martes, 28 de mayo de 2019

Apetencias


Te ofrendo mi cuerpo  
satisface tus más íntimos anhelos
ámame desde tus entrañas
con la fuerza de un mar hambriento.

Probaré tus apetitos
circulando en tus líquidos
me alimentaré en tu árbol
enraizado en mi vientre.

Que yo te besaré largamente
amándote desde mis entrañas
como esquirlas de luz
a mitad de una hambruna.

Lunaoscura

Demasiado


No sabes todo lo que te quiero
has estado en mi todo el tiempo,
pero es demasiado
me estoy cansando.

Puede que se haya acabado,
pero todavía pienso en ti
cuando me dejo llevar;
necesito olvidar.

Pero cada vez que te pienso,
no puedo llevarme tu amor,
eso me tortura
causándome un gran dolor.

Amor, desearía tenerlo todo,
pero ya no quiero ser tu tonta,
no podemos volver atrás
es demasiado.

Sé que quieres decir que lo sientes,
ya he oído esa historia,
no te acerques
no me digas que te importa.

Lo peor ya pasó y nadie murió
solo déjame llorar
que todavía estoy tratando
de dejarte ir.

Lunaoscura

Adiós, amor


Te dejo en libertad,
no puedo hacer nada
le tienes miedo
a la felicidad.

Sigue en estancado
en tu dolor,
espero que aprendas
que la vida sigue
a pesar del desamor.

Quédate con tus dudas
y tus inmadureces,
no necesito migas
ni ser la última opción.

Te ofrecí un amor en libertad,
pero tu toxicidad
prefiere estar bajo el yugo
de la mentira y la manipulación.

Doy vuelta a la página,
y ojalá hayas aprendido
que antes que el otro
esta tu dignidad.

Te doy las gracias por la lección,
aprendí que estoy dispuesta
a tolerar y que no,
y que quiero en el amor.

Lunaoscura

sábado, 25 de mayo de 2019

Amor roto…


Solo quería quererte
y sentí como fingías
silencios y mentiras
más no quería perderte.

Siempre supe que me lastimarías
y aun así me enamoré
de frases mal comprendidas
y de algo más que una mirada.

No quería rendirme
a través de lo bueno y lo malo
solo deseaba quererte
y lo hago, lo haré.

Es difícil aceptarlo
está destinado a no ser,
ahora lloro, es tan cruel,
pero nunca me arrepentiré.

Poema rasgueado en lágrimas
rimas sin métrica ni ritmo
simplemente letras
que nacen de mi interior.

¡Larga vida a esos corazones
que encuentran el amor y lo rompen!

Lunaoscura

Cometas


Eran como dos cuerpos celestes que cada cierto tiempo se encontraban. Su primer encuentro sucedió cuando ambos eran dos mozuelos inexpertos que creyeron jugar al amor. Uno inexperto y la otra confundida.

Por destino o karma, después de un lapso de diez años se reencontraron. Él con una familia a su espalda, ella intentando formar la suya, la nostalgia de lo que no fue los hizo titubear, pero por bien de todos los involucrados nuevamente se alejaron, cada uno vivió lo que tenían que vivir.

Y, de nueva cuenta cumplido el plazo riguroso, el sino los ponía frente a frente. Él saliendo de una mala racha, ella reconstruyéndose. Al parecer, tenía que aprender algo.

Él había mantenido en su memoria la frustración de no haber sido el primer hombre en la vida de ella e iba por la revancha, por su parte ella, sentía una deuda hacia él, por los malos ratos que le hizo pasar.

A fin de cuentas, lo que descubrieron es que eran dos cometas que de tiempo en tiempo sus órbitas coincidían. El karma se había cumplido y eran libres y, solo tal vez en el espacio quedaría una estela difusa de un sofisma.

Lunaoscura


viernes, 24 de mayo de 2019

Estrenando


Intento abrir los ojos y lo único que distingo es una profunda oscuridad. No sé dónde estoy, ni cómo he llegado hasta aquí. Todo me es desconocido. Percibo un agudo olor a antiséptico, estoy en un hospital probablemente.

