miércoles, 30 de agosto de 2017

Él

Hoy lo busque,
y lo hallé,
en mis sueños,
en mi locura encendida.

Su amor es lo que anhelo,
es el resplandor en la luz,
la fuerza que me hace ser.

Me sumerge en un sueño
y todas las dudas
son destruidas.

Cuando se muere mi ilusión
y la pena inunda el corazón
es la estrella del mañana.

Cuando me ilumina su pasión
y su amor me embarga la razón,
el mundo es un poco más bello.

Con él me siento tan feliz,
dibuja mis sueños
me arrulla oyendo su voz,
soñando con nunca despertar.


Lunaoscura

De vez en cuando

De vez en cuando pienso,
cuando dijiste  
que yo era la adecuada para ti.

Pero me sentía tan sola,
pero eso era amor,
un dolor que todavía recuerdo.

Mala memoria

Que mala memoria la tuya,
olvidaste el amor que te ofrecí
con miedos y, aun con duda
sobre tus sinceros sentimientos.


Que mala memoria corazón,
no recuerdas que sin miramientos
abandonaste a este amor,
sin importar mis sufrimientos.

Que mala memoria,
no recuerdas todos los sofismas
con los que seducías
a esta que te quería sin condición.

Hoy me he dado a la tarea
de encontrar ese amor que no
quisiste dar, porque ya lo
tenías ofrendado a otra.

Que mala memoria amor…


Lunaoscura

viernes, 25 de agosto de 2017

Quimeras

Conozco tu sentir, y no puedo traicionar ese amor que tienes por mí. Conozco ese sabor agridulce que invade el alma, al amar y no ser amado. Sé cuan triste es mirar y no ver nada, buscar miradas y no encontrar, vamos que lo entiendo bien. Tú me amas, yo lo amo a él.

Nuestros corazones tropezaron en trampas de ilusiones, con más pena que gloria, y más sabor a derrota y hiel. Alimentamos las esperanzas con adrenalina y caladitas de quimeras. El tiempo se hizo paisaje en la memoria difusa y un vacío repleto de nada. Hoy, las mariposas se han disecado y hay que hacer de tripas corazón… Nada más que quimeras. Nada más.


Lunaoscura

Lírica y placer

Recorriendo todos los rincones,
tu lírica y el placer van unidos,
clavando en mi piel los aguijones
y tu cuerpo sin remedio me colma.

La poesía que emana de ti,
me estrecha, pliegue a pliegue,
tan pura, que empezó a sentir
impaciencia por su lascivia chispa.

Un recital de jadeos y gritos
que se derraman en mi cuerpo,
ardiendo en llamas inmisericordes;
néctar de un principio y palpitar de un fin.



Lunaoscura

Desvarío

Hay días que me siento
arder con el viento,
y días que siento.

Hay días que te siento
en el tiempo,
y días en que no estoy siendo.

martes, 22 de agosto de 2017

Mal sueño

Caminaba muy rápido, empezó a correr presa del pánico, oía como los calmosos pasos de su persecutor la acechaban, dio la vuelta a la esquina, todo estaba tan oscuro, oyó sirenas a lo lejos, notaba como su pulso le oprimía las sienes, estaba temblando de terror, miró de lado a lado de la calle, parecía un sitio seguro, se agachó y se sentó en el suelo, arrinconada a un lado de un contenedor de basura. De repente volvió a escuchar los pasos, que sin duda alguna la buscaban entre las sombras de la noche, nuevamente presa del pánico se quedó totalmente en silencio, casi aguantando la respiración, temía tanto que la descubriese, por desgracia, un gato apareció en escena, ella al verlo dio un respingo haciendo un ruido tremendo en el silencio de la noche.

De un solo movimiento se incorporó y echo a correr. Corría. Corría en dirección opuesta al viento, pues este luchaba por arrastrarla. Con una mano sujetaba las faldas de su vestido deseando no caer, no tropezar, el cielo se tornaba más oscuro, pero no le importaba, solo le preocupaba huir, aunque en el fondo sabía que eso era completa y humanamente imposible. Las ramas retorcidas de los árboles se mecían cuando el viento los acariciaba violentamente.

Corría sin aliento a través de la niebla espesa y blanca que creaba fantasmas traslúcidos que parecían reír a su paso. Procuraba no volver la vista atrás, pues sabía que se aproximaba cada vez más, podía sentir su gélido aliento en la nuca.

Exhausta, quiso detenerse, pero el miedo que atenazaba su alma era mayor que todo el cansancio físico que pudiera sentir. Notó cómo las lágrimas resbalaban por sus pálidas mejillas, sabía que estaba irremediablemente perdida.

