Luisa
está llorando, Llora y sus lágrimas caen abundantemente por sus mejillas. Su
boca se deforma con el llanto. Confundida, intenta ver algo que le diga qué
lugar es ese, pero la densa neblina no se lo permite. Después de unos minutos,
y tratando de encontrar una explicación, insegura da unos cuantos pasos. La
neblina se va despejando, lo que ve es un paraje desolado con árboles petrificados
y un vehículo incrustado en un árbol.
Con
interés comienza a rodear el vehículo, le resulta conocido, pero no recuerda de
quién pudiera ser. Súbitamente, detiene su pesquisa, trata de recordar su día,
su intento es en vano, lo último que recuerda es haberse ido a la cama la noche
anterior. Se pregunta de qué se trata todo eso. La respuesta es fácil. Su mente
no funciona bien y está teniendo una pesadilla.
Mientras
ella cavilaba una silueta se aproxima, sorprendida reconoció de quién se
trataba. Era Andrés, su exmarido. Esto
era lo más loco que le podía estar pasando, pensó. Cuando lo tuvo lo
suficientemente cerca, advirtió que estaba en malas condiciones, su ropa estaba
desalineada con rastros de tierra, su cabello revuelto y, su semblante
reflejaba desorientación. Era obvio que había sufrido un percance.
Luisa,
olvidando sí eso se trataba de una pesadilla o de locura, le pregunto sí se encontraba
bien. Él no logro articular palabra, solo la miraba, pero sin verla. Era como
si estuvieran en lugares distintos.
Desesperada
comenzó nuevamente a inspeccionar el vehículo. En tanto Andrés la seguía como un
zombi. En efecto, se trataba del carro de Andrés, tuvo esa certeza una vez que
se asomó al interior, ahí en el asiento delantero esta el cuerpo de él.
Fuera
de toda lógica, la reacción de Luisa fue reprender enérgicamente al ser que seguía
parado detrás de ella. Una vez que
descargo todo lo que se le vino a la cabeza, sin que el otro argumentara algo
en su defensa, el sentido común apareció.
Esto,
obviamente es una pesadilla, se dijo para ella. Trato de tranquilizarse para
poder despertar. Los minutos pasaban y ella seguía en ese paraje con el cuerpo
y el fantasma de su exmarido. La calma se transformó en desesperación y
frustración, tenía que salir de esa locura.
Comenzó
a caminar sin rumbo, siempre acompañada de Andrés, que se volvió el objeto de su
miedo y frustración. De repente, vislumbro a lo lejos lo que parecía un zaguán.
Camino deprisa, para qué, no sabía.
Notó
que llevaba cargando algo, fijo su atención, era una urna. El alma se le
petrifico. Se detuvo abruptamente, y fijo su mirada en el hombre. La neblina
desapareció. Ante ella había un zaguán con rejas blancas, a su lado
desorientado y ausente estaba Andrés. Un dolor intenso le atravesó el corazón y
las lágrimas salieron desenfrenadas de sus ojos. Estaba acompañando a su
exmarido al umbral de la muerte.
Ring,
ring, se escuchó a lo lejos, Luisa aguzó el oído, en efecto, era el repiqueteo
de un teléfono. El sonido fue llenando el ambiente, ella abrió los ojos. Todo había sido una maldita pesadilla. El
timbre sonaba insistentemente, ella se incorporó de la cama. Al pasar frente al
espejo, observó que su rostro estaba demacrado con profundas ojeras, no era
para menos con esa pesadilla tan espantosa, se reconfortó, mientras levantaba
el teléfono.
Hablo
con la señora Luisa Macías, interrogo la voz del otro lado del auricular. Sí,
ella habla. Me apena informarle que el señor Andrés Calderón, sufrió un
accidente fatal, podría venir… Fue lo último que escucho antes de caer al piso inconsciente.
Lunaoscura
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