miércoles, 26 de julio de 2017

Bahía de Santispac

Con un movimiento felino, lento, suave, preciso y precioso se desperezó, atando mi deseo a su piel de marfil y a esos ojos de brillo caprichoso que se arropaban en el ronroneo de mis anhelos. Sonido de súplica y al mismo tiempo de orden. Mi piel y mis labios abrazaron a los suyos, uniéndonos en una sola respiración, un solo cuerpo y un solo deseo.

Respiración acelerada, torsos que suben y bajan con el rítmico frenesí de nuestra danza. Justo cuando creía que mi corazón iba a estallar y que me moría de placer, una sonrisa tan caprichosa como sus ojos de gato apareció en su cara.

Empujó mi pecho hacía atrás y se poso sobre mí. Pude ver nuestros cuerpos brillar bajo la luz de la luna.  Sus ojos volvieron a brillar con una sonrisa viciosa, se inclinó buscando mis labios en una caricia que empezó desde el ombligo, pero justo antes de tocar mis labios con los suyos se detuvo, quemándome de deseo y hambre, de capricho y locura. Con la cordura arrebatada me lancé a esos labios en un ágil movimiento. Durante una fracción de segundo se quedó atónito y yo solté una risa maliciosa.

No podía dejar las cosas así, me cogió de las caderas, tumbándome sobre la arena. Lo miré, le di un rápido beso y al mismo tiempo una mano acariciaba su pecho y la otra bajaba hasta sus muslos. Lo volví a mirar, me despedí con otro beso fugaz y saboreé cada milímetro de su piel, hasta que vi que ese poderío felino, ya no estaba en sus ojos, ahora estaba yo, reflejado en el lustre de su locura y su deseo desesperado.

Rápidamente recuperamos el tango por donde lo habíamos dejado. Gotas de sudor perlaban nuestros cuerpos y oíamos nuestros corazones al unísono por detrás de gemidos y jadeos. De repente soltó un débil grito y me empapó en su placer, produciéndome tal éxtasis con el suyo que sin poder evitarlo le correspondí.  Nos dormimos abrazados bajo la luna envidiosa de Santispac.


Lunaoscura

Un empleo demencial

Amelia estaba desesperada, no encontraba trabajo y su economía estaba ya muy comprometida. Había entregado su currículo vitae por todos lados o donde pensaba que tendría una pequeña oportunidad.

Una mañana, mientras iba en busca de trabajo por el centro de la ciudad, le llamó la atención un establecimiento con una fachada muy sobria. En la puerta de entrada había un cartel, en el que se leía. “Se busca personal”

Sin dudarlo un segundo entró. El interior, era como la fachada. Amelia avanzó hasta el mostrador, donde se encontraba una mujer de mediana edad, su apariencia era seria y solemne, su tez blanca estaba enmarcada por una tupida melena ondulada y oscura, y su mirada era penetrante y vivaz.

Amelia, se presentó y señalo el motivo de su presencia en el lugar. La mujer le dio la bienvenida y se presentó. Su nombre era Claudia.

Después de una breve entrevista, donde se le explicó el trabajo a realizar, horarios y salario, Claudia comentó:

-       Quizá le extrañe el tipo de puesto de trabajo que ofrecemos, pero déjeme que le explique desde el principio. Está usted ante un nuevo proyecto que viene de Estados Unidos. Allí se gestó la iniciativa y recibió por nombre The anger room.

La chica no tenía idea alguna de lo que se suponía que era The anger room. Se preguntaba cuál sería su significado. Claudia, no tardó demasiado en seguir explicando mientras comenzaban a recorrido por las instalaciones.