El viento sopló más fuerte y la empujó hacia su cazador que emitía gruñidos y bramidos. Los cabellos se le agolpaban en la frente y no le permitían ver nada, pero incluso así luchaba. Hasta que sintió que no podría continuar así eternamente. Una mano invisible y fría como el hielo la tocó, había llegado el momento.

Inspiró una excepcional cantidad de aire mientras su rostro perdía toda expresión humana y cayó al suelo. Puesta de rodillas y con recelo, levanto la vista. En la niebla, una pequeña bandada de cuervos negros como la noche la acechaba. Aterrada, se llevó una mano a la boca.

El viento helado que la había derrotado la recorría por dentro, destruyéndola, y la niebla se reía en susurros. Los cuervos la observaban fijamente con sus ojos carmesíes, pero no se movieron. Uno de ellos graznó. Podía sentir cómo de sus ojos volvían a brotar lágrimas, pero esta vez eran tan rojas como los ojos de los cuervos.

Los cuervos se miraron unos a otros y echaron a volar, pero en su despegue se desvanecieron para dar paso a una siniestra sombra negra. Al mismo tiempo, empezó a escuchar voces en la lejanía estaba paralizada y el murmullo se acercaba, agudizó el oído para intentar oír lo que decían, pero lo que oyó no le gusto, intento huir, pero no podía, el miedo la impregnaba todo su ser, su corazón se exaltaba y de pronto se despertó entre sudores.

Se hallaba en una estancia fría, lúgubre, la humedad le calaba hasta los huesos haciéndolo sentir dolor. Se helaba no tenía aliento, no había ni una pizca de luz, la oscuridad y la soledad la envolvían, la ansiedad se estaba apoderando de ella poco a poco.  Estaba de bruces en el suelo, el cristal de la puerta, que se hallaba al lado se había rotó, dejando el suelo repleto de cristales. Una sombra se le acercaba lentamente, un resplandor se le hundió varias veces en su cuerpo. Tendida en medio de un charco de sangre, observó una bandada de cuervos, testigos de su último gemido.


Lunaoscura

lunes, 21 de agosto de 2017

Miradas

Miradas, Mariana Rossi
Entré en la cocina, mientras intentaba mantener una plática tranquila sobre la importancia de la buena imagen con mi mugrienta pantufla izquierda, noté una mirada, una burlona y sarcástica mirada, era esa maldita cafetera observándome con una sonrisa prepotente, tomándome por loca, intenté seguir mi conversación con toda la educación posible, incluso en un momento le pedí que parara de mirarme así…

De repente, mi juicio se nubló para cuando quise darme cuenta la había desconectado, si lo había hecho y además me bebía el fluido de sus entrañas. Disfrute haciéndolo, pero no lo volvería a hacer y menos después de lo que ocurrió.

Todavía sostenía la taza medio llena, cuando nuevamente sentir sobre mí una mirada, una mirada recriminatoria y apenada por la pérdida de una amiga. Era el tostador que me miraba con odio, y apenas conseguía contener el llanto ante la desconexión de su amiga.

Esa mirada fue demasiado para mí, los remordimientos martirizaron mi frágil mente. Intente organizar mis pensamientos, él no tenía culpa, tenía todo el derecho a recriminarme por lo que hice, pero no lo soporte y… le desconecté, si lo hice y fue entonces cuando me empezó a asediar un pensamiento, había acabado con su existencia.

La espada de la justicia pendía sobre mí, un destello de lógica iluminó mi cabeza, sí en vez de matarle sin más le hubiera robando, mi pena se reduciría notablemente…, salte sobre las rebanadas de pan.

En ese momento, Daniel entró en la cocina.

-      ¡Que detalle el tuyo, empezaste a desayunar sin mí! - dijo mientras me miraba fijamente.

Esa mirada no me gustaba nada… era una pena que las personas no tuvieran enchufes.



Lunaoscura

Sentires

Agitaciones que se escriben entre
oleadas salinas de nostalgia,
mar de ideas que se funden en una
ilusión que resucita en el silencio.

Vuelve la rosa y vuelven las espinas
en odas indomables y bohemias
que recorren el fondo del abismo
entre acantilados y laderas.

Sentires que se confunden con anhelos,
estrofas que rozan la atemporalidad
de la muerte
de un te quiero desleído en el tiempo.

Versos amados que extenúan
al límite el alma,
condenándola al olvido salino
del desierto, de la nada…


Lunaoscura

martes, 15 de agosto de 2017

Al otro lado del silencio

Ruego por saber dónde estás…
en alguna estrella que nunca brillo;
rosas marchitas que el viento borró.


