Conforme se iba
acercando mi pulso se aceleraba. Su presencia emanaba algo que me electrizaba,
deseaba salir corriendo, pero una descarga de adrenalina me impulsaba a
arriesgarme. Él caminaba seguro, decidido, su mirada me dominaba, era el macho
alfa, que andaba a la caza y parecía que ya había elegido a su presa.
Cuando lo tuve frente
a mí, despertó ese instinto que nubló mi razón y, me dejé llevar por su
sensualidad, en su energía viril sucumbí… Moría por tenerle, por amarle.
Él percibió las ganas
que recorrían cada centímetro de mi piel, sabía que me consumía por dentro,
instintivamente me tomo de la mano, llevándome a la pista del bar. Al ritmo de
las notas, me desvanecía en sus brazos, cerré los ojos, poco a poco me iba
ahogando en un suspiro palpitante y mi corazón latía aceleradamente.
Esa noche, nos
perdimos en un edén ardiente, nos amamos con la intensidad de un volcán de fuego.
Nuestros más hermosos anhelos recorrieron nuestros cuerpos.
Lunaoscura
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