martes, 13 de enero de 2015

La Española

Ahí se encontraba ella, como había acordado con él, en el Caribe, en la isla La Española, hacia tanto tiempo de ese acuerdo que, parecía hecho en la otra vida. Por fin podrían estar juntos, después de tantos inconvenientes.


Esa mujer, desparpajada en la playa, recostada sobre la hamaca con su sombrero al lado, divisaba el horizonte, no era la misma que años atrás hizo el pacto que, tenía grabado en su corazón. Hoy era el día que había que cumplirse.

Hundida, en sus sentimientos de alegría y angustia, le sobresalto, una duda. ¿Él, tendría presente el acuerdo o se habría olvidado, después de tantos años?

Trato de anular esa zozobra. 

El tiempo transcurría, una sombra empezó a empañar su anhelo, él no llegaba.

No falta mucho para que el sol se ocultara, sobre sus mejillas se deslizaron dos lágrimas de desilusión y nostalgia. La promesa, parecía que nunca se cumpliría. 

Con ánimo abatido, se levanto lentamente de la hamaca, nunca había sentido tanta tristeza, su mente empezó a jugar con sus sentimientos. Era verdaderamente, una ilusa, ¿cómo podía creer que, alguien que nunca la conoció realmente, pudiera estar haciendo una promesa de esa naturaleza? Sólo a ella.

Lentamente, se alejó de la playa con un deseo profundo de que, no fuera cierto lo que estaba pasando. De ves en ves, volteaba hacia las palmeras con el deseo de que él llegara.

Sus lágrimas no se detenían, el corazón le palpitaba muy rápido, sentía deseos de desaparecer.

Poco a poco, ella fue invadida por un sentimiento de rabia, al sentirse burlada. No sabía, si llorar, por ser una estúpida romántica o porque para él, la promesa y lo dicho fue sólo un pasatiempo intrascendente.

Estaba a punto de llegar a la entrada del hotel, en donde esa mañana se había hospedado, volteo por última vez, hacia el lugar de la cita, para comprobar que, él no estaba.

En ese instante, un hombre a lo lejos hacia señales con los brazos en alto, gritando algo incomprensible. Ella se detuvo, sintiendo que la sangre se le paralizaba y el corazón quería salirse de su pecho, de esperanza o susto, eso no lo sabía.

Inmóvil, veía que el hombre se aproximaba.

Cuando estuvo a unos cuantos pasos, ansiosa esperaba ser reconocida o reconocerlo. Kubilay se estuvo, sus ojos se encontraron, sin  mediar palabras ambos se reconocieron. Se dieron un abrazo  que, había tardado toda una vida.

Ambos tomados de la mano, se dispusieron a hacer realidad, el pacto hecho en otra vida.

Lunaoscura


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