Se marchitó el amor,
en un lamento agónico de palabras,
tan amargo como las mentiras.

sábado, 12 de agosto de 2017

Buen amor

Ha pasado tanto tiempo,
por fin me descubrí en tu mirada,
me abrazaste con todos mis defectos.

Dame una mirada, búscame,  
déjame ver tu perversión;
ven y pierde la razón.

Eres ese vicio de mi piel
que no puedo desprender, y
que me domina sin querer.

Yo seré esa luna de placer
que se entrega sin papeles, y
sin reserva.

Seamos, pecado e ilusión,
fiebre del ser
que se entrega sin atribulación.

Tú si sabes quererme,
quédate por siempre,
soy valiente en corresponderte.

Lunaoscura


Insurrección

Esa noche, su amiga había insistido que fueran un rato a divertirse, pensó que tenía razón, así que se dirigieron a un bar cercano, donde su concurrencia, hacía del lugar un mosaico variopinto.

Taciturna, dejaba transcurrir la noche, mientras el bullicio era el fondo de su soledad. Estaba a punto de darle un trago a su copa, cuando un murmullo cadencioso y un poco áspero, le hizo levantar la mirada. Frente a ella, estaba un hombre que mascullaba palabras inaudibles. Atónita, observo como desparpajadamente tomó asiento a su lado.

Ese desplante le resultaba atrevido, pero no podía negar que le agradaba, así que empezaron a hablar de un tema totalmente intrascendente, rodeados de gente sin rostro. Mientras sus miradas entablaban una charla más interesante que sus cuerdas vocales.

Cada uno, por cuenta propia, inventaban un lenguaje clave que resultó ser el mismo, se entendían, aunque querían pensar que no, que todo era producto de su imaginación, una mala pasada de sus obscenos subconscientes.

Cualquier señal obvia que alguno se atrevía a lanzar era totalmente omitida y borrada por el otro; hasta que todo aquello, les hacía morderse los labios intentando ahogar la realidad, esconderla, camuflarla. Era triste construir una verdad falsa y obligarse a seguirla, intentando creértela.

El miedo corría por las venas de Ariana, se le encogía el corazón, por mucho que se etiquetara como liberal y el “vivir el momento” estaba igual de podrida que el resto de la humanidad, tan llena de complejos y de prejuicios, que le impiden salirse del camino marcado.

Mientras esas miradas tan llenas de pasión se iban apagando, Ariana, tenía una férrea lucha interna, no quería arrepentirse más tarde por no saber “que hubiera pasado si”. Ahora era cuando le tocaba hacerse la sorda al susurro de su conciencia: “eres una buena chica, siempre haces lo correcto. ¿De qué le había servido?

Dejó caer su mirada, incrédula y lasciva, en ese cuerpo viril, tan deseable. Ansiosa e impaciente, recorrió la frontera que la separaba de sus perversos pensamientos y esa piel.

Estiro un dedo, dibujo la línea de la ropa en el aire, a escasos centímetros de la piel de él, para sentir el dulce y ansiado calor.

A pesar de todo, tal vez esa noche, no iba a morir de frío.


Lunaocura

Mariposas muertas

¿Quién te dijo, de parte de quién?
que tus idas y venidas, tus silencios y reclamos
conquistarían mi amor.

martes, 8 de agosto de 2017

La rosa negra

Tenía la esperanza en que él muy pronto le declararía su amor. Después de todo, casi un año había pasado desde que aquel extraño hombre comenzó a entregarle una rosa roja casi diariamente. Y aunque él solo se limitaba a hablar de cosas cotidianas e intrascendentales, siempre la miraba de manera absolutamente inquietante.

A cada flor la acompañaba una pequeña tarjetita con un número represivo, escrito con tinta roja; lo que hacía pensar a Corina que eran los días que faltaban para que él por fin diera el primer paso para proponerle una relación amorosa. Qué romántico es, pensaba ella.

Aquella noche, se arregló más que nunca.  Llegó a la misma hora de siempre al bar en donde se habían conocido, y como era su costumbre él ya se encontraba en la mesa del fondo.

Se acercó para saludarlo, pero se sorprendió de recibir una rosa de color negro, aunque estaba absolutamente contenta, pues la flor de ese día era la del número cero.

El resto de la velada transcurrió con platicas de sobre mesa, pero él parecía algo tenso, por lo que Corina le preguntó sí pasaba algo. No en absoluto, fue la respuesta de él. Después de unos minutos, el hombre se disculpó y abandono el lugar con el desconcierto y frustración de la chica.

