le agolpaban en la frente y no le permitían ver nada, pero incluso
así luchaba. Hasta que sintió que no podría continuar así eternamente. Una mano
invisible y fría como el hielo la tocó, había llegado el momento.
Inspiró una excepcional
cantidad de aire mientras su rostro perdía toda expresión humana y cayó al
suelo. Puesta de rodillas y con recelo, levanto la vista. En la niebla, una
pequeña bandada de cuervos negros como la noche la acechaba. Aterrada, se llevó
una mano a la boca.
El viento helado que
la había derrotado la recorría por dentro, destruyéndola, y la niebla se reía en
susurros. Los cuervos la observaban fijamente con sus ojos carmesíes, pero no
se movieron. Uno de ellos graznó. Podía sentir cómo de sus ojos volvían a
brotar lágrimas, pero esta vez eran tan rojas como los ojos de los cuervos.
Los cuervos se
miraron unos a otros y echaron a volar, pero en su despegue se desvanecieron
para dar paso a una siniestra sombra negra. Al mismo tiempo, empezó a escuchar
voces en la lejanía estaba paralizada y el murmullo se acercaba, agudizó el
oído para intentar oír lo que decían, pero lo que oyó no le gusto, intento huir,
pero no podía, el miedo la impregnaba todo su ser, su corazón se exaltaba y de
pronto se despertó entre sudores.
Se hallaba en una
estancia fría, lúgubre, la humedad le calaba hasta los huesos haciéndolo sentir
dolor. Se helaba no tenía aliento, no había ni una pizca de luz, la oscuridad y
la soledad la envolvían, la ansiedad se estaba apoderando de ella poco a poco. Estaba de bruces en el suelo, el cristal de la
puerta, que se hallaba al lado se había rotó, dejando el suelo repleto de
cristales. Una sombra se le acercaba lentamente, un resplandor se le hundió
varias veces en su cuerpo. Tendida en medio de un charco de sangre, observó una
bandada de cuervos, testigos de su último gemido.
Lunaoscura
efectivamente aterrador,bien logrado amiga..
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