viernes, 7 de noviembre de 2014

Miel y veneno

No hay utopía más insensata que gastar emociones, energía y tiempo en una relación que nació muerta. Eso lo sabía perfectamente Falco, no obstante, quería creer que esta vez no era así que existía una probabilidad por ínfima que fuera.





Había conocido a Ángela dos años atrás, en la casa de su amigo Antonio, desde que se la presentaron lo había impactado, no tanto por su belleza física, aun cuando era muy bonita, sino por su vitalidad y carisma. Era desinhibida y sociable con una naturalidad que atraía, afortunadamente congeniaron bien y nació una incipiente amistad que se fue fortaleciendo con posteriores encuentros.

Él se convirtió en su amigo y confidente, siempre presente cuando ella lo necesitaba. El tiempo que compartían para Falco era lo mejor que le podía pasar, entre más la conocía más convencido estaba que era su mujer ideal.

Pero Ángela, al parecer no se percataba de los verdaderos sentimiento de su amigo, para ella era una amistad autentica sin otro interés más que una sincera amistad.

En más de una ocasión, Falco había decidido hacerle manifiestos sus sentimientos pero en el momento se retractaba, tal vez por miedo a ser rechazado o a decepcionar a su amiga. El caso es que Falco, vivía en constante mortificación, entre arriesgarse o perder la amistad de Ángela.

Una tarde, Ángela le habló para invitarlo a comer, tenía que darle una noticia que seguramente lo haría tal feliz como a ella.

Así las cosas, se reunieron en el restaurante de siempre. Flaco llegó antes que ella, cuando la vio entrar, estaba radiante y más hermosa que de costumbre. Ante esa visión, Falco decidió que era tiempo de decirle que quería más que ser su amigo y que estaba enamorado de ella.

Ángela, lo abrazo con tanta efusión estaba verdaderamente feliz, su rostro irradiaba felicidad, dio unos giros en los brazos de su amigo como una niña pequeña. Falco estaba feliz aunque no entendía el motivo de tanta emoción de su amiga.

Una vez pasado el momento de euforia, se sentaron. Falco, no podía esperar más, tenía que saber el motivo de tanta alegría.

-                    ¿Haber cuenta, cuál es el motivo de esta alegría? ¿Qué es lo tienes que contarme? ¡Anda, me tienen en ascuas!

Ángela, se toco la cara para recuperar la seriedad y poderle decirle a su amigo, el motivo de su alboroto.

-                    ¿Té acuerdas de Antonio, el hermano de Nancy, mi amiga, el dueño de la casa en donde, nos conocimos?
-                    ¡Sí, claro Antonio es mi amigo!
-                    Pues bien, hace algunos meses he estado saliendo con él.
-                    ¿Por qué no me lo habías dicho?
-                     Bueno, en principio no era nada serio. Después las cosas cambiaron y decidimos mantenerlo en secreto haber hasta donde podías llegar con la relación.

Falco, se sentía traicionado, engañado con un dolor en el corazón pero mantuvo la compostura.

-                    ¡Aja y luego!

Ángela, lo tomo de las manos, sus ojos destellaban y su boca dibuja una amplia sonrisa. Su amiga, no cabía de felicidad y él no soportaba el dolor y la frustración.

-                    ¡Me pido ser su esposa!

Contrario a lo que Ángela esperaba, Falco se soltó de sus manos con el rostro contraído y tan pálido que se asusto por la salud de su adorado amigo.

-                    ¿Te sientes bien, Falco?
-                    ¡Sí, sólo que no esperaba esa noticia! –después de unos segundos y de tragar saliva, le pregunto- ¿Qué le dijiste?
-                    ¡Qué le voy a decir, es un hombre maravilloso! ¡Le dije que sí!

El mundo lo aplastaba pero él era responsable por cobarde e indeciso, con semblante de muerto fresco, le dijo.

-                    ¡Felicidades!

Esa tarde, Falco degusto la comida más amarga de su vida con una mueca de felicidad.

A partir de ese momento, excusas no le faltaron para no estar presente en los preparativos y los desbordamientos de felicidad de los nuevos comprometidos.

Ángela le reprochaba su abandono pero se olvidaba con los preparativos para la boda.

Un viernes sin previo aviso, llegó Ángela a la oficina de Falco, con cierta incomodidad le dio la bienvenida, le invito a sentarse en la sala pero ella declino la invitación.

-                    ¡No! Sólo pase para darte la invitación de mi boda y para advertirte que no voy aceptar pretextos para que no vayas. ¡Entendiste!
-                    Él tomo la invitación con una sonrisa forzada- Gracias, no te preocupes ahí estaré.
-                    ¡Ok! Pues me voy, tengo un montón de cosas que hacer todavía –Se acerco a su amigo abrazándolo fuertemente y dándole un beso, se despidió.

En cuanto ella salió, Falco aventó la invitación al suelo, le resultaba tan doloroso y frustrante la situación y por otra parte, se sentía un miserable mal amigo.

No era culpa de ella que él no hubiera reunido el valor para decirle sus sentimientos, era de esperarse que otro si lo tuviera. Nadie, más que él era el responsable de su situación es que así estaba obligado a estar al lado de su amiga en un día tan importante en su vida.