-       Se preguntará qué se esconde tras este concepto… Verá, el creador de esta empresa es el Doctor Mattus, un conocido doctor en Psicología de la conducta cerebral reptiliana y experto en Psiquiatría. El doctor, tras años de investigación y basándose en los tiempos de respuesta de conducción neuronal, decidió centrarse en el estudio de las emociones básicas, aquellas que vienen provocadas por la parte irracional del cerebro, las que no somos capaces de procesar antes de ponerlas en marcha por decirlo de algún modo, ¿me sigue?

Amelia empezaba a asustarse, no le gustaban los psicólogos ni los psiquiatras y mucho menos aquellas instalaciones blancas e impersonales, que le recordaban a lo que en las series y en las películas solían corresponder a los manicomios o centros de rehabilitación de gente muy desequilibrada.

Amelia observó que Claudia le miraba extrañada, con los labios fruncidos. Se dio cuenta de que esperaba una respuesta.

-       Eh, esto, sí, sí, claro, continúe.

-       Bien, como le iba diciendo, de todas las emociones básicas, el doctor Mattus, decidió desentrañar una de ellas, la ira. Estudió su mecanismo durante mucho tiempo y se dio cuenta de que muchos de sus pacientes necesitaban un espacio para poder expresarla, un espacio que por aquel entonces no existía. Y eso es lo que ofrecemos aquí. Ofrecemos un espacio en el que las personas, de forma puntual, puedan expresar su ira sin miedo a represalias o a poder ser considerados “peligro público”.

-       Eso le sonaba raro y peligroso, pero pagaban bien y no eran muchas horas, pensaba la chica- Entonces, el significado exacto de The anger room, ¿cuál es? - Pregunto Amelia.

-       ¿No es evidente? Habitación de la ira. Pero hemos querido conservar el nombre original porque le da un toque más chic y porque “habitación de la ira” suena como a película de terror.

-       La verdad es que sí -, admitió Amelia.

La mujer siguió contándole del proyecto, dándole detalles, cifras y los servicios que ofrecían. Era extraño, pero nadie podía decir que no fuese novedoso.

-       Entonces, ¿qué le parece? - preguntó Claudia- ¿Le interesa el puesto, señorita Domínguez?

Amelia dudó. Era un puesto de recepcionista, las condiciones eran inmejorables, el sueldo era bueno. Era una histérica, pero todo aquello le daba “cus cus”.

Después de unos minutos, aceptó. Aquella misma tarde firmó el contrato para poder empezar a la semana siguiente y se marchó a su casa contenta, dispuesta a disfrutar del fin de semana.

Durante su último fin de semana de desempleada, se puso a repasar lo que aquella mujer le había explicado.

Los clientes realizaban un test, no sabía qué se preguntaba en él. Posteriormente, pasaban a una consulta, en la que eran atendidos por un psicólogo y un psiquiatra. Y más tarde, se les entregaba un presupuesto de lo que podía costar su “terapia”. Además, los clientes tenían que firmar una cláusula antes de acceder al servicio que ofrecían.

Además, las salas eran a prueba de ruido y estaban monitoreadas “por lo que pudiera pasar”, le había indicado Claudia.

Llegó el primer día de trabajo, Amelia se levantó con un escalofrío. Trató de tranquilizarse y se preparó para salir.

Se sentó en el escritorio dispuesta a no hacer nada, pues la clínica estaba totalmente vacía, pero estaba equivocada. A los diez minutos de empezar su jornada sonó el timbre de la puerta.

Abrió. Tras la puerta se encontraba una mujer menuda, delgada, muy elegante. Iba vestida con una blusa blanca, pantalones negros de vestir y zapatos rojos de tacón. Tenía el pelo recogido en un moño y los labios color carmín.

-       Buenos días, vengo para agendar mi cita a las siete de la tarde, si es posible- dijo con una voz dulce y suave.

-       Amelia cogió la agenda y preguntó- ¿Podría facilitarme su nombre y su número de teléfono? -  Apuntó la cita y despidió a la mujer.

