viernes, 4 de septiembre de 2015

Mis antiguos penados

Entre bruma y miedo, a la distancia diviso el pueblito que me vio crecer, llenos de casitas de adobe con teja roja, algunas casas adornadas con plantas multiformes, el olor a hierba, humo, polvo y pino secuestran el ambiente, los ladridos bravucones de los perros, los cantos de tenores gallos y el rebuzno melancólico de algunos borricos, llenan el espacio; cuadro que me hace recordar mis conquistas pero también las derrotas, las alegrías como las lagrimas, lugarcito en donde mi espíritu aventurero vio la luz.

La nostalgia, embarga mi corazón y los recuerdos anegan mis ojos, caminar por sus calles de piedra de río, me hacen regresar el tiempo, cuando despertaba acompañada del olor a café recién hecho y mi pequeño cuerpecito somnoliento era abrigado por los rayos mañaneros de un joven sol. 

Mi abuela nos grita ¡a desayunar! Salía corriendo como cachorro hambriento, a sentarme en el mejor lugar de la cocina de humo, el “cuartillo del maíz”, por supuesto al lado de mi adorado abuelo y al frente a mí maternal y frágil abuela; la cual afanosa, echaba tortilla sobre el ennegrecido comal. La atmósfera estaba envuelta de olores, humos, somnolencia y adornada con armonía y amor. 

Que decir, del suculento manjar, como olvidar el café acompañado por un bolillo de pueblo, además el suntuoso plato de frijoles negros acompañado con tortillas recién hechas y ¡una salsa! que, los mejores chef, quisieran preparar.

Voy llegando a mí adorada casita, en donde mis abuelos habitan desde tiempos inmemoriales, ante la puerta de madera añeja me planto, con dos golpes pido posada a un pasado que hoy se vuelve presente, ante mi súplica un hombre responde, es joven, silencioso y angelical, es uno de los parientes de mis abuelos, como buen guardián no permite el paso tan fácilmente a los intrusos vivientes, su fin es proteger la morada de la intromisión que pudieran corromper el santuario de reposo de mis viejos.

Lo entiendo y estoy satisfecha del cuidado que se les brinda, por un instante nuestros ojos se encuentran, en sus pupilas me pierdo en una profunda oscuridad, me da la sensación de la nada, pero reconforta mi alma, llenándome de tranquilidad mística; su sola presencia mitiga cualquier reproche.

Como niña obediente, me quedo parada en estado letárgico, del fondo, se oye la voz de un ser amable, que permite mi entrada, el vigilante retrocede silenciosa y respetuosamente. 

Entro a la posada, frente a mí, se encuentra una cocina de humo y delante de ella esta mi abuelo, quien extiende su brazo descarnado para saludarme con su palma extendida, llena de regocijo dibujó una amplia sonrisa y deprisa me acerco.

Él me da la bienvenida a ese mundo abstracto y sin tiempo, como aquel no ha tardado en regresar. Le pregunto emocionada por la abuela, con su mano derecha señala a la casa, que se encuentra sobre una lomita, ahí en la terraza de pie esta mi abuela, tan menuda como siempre, con sus cabellos trenzados en dos hilos negros que le caen a cada lado de sus hombros, con su delantal puesto como señalar de amor hogareño, aun lado de ella, se encuentra otro ángel vigilante de presencia suave. 

Nuevamente dirijo mi vista a mi abuelo y platico con él, no sé de qué cosa, pero él me señala el pozo, nos acercamos vemos hacia el fondo oscuro. Algo más dice, hoy no recuerdo, me despide diciendo que es momento de que me marche, que ese lugar todavía no me espera.

Afirmo con un movimiento de cabeza, no antes de ir corriendo a despedirme de mi abuela, ella sonríe, sus cuencas se iluminan con un pequeño destello de luz.

Camino hacia la puerta con una sensación de plenitud y consuelo, mis abuelos están juntos, como siempre lo han estado, en su casita de adobe adornada de las amadas planta de mi abuela. Subo la pendiente de tierra negra, el vigilante me abre la puerta. Echo un último vistazo todo esta llenó de luz blanquecina y mis abuelos ahí de pie viéndome partir. 

Doy un paso hacia el exterior y la puerta se cierra tras de mí, continuo mi camino entre neblina blanquecina, con la certeza de que un día ese lugar también será mi morada.

Sobresaltada, pero una alegría que embarga mi corazón, me incorporo de la cama, son las tres de la mañana. 

Lunaoscura

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