Tres días después, encontraron a Corina en su departamento, se hallaba recostada en su cama con una sensual bata de seda negra, sin una sola gota de sangre y una rosa negra tatuada en el pecho.


Lunaoscura

La gente sombra

Daniela cenaba en su casa. Estaba sola, los niños estaban de vacaciones con su ex-marido.  Su única compañía en esa vieja casona era Mechas, su pastor alemán. De pronto, todas las luces se apagaron. La mujer se sobresaltó, pero continuó comiendo. Al fin y al cabo, solo los niños le temen a la oscuridad, ¿no?

Alcanzó el tenedor y se llevó un gran trozo de carne a la boca. En ese momento un fuerte sonido en el piso de arriba hizo que el utensilio se le cayera de las manos. Las orejas del perro se erizaron y comenzó a gruñir. Daniela cogió el cuchillo y se dirigió hacia la caja de fusibles. Cuando miró, se percató de que todos estaban levantados. Sin embargo, la luz seguía sin aparecer.

Otro ruido, como de algo cayendo contra el suelo, sonó justo sobre su cabeza. El perro salió corriendo y ladrando hacia el piso superior. Mientras, Daniela sujetó con fuerza el cuchillo y con la mano libre tanteó en unos cajones cercanos en busca de su linterna. La encontró. Las manos comenzaban a temblarle mientras los ladridos del perro sonaban en la lejanía, pero se acercaban. El intruso estaba justo sobre su cabeza.

Se encaminó a la sala. La entrada de la casa era enorme, al lado de ella se divisaban los primeros peldaños de una gran escalera. El sudor perlaba su frente y deslizaba en forma de grandes gotas por su rostro. En su mano izquierda la linterna iluminaba aquel lugar al que Daniela dirigía su mirada. En la otra, el cuchillo de la carne, con el filo aún lleno de grasa, se elevaba firme a la altura de su pecho.

Avanzó hacia la escalera. Se paró a los pies y miró hacia arriba. Todo era oscuro, solo la leve luz de la luna, transformada en una blanca y brillante línea, atravesaba longitudinalmente la sala hasta casi la puerta. Entonces Daniela se percató de que el ladrido del perro había cesado. Quiso llamarle, silbar, pero el cuerpo le traicionó, presa del pánico. Se culpó de su cobardía.

Después de un largo y horrible silencio, decidió avanzar, y en el mismo instante en que posaba su pie sobre el primer escalón, se oyó un fuerte aullido y acto seguido, el cuerpo del perro cayó justo a su derecha. Aterrada, se esconde justo en la escuadra que se forma en el ascenso del primer escalón y la pared.
En ese momento, la manilla de la puerta de entrada se empezaba a mover, alguien intentaba abrirla desde el exterior, los ojos de Daniela se abrieron tanto que parecían dos globos hinchados a punto de estallar.

La puerta se abrió, dejando entrar una silueta oscura, que carecía de boca y ojos, su aspecto ciertamente era aterrador. Su movimiento era extremadamente rápido y desarticulado. Daniela estaba helada, no daba crédito a lo que veía.

Eran ya las tres de la mañana, cuando un ruido irrumpió el silencio de nuevo, Daniela subió los escalones pisándolos con cuidado para no hacer ruido, al llegar a su cuarto, la sombra estaba justo frente de ella, del ente emanaba una fuerte energía negativa. Daniela, estaba paralizada, no podía mover un solo musculo, sentía como la energía vital le abandonaba el cuerpo, parecía que esa sombra se alimentaba de ella, esto duro varios segundos, después la sombra desapareció a través de la pared.

Trató de darse la vuelta y huir, pero algo le agarró por detrás. Entonces una voz de ultratumba sonó en su cabeza, ¿Qué somos nosotros, te preguntas? Somos todos esos gritos que nadie escuchó. Nosotros . . . somos sombras.

La luz de la linterna se apagó. Daniela no fue capaz de emitir sonido alguno. Al cabo de unos momentos su alma abandonaba su cuerpo para siempre.

La explicación que se dio la policía fue la de homicidio premeditado. Pero el dictamen que acompaña el archivo en la zona de casos cerrados apuntaba lo siguiente: Caso relacionado con otros 666. Asesino: La gente sombra. Caso Cerrado.


Lunaoscura

viernes, 4 de agosto de 2017

El cuervo

Un manto negro se extendía cubriendo de sombras las calles adoquinadas del pueblo. Un frío extraño recorría los caminos, acompañado de una neblina fina y delicada como un paño de algún tejido vaporoso. Solo la luz mortecina de unas lámparas iluminaba la penetrante oscuridad; las estrellas parecían haber abandonado su morada en el cielo, y la Luna también.