Llevo mis manos a mi rostro y me doy cuenta de que mi cara está vendada. Ahogo un gemido. Extiendo los brazos esperando palpar algo o alguien. Silencio absoluto. Me invade una sensación de sofocación. Intento controlarme, pero un alarido por mi pecho.

-       ¡Socorro!  -grito-.  ¡Necesito hablar con alguien!

En ese momento oigo una puerta que se abre y pasos precipitados acercándose a mi cama. Alguien dice con una voz firme:

-       ¿Hora de llegada?

-       Las tres de la mañana -responde una voz de mujer-.

-       Prepárenla, en un rato más iniciamos.

-        Está bien doctor. Hasta el momento no hemos podido identificarla.

-       Okey, pero no podemos atrasarnos. Identifícala por el número de reporte.

-       Está bien.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Veo entonces una débil luz en mi mente, un recuerdo en el que me concentro: Frenos que cedieron, yo intentando chocar con la valla de contención de la autopista para reducir la velocidad con que iba, infernales chispas de llamas se elevaban al cielo. Mi coche que vuelca y arde. No, no puede ser, mi Mazda es nuevo, por eso salí a carretera a estrenarlo…

Angustiada, intento levantar la mano, necesito decirles qué pasó, quién soy. Es inútil, mi cuerpo no responde. Oigo pasos precipitados en el pasillo, sollozos y quejidos casi histéricos sin reprimir, intuyo que es la enfermera con mi madre y mi hermana. Momentos difíciles. Trato de decirles que estoy bien, que no se angustien, pero nada sale de mi garganta. Escucho a lo lejos la voz de mi hermana. “¡Qué desgracia, hermanita mía!”, repite sin cesar.

Me invade en ese momento la dolorosa e inesperada impresión de que algo grave está pasando. Los pasos de alejan y por no sé cuánto tiempo, solo reina la oscuridad y el silencio.

Escucho nuevamente pasos que se acercan, una voz dando órdenes. Me levantan y me trasladan a una plancha, supongo que se trata del quirófano. Siento perfectamente como me despojan de la ropa, repentinamente, me estremezco, me están limpiando. ¡Acaso, no tienen sensibilidad, el agua esta helada! Intento decirles, pero no me escuchan.

Una sensación de ardor profundo invade mi abdomen, ¡Me están abriendo! ¡No, no me a echo la anestesia, todavía siento! Grito, nada, estos sujetos no me escuchan, la desesperación y el terror me llevan a una oscuridad sin tiempo.

Me sobresalto de repente al oír el motor de un coche. Se me hiela la sangre y estoy a punto de desmayarme. Estoy flotando, totalmente a la deriva. De mi garganta escapa un grito mudo, pero en mi cerebro adquiere unas dimensiones gigantescas. Una imagen trepa como una burbuja hasta la superficie de mi consciencia y estalla como una bomba. ¡Mi funeral! Intento no romper a llorar. El pánico hace estragos en mi estómago. En mi mente relumbran imágenes apocalípticas. Me invade un frío helado, pese al sudor exuberante que puebla mi frente. Tengo que salvar mi pellejo como pueda. Salir y pedir socorro, iniciar el regreso en sentido contrario. Impotente y resignada reconozco que todo es inútil, ya no hay nada que hacer.

Abro los ojos y veo que estoy en el hospital, el doctor se me acerca solícito y me asegura que mi salud estará perfecta y que, si lo deseo, puedo abandonar el hospital.

-       Oye, cariño, -comenta mi madre, efusiva y visiblemente feliz, apretándome la mano- si ni siquiera son las siete de la tarde. ¿Por qué no cenamos en un prestigioso restaurante antes de tomarnos un largo período de vacaciones?

