Eran cerca de las
tres de la mañana cuando Hilario llegó a su casa. Trastabillando, se dirigió a
la cocina tratando de mantener una conversación tranquila con su zapato que
amigablemente lleva en la mano derecha, repentinamente se detuvo, giró la
cabeza y aguzó el oído, como tratando de encontrar algo, finalmente, fijo su
mirada, directo a la cafetera que estaba sobre el mueble de la cocina.
Decidido se acercó y
con semblante solemne le reprocho el motivo de su burla y de esa mirada, la
interpelada no dijo nada, Hilario se dio media vuelta y continuo su charla.
De repente, se arrojó
sobre la cafetera y de un solo movimiento la desconecto, con una expresión criminal
en su rostro, la despojó de su tapa y bebió el contenido de sus entrañas, pero aún
no terminaba de consumar su crimen, cuando se detuvo.
Giro, dejó el zapato
sobre la mesa y con el cuerpo de la víctima en mano, dirigió a donde se hallaba
el refrigerador.
Lo miro por unos instantes
en silencio, su semblante se fue transformando en una mueca de dolor y culpa, con
los ojos humedecidos, balbuceaba: “Dios sabe que intente razonar con ella…” El
remordimiento lo hacia su presa.
-
¡Qué diantres haces Hilario con quién hablas!
- La voz se escuchó como un trueno en medio del nocturnal silencio-.
El chico dio un brinco,
aturdido se dio vuelta, ahí en la puerta estaba su madre. La espada de Damocles
se erguía sobre su cabeza por los crímenes cometidos.
Lunaoscura
No hay comentarios:
Publicar un comentario