Sus pasos torpes rompían el silencio. Era consciente de que era el único que deambulaba por el lugar, pero eso no le preocupaba demasiado; había oído las historias que contaban los ancianos y su curiosidad le animaba a investigar. Sujetaba su gabán como único abrigo y no cesaba de mirar hacia atrás.

Entonces, apareció ante sus ojos, levantado sobre una colina levemente escarpada, el cementerio con sus pétreas lápidas carcomidas por el tiempo y el abandono, los tiesos cipreses que rozaban el cielo y la misma neblina que envolvía al pueblo, solo que más espesa.

Avanzó con el miedo por bandera y sintió un escalofrío que le recorría la espalda al traspasar la verja metálica, que al abrirse chirrió. Dos columnas flanqueaban la puerta, en ellas se enroscaban hiedras y estaban coronadas por terribles gárgolas. Al entrar, notó que allí el frío era más intenso. Observó a su alrededor. Las tumbas se agolpaban unas sobre otras, las lápidas torcidas y cubiertas de moho, huesos misteriosamente esparcidos por el suelo. Se estremeció, pero continuó adelante.

Un cuervo negro graznó en la rama de un árbol seco y de retorcidas ramas grises. A la distancia, se escuchó un aullido. Ésos eran los únicos sonidos que lo acompañaban.

Sabía que no debía estar allí, no solo porque el lugar era tremendamente terrorífico, sino porque se hallaba en la mansión de los muertos y, según se decía en el pueblo, a éstos no les gustaba que irrumpieran su propiedad.  Se sentía como un transgresor de una norma inviolable, pero estaba dispuesto a desmentir esa superstición idiota. Porque, en el fondo, no era más que una superstición. Era un cementerio corriente, y lo demostraría a todos cuando por la mañana regresara sin un rasguño.

Una estatua se erguía en la cima de la colina y suponía, por tanto, que había llegado al centro exacto del cementerio. Respiró aliviado y observó el poco amable semblante del retratado. Luego, advirtió que, en el pedestal, había una inscripción medio enterrada en la tierra y cubierta por la hierba. Se acercó para leerla, apartando las plantas. Le costó bastante descifrar el mensaje, estaba escrito en latín:  Gratam vestri destination. Cuando lo hizo se sobresaltó de tal modo que se apartó de la estatua y fue a dar con sus huesos en el suelo.

La caída le dolió, pero apenas la sintió porque el terror lo había apresado sin miramientos. “Bienvenido a tu destino”, eso rezaba la inscripción. Su respiración se volvió agitada, hasta el punto de que tomar aire supuso una enorme tarea para él, un sudor gélido, nada relacionado con el sofoco, recorrió su frente.

Se levantó y miró en derredor. Se echó a temblar. La niebla había cobrado vida, no era informe como antes, sino que se habían formado figuras fácilmente visibles, sombras que lo observaban carentes de ojos y de expresión. Se deslizaban lentamente hacia él, mientras retrocedía. Intentó gritar, pero no fue capaz. Preso del más grande de los pánicos, trató de huir, pero no pudo. Una fuerza invisible lo anclaba a la tierra. Sus ojos aterrados paseaban por cada uno de los espantos, buscando en ellos el perdón que no parecía conseguir.

La niebla, los espíritus, lo que fueran, emitían siniestros graznidos, tan agudos que resultaban molestos al oído humano. Cuando las fantasmagóricas apariciones cerraban un círculo en torno a él, éste pudo emitir un grito de espanto. Súbitamente, en su piel se abrieron profundas heridas de las que manaba abundante sangre. Él las miraba horrorizado y alzaba los brazos al aire suplicando clemencia, pero de nada le sirvió.

En medio de tal suplicio, un cántico siniestro lo envolvió antes de no saber nada más: Gratam vestri destination. Nunc etiam esset unus ex nobis. (Bienvenido a tu destino. Ahora eres uno de nosotros)


Lunaoscura

Una calada más

Volvemos a tropezar en trampas de ilusión,
más de media vida arremetiendo contra el cristal de la realidad
con más pena que gloria, y más sabor a derrota.

Alimentando esperanzas con adrenalina y calando quimeras,
sumergiendo los sueños en hiel;
las mariposas se han disecado en las tripas.

Hay personas de corcho que ya no sienten nada,
pero yo soy de goma y sí siento…
Tu piel que provoca mi locura hasta el amanecer.

Vamos, prometo despertar tus más oscuros deseos;
somos el uno para el otro.
Tú con tu locura y yo que ya estoy loca.


Lunaoscura