Lunaoscura

Sedúceme


Sedúceme con esa mirada tan tuya,
estreméceme hasta perder la razón,
que con ansías desbordada
mi boca buscara la tuya.

jueves, 23 de mayo de 2019

La fuente de la calle Teya


Mientras torcía la esquina de la calle, Agustín sintió un leve roce en la espalda que le invitó a darse la vuelta. No había nadie, la calle estaba desierta. Eran las tres de la mañana y colonia dormía en una bruma húmeda que le otorgaba un aire tétrico.

Andaba algo fastidiado, por lo que se sentó a reposar su malestar en la orilla de una vieja y abandonada fuente que se encontraba frente a su reciente vivienda. Después de un tiempo, escucho un ligero sonido que salía de la fuente, sonaba con más fuerza que los grillos que se escondían en entre los arboles aledaños. Sorprendido giro su cuerpo hacía la pileta, no recordaba que estuviera en funcionamiento, de hecho, tenía pocos días que le habían quitado la maleza que la cubría desde tiempos inmemoriales, según le había comentado su casera, pero sorprendentemente de la fuente, escapaba el agua en dos pequeños hilillos que componían una melancólica melodía.

Andaba Agustín concentrado en el agua cuando a unos metros creyó ver los pliegues de un vestido blanco que se perdían tras el zaguán de una casa aledaña a la fuente.

Movido por un cierto morbo y mucha curiosidad, se acercó a la casa. El portón de madera estaba cerrado, pero la ventana enrejada de su derecha permanecía entreabierta. Se agachó con sigilo y entornó la vista para buscar una silueta de mujer en la oscuridad, pero el interior de la casa parecía estar acorde con el descanso de sus moradores.

Desilusionado, Agustín volvió a ocupar su asiento. Un dulzón olor a azahar comenzó a nublar sus sentidos. Ensimismado y cabizbajo, Agustín permaneció durante un par de horas en idéntica posición. No calló en la cuenta de que había perdido la noción del tiempo, hasta que el frío lo sacó de su letargo. Vencido ya por el sueño y la desgana, se disponía a entrar a su casa, cuando una voz femenina le sorprendió por la espalda.

-       ¡No te vayas, no me dejes, me siento muy sola! - le susurraba con tristeza.

Agustín se sintió desconcertado, no adivinaba de dónde provenían aquellas palabras, se giró bruscamente para buscar a su dueña, pero no la encontró.

Decidido, se internó por la estrecha callejuela, sintió como una descarga eléctrica que le erizaba los bellos, sintió frío, un frío que se agarraba a sus huesos y le recorría por toda la espalda. Dos gatos gruñían en el alféizar de la ventana por donde Agustín pasaba. Parecían rogarle que no continuara, dudó en darse la vuelta y salir corriendo, pero volvió a entrever el balanceo de la seda blanca al final de la calle. Corrió con todas sus fuerzas al encuentro de la mujer, sus pasos retumbaban como estridentes tambores que cesaron de tocar cuando volvió a encontrarse solo.

-       ¡Sal, da la cara y dime a qué juegas! - el silencio y el maullido lejano de los gatos le respondieron.

Su respiración era agitada y nerviosa. ¿Era real esa voz?, se preguntaba. Retrocedió unos pasos con la intención de dejar esa locura y olvidarlo todo, en su pausado regreso, advirtió una sombra cerca de la fuente. Dudó, pero la curiosidad ganó la batalla.

Se aproximó poco a poco, delante de la pared de cal que servía de fondo a la fuente. Estaba parada una imagen espeluznante de una mujer vestida con un vestido de época de color blanco, de su cuello colgaba un lazo que la balanceaba una brisa gélida. Aquella entelequia abrió sus ojos negros, desplegó sus labios y se dirigió frágilmente a Agustín.

-       Arrepiéntete muchacho, arrepiéntete de tus pecados.

Agustín, no qué contestar. Un terrible sentimiento, muy distinto al miedo, hizo presa a su cuerpo, se dejó caer de rodillas, comenzó a rezar lo poco que recordaba. Con los primeros rayos del sol el espectro se fue difuminado ante el aterrado Agustín.

Lunaoscura.