En efecto, el día de la boda Falco estaba ahí estoicamente. Una vez terminada la ceremonia se acerco a los esposos para felicitarlos y despedirse, había cumplido y no quería seguir ahí. Ángela le insistió que se quedara pero fue inútil, Falco se retiro.

Durante mucho tiempo no supo de ella, suponía que estaba tan feliz que hasta de él se había olvidado. Él salía con una chica bastante agradable, sin ninguna pretensión más que olvidar a su amor imposible.

Después de un año, recibió una llamada, el número era de Ángela, indeciso en responder atendió la llamada.

-                    ¡Hola tú, ese milagro!
-                    Hola, Falco cómo estás.
-                    Bien, bien pero dime a qué debo el honor, mala amiga.
-                    La voz de Ángela, no era la misma, se oía sombría- Necesito hablar contigo. ¿Cuándo nos podemos ver?
-                    Falco guardo silencio, qué estaría pasando, qué le estaría pasando- Cuándo tú me digas, ¿qué pasa? ¿Estás bien?
-                    ¿Te parece que hoy a las ocho, vaya a tu departamento?
-                    Sorprendido le respondió- ¡Claro, no hay problema! ¿Estás bien?
-                    Ya hablaremos, nos vemos en la noche… ¡Gracias, amigo!

El resto del día, Falco se rebanaba los sesos. Qué estaría pasando para que ella lo buscara, a las siete salió rumbo a su departamento, estaba preocupado.

A las ocho en punto, se oyó el timbre. Apresurado abrió, ahí estaba la mujer de sus sueños pero no veía esa alegría característica de ella, estaba demacrada con un huellas de haber llorado. La invito a pasar.

Preocupado, le pregunto si quería tomar algo. Con un movimiento de la cabeza, Ángela indicó que sí. Falco, se retiro a la cocina, después de un rato apareció con dos tazas de café.

Ángela, sentada en un sillón, lloraba en silencio. Falco dejó la tazas y se arrodillo a los pies de su amiga.

-                    ¿Qué pasa?
-                    Soy una estúpida, Falco, eso es lo que pasa.
-                    Desconcertado y con una sensación de rabia, le pregunta -Por qué dices eso, cuéntame.

Ángela, entre sollozos le platicaba la decepción que era su marido. El hombre maravilloso que creía, era mentira. Su matrimonio se había tornado una prisión en donde ella estaba encerrada en soledad.

Resultaba que Antonio, nunca estaba, en principio creía que era por sus ocupaciones profesionales pero no era así. Los viajes de trabajo, eran su coartada para andar con mujeres y amigos.

Una vez que lo descubrió, lo enfrento. El cínicamente, le respondió que él era así y no tenía intensión de cambiar. Además, que era ese drama, ella era la catedral, las otras sólo capillas.

A partir de ahí, ya ni siquiera se molestaba en mentir, estaba harta y ofendida, no sabía qué hacer, aun lo quería y deseaba que cambiara.

Falco estaba más que molesto, no sólo con Antonio sino con ella. ¿Dónde, estaba la mujer que admiraba y de la que se enamoro? Esa mujer sumisa y débil no era Ángela… pero no podía dejarla ahí, sufriendo por ese hombre y consumiéndose en el dolor y la frustración, él sabía bien lo que se sentía.

La dejó desahogarse, una vez que se calmó hablo con ella, le expuso todas las razones por las que tenía que tomar una decisión firme para terminar con esa situación. No podía ni debía permitirle a ese hombre terminar con la mujer que era ella.
Ángela lo abrazo, sus palabras la reconfortaban, le daban una luz. Él, la abrazó con tanto cariño que ella no pudo evitar darle un beso. Eso los llevo a más, una por la necesidad de atención y cariño y el otro por un amor suspendido en el tiempo.

La noche transcurrió, a la mañana siguiente Ángela fue la primera en despertarse, a su lado estaba su amigo Falco. Sin querer pensar más, se incorporo, tenía que salir de ahí.

Cuando Falco despertó, Ángela no estaba. Se quedo un rato más en la cama, rememorando la noche anterior. ¿Cuántas veces lo había deseado? Pero también, era un hecho que ella estaba casada con su “amigo” y a pesar de que las cosas estaban mal, ella lo seguía queriendo.

Con ese lío en la cabeza, se arreglo y salió rumbo a la oficina, más de una ocasión estuvo tentado de hablarle pero se contuvo, tenía que darle tiempo a ella y a él mismo.

Después de unos días de cavilaciones y zozobra, sonó su teléfono, era Ángela, le pedía que se vieran a las ocho de la noche en su departamento. Durante varios meses, esa fue la rutina, ella hablaba y se reunían en su departamento.

Falco en principio lo disfrutaba y se sentía feliz, era una relación ideal, estaba con la mujer que amaba sin compromisos. Hasta que en una reunión coincidieron Ángela y Antonio con él,  ahí se dio cuenta que la quería para el únicamente.

En el siguiente encuentro, se lo dijo a Ángela, ella evadió la respuesta.

Era una verdad innegable, esta relación había nacido muerta. El deseo había desbordado la imaginación volviendo a este amor en irreal.


Lunaoscura

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