miércoles, 30 de octubre de 2019

Me hubiera gustado…

Me hubiera gustado hacerle entender que cuando se trata de querer no existen límites, y no me refiero precisamente a las acciones, si no a las personas.
Me hubiera gustado hacerle entender que no importaba si había querido a muchas o pocas mujeres, lo importante era el aquí y el ahora.
Me hubiera gustado hacerle entender que no por malas experiencias el resultado sería siempre el mismo, que no importaba si fallaba alguna vez, si no, que fuera capaz de darse cuenta.
Me hubiera gustado hacerle entender que las palabras “querer” y “perfecto”, jamás irían juntas. Pero más que todo, me hubiera gustado hacerle entender que yo lo quería y solo eso importaba.

Lunaoscura

En las sombras

Ausencia no es olvido
te amo en el recuerdo
te extraño en mis sueños
acurrucada en la oscuridad.

Sin dormir
algunas veces me siento 
fuera de lugar
esperando en las sombras.


sábado, 14 de septiembre de 2019

Mentís


Han pasado más de mil noches, las emociones se han debilitado. Persiguiendo las sombras de recuerdos o ideando recuerdos imaginarios, para mantener firme el presente. Sonrisa furtiva, ojos esquivos. Auto engaño de haberlo logrado, pero no es más que otro estancamiento. Intentar de mil formas vencer la paz impuesta. Reír con dolor y llorar por reír. Convencerse de que es posible ser feliz en las peores circunstancias. Alegrase de ser capaz de entristecerte. Llorar con lágrimas ajenas, todo para desprenderse del miedo...

Lunaoscura

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Demasiado tarde


No hay lugar para la tormenta,
es demasiado tarde,
todo el amor que sentía
lo deje en el olvido.

No digo que sea mi final,
solo pienso que he perdido
de nuevo y como una piedra
voy cayendo.

Good bye


Es triste darme cuenta,
que me tuviste frente a ti,
acariciaste mi piel
y recorriste mi cuerpo,
pero jamás viste a la mujer
que con integridad
te ofrecía un amor de verdad.

miércoles, 28 de agosto de 2019

La condena


En la distancia se oye un lamento. Un grito lastimero, que estremece el alma y provoca un incontenible escalofrío de amenazador terror.

José abre de golpe los parpados, dejando ver unos ojos tremendamente enrojecidos, cegados por la luz de la lámpara de mesa, que impregna toda la estancia con una brillante luz amarillenta. El hombre gira la cara hacia un lado para evadir la molesta luz, incorporándose sobre la cama.

Esas agobiantes escenas de desesperación que se proyectaban en sus sueños no eran normales. Pero eran tan reales, tan palpables, tan mortales, que ya se había sentido morir varias veces, estaba prácticamente convencido de que la sensación, llegado el caso sucedería realmente.

Porque, además, en el fondo de su alma sabía que la verdad no podía ocultarse eternamente y cuando fuese develada, el vengador acudiría para matarlo. Lo supo desde la noche en que hubo cometido el crimen, aunque hubiese acontecido bajo el influjo del alcohol, no dejaba de ser un crimen.

Después de unos minutos y algo relajado ya de la agitación después del sobresalto, José vuelve a tumbarse pesadamente en la cama, la cual le responde con un chirriar de resortes.

-Otra vez la misma pesadilla –dice para si con voz entrecortada-. Necesito dormir alguna hora seguida, si no quiero que se me vaya aún más la cabeza. Pero no podría, aunque quisiera. Genial, estoy volviendo a hablar solo…

Tras unos minutos de inmovilidad, busca en el primer cajón de la mesita de noche, protegiéndose con una mano los ojos de la luz. Finalmente saca de entre las cosas un botecito, somníferos, y se queda mirando de cerca la etiqueta unos instantes.

-Maldición, no quiero acabar enganchado a esta porquería.

A pesar de ello, abre descuidadamente el bote, cayendo algunas pastillas sobre la cama. Una vez recogidas, las sopesa en la palma de la mano, y sin contarlas exactamente se las lleva a la boca. El sueño se apodera de él transcurridos unos minutos.
La lámpara quedo encendida, y a José le parece, sin saber si ya es parte del sueño o de la vigilia que las sombras que produce se alargan eternamente por el piso. Las pesadillas regresan nuevamente, pero los sedantes no le permiten despertar.

José está claro que no pode cambiar el destino, la suerte estaba echada y las cartas a la vista de todos. Resultaba inútil pretender cambiar los designios. Esperó, a que su ejecutor llegara. No tardó mucho.

Cuando ambos se vieron, ni el traidor ni el inocente dijeron nada. Ni una palabra de súplica o un gesto de perdón. Nada, ni preguntas ni respuestas. Solo unos gritos desgarradores cuando su verdugo le perforó la piel una y otra vez con el cuchillo. Moría ante los ojos del que había sido su mejor amigo, quien lo observaba acumulando en un mismo sentimiento el odio y los celos que sentía hacia él, y el amor y el deseo que sentía hacia ella… entonces, escucho la alarma del reloj. Y despertó.

En tanto, los vecinos del edificio comentan de los gritos desgarrados que se escuchaban cada noche.


Lunaoscura

Un día en la gran ciudad.


Un gran embotellamiento ha inmovilizado completamente al tráfico en el centro de ciudad. Los coches se encuentran apelotonados en completo silencio, llevan tantas horas varados que los conductores han perdido todo deseo de gritar o de accionar la bocina. Bueno, no todos, hay una conductora cuya paciencia la ha abandonado desde hace rato. Tan así, que ha apaleado el volante que se ha amoratado las manos, y su bocina se había quedó afónica.

Santa, es el nombre de la conductora furiosa, desesperada decide finalmente salir del coche y se dirige al foco del atolladero para ver qué pasa. El resto de los conductores se asoma por las ventanillas para ver a la furibunda mujer. Los niños la señalan con burla, pues los rasgos de su cara parecen un dibujo animado enfadado.

Eso a Santa no le importa.  -Como llegue tarde al aeropuerto mato a alguien. -pensaba para sí la mujer- Más vale que haya un buen motivo… o si no… o si no… -.

Absorta y tras caminar varias cuadras, cerca de la calle de Ayuntamiento, observa un grupo muy numeroso de gente que está tapando la fuente del atasco. Había mucha gente haciendo fotos con sus teléfonos móviles y riendo de felicidad. Esto enfureció aún más a la mujer, que no podía entender cómo la gente podía disfrutar de esa situación.

Ya casi había llegado. Estaba a muy poquitos metros, pero caminar entre tanta gente era muy difícil. El calor humano le hizo sudar aún más, pero siguió avanzando con la determinación de un general decidido a enfrentarse a su mayor enemigo.

– ¡Foto, foto! -gritaba la gente.
– ¡Qué bien que estén aquí! -gritó una señora mayor cuya voz provenía del frente - ¡Esto va para la…! -la señora calló al sentir la presencia asesina de Santa, quien avanzaba a codazos y empujones, cortando la algarabía a los mirones.

Por fin llegó a l origen del atascamiento. La pobre cayó al suelo de rodillas nada más de ver el panorama e intentó gritar de desesperación, pero las horas de deshidratación bajo el sol abrasador impidieron que sus cuerdas vocales vibraran. Tras resignarse a la verdad, Santa se levantó del suelo y volvió hacia su coche. A sus espaldas se encontraba la pareja presidencial, organizando el festejo del dieciséis de septiembre. El presidente alzó la mirada al ver a la joven marcharse y dijo con cierta indiferencia a su cónyuge:

– Hay crisis. ¡Mi México lindo y querido!


Lunaoscura