A lo largo de la mañana recibió alguna que otra llamada preguntando por los servicios que se ofrecían, pero al ver que no tenía mucho que hacer decidió dar una vuelta por las instalaciones desviando la central telefónica a su teléfono móvil.

Durante su recorrido, le llamó la atención una de las salas que estaba abierta. En ella había un pijama blanco, pintura roja y unos platos de cristal. En la siguiente sala que encontró abierta, había una cama con sábanas negras de un tejido que parecía satén y cuerdas.

Amelia no pudo evitar pensar que más que “la habitación de la ira”, aquello tendría que llamarse “la habitación de las perversiones”. No pudo evitar, imaginar que tipo de servicio habría solicitado la mujer elegante que había atendido. Seguro que su sala se parecería más a la de las sábanas de satén.

Pasó la semana y ella se dedicó a tomar llamadas, informar y apuntar citas en la agenda. Le extrañó que todos los usos de las habitaciones fuesen fuera de su horario de trabajo.

A la semana siguiente, la primera mujer que había inscrito en la agenda, Anik Bisset, volvió a preguntar por la disponibilidad de la psicóloga y el psiquiatra para concertar una entrevista. Su apariencia era más frágil y más cansada. Su piel había adquirido un color cetrino y enfermizo.

Le preocupo en demasía su aspecto, por lo que decidió llamar a la sala de cuidados mentales y según lo que le indicó la secretaria, la señorita Bisset, tenía que dirigirse directamente a la sala en lugar de solicitar una cita para más tarde.

Días después, en uno de sus recorridos encontró una sala llena de monitores. Imaginó que allí era donde quedaban registradas las sesiones de los pacientes. Le llamó la atención ver en uno de los monitores la imagen congelada de Anik Bisset. La curiosidad mató al gato.

No sabía si podía ver los videos, pero buscó como ponerla en marcha y observó.

Anik Bisset, estaba en la sala que ella ya había visto antes. En la que había un pijama blanco, pintura roja y unos platos de cristal.

Lo primero que hizo la mujer, fue quitarse la ropa y ponerse el pijama blanco. Después se sentó en el centro de la habitación y se mecía, hasta que en medio de una especie de convulsión erguía la cabeza, aunque no podía oírse, Amelia podía ver que gritaba.

La cara de dolor de aquella mujer era conmovedora. Amelia avanzó el video hasta que cambió la imagen. Según indicaba la grabación, la mujer había gritado durante más de media hora. Lo siguiente que hizo Anik Bisset, fue coger la pintura roja y pintarse pequeñas cruces sobre el pijama blanco.

Tras dibujar sobre la tela, fue directo a la pila de platos. Cogió uno de ellos y lo estrelló contra la pared. Así uno a uno los treinta y seis platos que formaban aquella pila. Había pedazo de cristal que le saltaban a la cara y ella ni se inmutaba.

Amelia estaba acongojada, no sabía qué podía hacer sufrir tanto a aquella mujer. Lo siguiente que hizo esa mujer, fue lo que más le impresiono. Empezó a coger los trozos de cristal con las manos. Tenía las palmas sangrentadas y tras valorar cuál era el pedazo más grande, se lo clavó en una de las cruces que había dibujado en el pijama.

No quedaba rastro de elegancia en aquella mujer. Amelia cerró los ojos, rogando que no llegase a coger otro trozo de cristal, no quería ver cómo lo hundía en su cuerpo. Y así fue, en ese momento la puerta de la sala se abrió y aparecieron dos hombres que se llevaron a la mujer.

Amelia, nerviosa intentó dejar todo como lo había encontrado. Por mucho que lo intentaba no podía sacarse la imagen de la mujer insertando los añicos de los platos en su propia carne. Tenía ganas de buscar su teléfono, e indagar si estaba bien.

Esa noche no pudo dormir. Cada vez que cerraba los ojos veía manchas de sangre y creía oír los gritos desesperados de dolor de alguien, en alguna parte.

A la mañana siguiente se levantó decidida a renunciar.

