miércoles, 28 de agosto de 2019

Un día en la gran ciudad.


Un gran embotellamiento ha inmovilizado completamente al tráfico en el centro de ciudad. Los coches se encuentran apelotonados en completo silencio, llevan tantas horas varados que los conductores han perdido todo deseo de gritar o de accionar la bocina. Bueno, no todos, hay una conductora cuya paciencia la ha abandonado desde hace rato. Tan así, que ha apaleado el volante que se ha amoratado las manos, y su bocina se había quedó afónica.

Santa, es el nombre de la conductora furiosa, desesperada decide finalmente salir del coche y se dirige al foco del atolladero para ver qué pasa. El resto de los conductores se asoma por las ventanillas para ver a la furibunda mujer. Los niños la señalan con burla, pues los rasgos de su cara parecen un dibujo animado enfadado.

Eso a Santa no le importa.  -Como llegue tarde al aeropuerto mato a alguien. -pensaba para sí la mujer- Más vale que haya un buen motivo… o si no… o si no… -.

Absorta y tras caminar varias cuadras, cerca de la calle de Ayuntamiento, observa un grupo muy numeroso de gente que está tapando la fuente del atasco. Había mucha gente haciendo fotos con sus teléfonos móviles y riendo de felicidad. Esto enfureció aún más a la mujer, que no podía entender cómo la gente podía disfrutar de esa situación.

Ya casi había llegado. Estaba a muy poquitos metros, pero caminar entre tanta gente era muy difícil. El calor humano le hizo sudar aún más, pero siguió avanzando con la determinación de un general decidido a enfrentarse a su mayor enemigo.

– ¡Foto, foto! -gritaba la gente.
– ¡Qué bien que estén aquí! -gritó una señora mayor cuya voz provenía del frente - ¡Esto va para la…! -la señora calló al sentir la presencia asesina de Santa, quien avanzaba a codazos y empujones, cortando la algarabía a los mirones.

Por fin llegó a l origen del atascamiento. La pobre cayó al suelo de rodillas nada más de ver el panorama e intentó gritar de desesperación, pero las horas de deshidratación bajo el sol abrasador impidieron que sus cuerdas vocales vibraran. Tras resignarse a la verdad, Santa se levantó del suelo y volvió hacia su coche. A sus espaldas se encontraba la pareja presidencial, organizando el festejo del dieciséis de septiembre. El presidente alzó la mirada al ver a la joven marcharse y dijo con cierta indiferencia a su cónyuge:

– Hay crisis. ¡Mi México lindo y querido!


Lunaoscura



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