Desnuda sobre la inmensidad manida y gastada. Mi mente divaga, mis ojos caen y miran la nada, reverberando el Sol impasible ante mi desasosiego. Mi ser está empapado de esa sensación acuosa, salina y ardiente.
En este desierto, voy
dejando huellas húmedas. Mis fuerzas han terminado derribándome. Mi rostro se ha
sembrado en el suelo carente de tierra. En un absurdo juego, el ambiente se impregnó
de un suave olor afrutado con trazos de madre selva.
Ante mí, a mucha
distancia aún, hay algo. Algo indefinido. Algo borroso. Una mancha oscura que
contrasta con el paisaje dorado y meloso. Será una vía de escape o la negra locura
que vierte esa sutil malicia y desata este infernal anhelo.
Aún arrodillada, le
miro. Me llevo las manos a los ojos, será un espejismo, producto de una
imaginación aturdida que colapso por una melancolía silenciosa.
Es una entelequia color
canela con lanosidad de obsidiana. Huele bien. Huele… a ilusión y esperanza.
Lunaoscura
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