-       No hay dinero en este mundo que pueda pagarme por ser cómplice de esto- pensó Amelia.

Antes de llegar al edificio, recibió una llamada de Claudia, la mujer que le había dado el puesto de trabajo. Quería hablar con ella antes de que iniciara su turno.

Cuando abrió la puerta, lo que encontró al otro lado de la puerta, la inquietó enormemente. Allí estaba Claudia escoltada por dos hombres.

-       Querida Amelia, - comenzó Claudia - hemos podido comprobar que eres de naturaleza curiosa y, verás, una de las cosas que se exige para este puesto es la discreción. Sabemos que has visto una de las sesiones. Esto implica que tienes que pasar a la sala de cuidados mentales.

Amelia no tuvo tiempo de reaccionar. Los dos hombres, le sujetaron de los brazos y se la llevaron arrastrada.

La introdujeron a una sala. Dentro de la sala sólo había un taburete y estaba excesivamente iluminada. La luz le hacía daño en los ojos. De repente se oyó una voz.

-       ¡Siéntese!

No sabía dónde debía mirar puesto que no tenía ningún interlocutor a la vista. Obedeció.

-       Imaginamos que ya habrá adivinado lo suficiente sobre Anik Bisset… Aunque, si ha vuelto quizá no sepa nada.

-       Yo… sé que haber visto el video fue un error, creí que no pasaría nada, lo siento, déjenme salir, ¡por favor! -  No podía creer su mala suerte, le parecía estar viviendo una pesadilla.

-       Sí, ha sido un error… Exactamente el mismo que cometió Anik Bisset.


Lunaoscura

martes, 18 de julio de 2017

Un dulce despertar

Un rayo de sol entró por la ventana y la hizo revolverse entre las sábanas de satín blanco. Las enroscó entre sus manos, se acurrucó y con los ojos aún cerrados, dejó escapar una dulce sonrisa.

Se desperezó y sin dejar de sonreír se incorporó. La sábana resbaló por su pecho y dejó su suave torso desnudo. Sus ojos, aún no se abrían del todo, brillaban como si hubiesen pasado la noche almacenando felicidad. Sus labios se apretaban con cada segundo vivido que volvía a su memoria.

Sus manos recorrieron su cuello, sus hombros y sus brazos en un intento de volver a sentir una sensación similar a la que le habían producido las de él.

El solo recuerdo de los besos, caricias y susurros que él había escrito en su cuerpo, le erizaban la piel, en un electrizante sentir. Él la había confeccionado el mejor despertar de su vida.


Lunaoscura

Sueño roto

Te tuve y tú me tuviste…
hoy solo se desliza el tiempo
en un frágil sentir de olvido.

Perdida en un mar de ausencias,
soy testigo mudo de recuerdos.
Lloro... por ser tan crédula.

Ángel caído

Sonrisa de sal sin vida y falsa;
tienes talento y lo sabes usar
sin pararte a pensar
el dolor que puedes ocasionar.

Aprendiste a disfrutar
las caricias de la vida;
sobre augurios de un cielo gris
quisiste volar.

jueves, 13 de julio de 2017

Tu forma de amar

Pienso cuando estábamos juntos y
decías que te sentías tan feliz,   
mientras yo me sentía tan sola,
eso era amor, un dolor que aún recuerdo.

Olvídalo

En espirales vertiginosas nos liamos, el tiempo ha pasado… Viejo amigo, supe que tu sueño sea realizado… supongo que ella te dio las cosas que yo no te puede dar… No te escondas en la mentira, no es para tanto… Olvídalo que yo ya lo olvidé y no deseo más que lo mejor para ti… Ayer era el mejor momento de nuestras vidas, pero el tiempo pasa y a veces el amor permanece y en otras, duele… De arrepentimientos y errores están hechos de recuerdos… Olvídalo que yo ya lo olvidé y no deseo más que lo mejor para ti. ¿Quién podría haber sabido lo agridulce que esto sabría?


Lunaoscura

Corazón-coraza

Al abrir los ojos, sentí que algo se destruía en mi pecho, era una llama ardiente sobre el alma y no supe qué sentir. Esa muralla que protegía a mi corazón se desintegraba inevitablemente. Que miedo sentir y saber lo frágil que soy ante los sentimientos. El ser y no ser, sentir y no sentir, el estar y no estar, quedaron atrás.  Llegó el momento de asumir el riesgo, derrumbar miedos e incertidumbres. Renovar o morir. El deber se convierte en lo inevitable... en lo indiscutible, en lo propio y en lo justo... Adiós, corazón coraza empiezo a vivir.


Lunaoscura

martes, 11 de julio de 2017

Despertar contigo

Una suave caricia en mi rostro me despierta. Abro los ojos y ahí está su mirada dulce y serena. En esos ojos me pierdo sin oponer resistencia, en ellos abandono miedos e incertidumbres. Sus labios dibujan una sonrisa, esos labios son la perdición de mis sentidos. La lógica y la conciencia no tienen cabida. Me da un beso de buenos días, y mi alma toca el cielo. Es como el sol que se abre paso entre las nubes borrascosas que inundan mi mente, me comprende mejor de lo que yo me comprendo, me conoces mejor que yo. Sus dulces besos secan mis lágrimas y las convierten en sonrisas. Es mi complemento perfecto, amigo, compañero y amante. ¿Quién dijo que el paraíso está en el cielo? Yo lo encuentro cada mañana al lado de mi cuerpo.


Lunaoscura

Un día de tantos

Miro por la ventana, y observo un cielo de luz mortecina. Intento dejar mi mente en blanco, pero no puedo. Ni siquiera soy consciente de lo que pienso. Mi mente vuela entre una atmósfera de abstrusas nubes hacia el horizonte lejano.

Una estridencia, me regresa de mi viaje. En la otra habitación, alguien tiró algo. Es de tan poca importancia, que antes de darme cuenta estoy otra vez viajando.

Pasan los minutos. Escucho el barullo disonante proveniente de la calle.  En medio de ese ruido, escucho unos ladridos, o será, la música de mi viaje... No, son perros.

Vuelo más y más alto. Ya no escucho nada. Solo el suave ronroneo del ordenador es una constante. Me pone los pelos de punta…

Una ansiedad sosegada, me obliga a regresar. Estoy bajando. Primero despacio, pero voy acelerando conforme más me acerco al piso. Creo que me va a doler. Pero no, vuelvo a mi asiento con total ligereza. He vuelto al origen.

¿Cómo escribir lo que siento?


Lunaoscura

sábado, 8 de julio de 2017

Encuentro

Ahí está esa bruja, su rostro dibuja una misteriosa sonrisa. Lucha mi mente confundida. Estudio su andar y me mira, tira hacia abajo al mundo, manojo de vividas falacias... Mi sangre se paraliza en una mezcla de amor y pena… He llenado de anchos andares la arena de mi playa… Ven a mi lado, regálame un suspiro y haz que el olvido sea un simple camino…  Hazme olvidar el dolor de una mentira… Hazme reír, aprendamos a compartir nuestras ganas de vivir…


Lunaoscura

Vieja película de amor

Sentía la iridiscencia del amor en cada uno de sus poros, aquella anhelada fusión pletórica. Esa simbiosis nocturna que le invitaba… Se despertó con el frío mordiéndole los pies y una áspera almohada como placebo a su soledad.

Zurciendo heridas

La luna ha menguado
con la salinidad de un desamor,
sea alejado a zurcir las heridas
de un mal amor.

Sacado un sueño roto,
mojando con lágrimas ardientes
un poema…
No, no son rimas, solo letras que
brotan de su alma herida.

Necia e ilusa creyó
haber encontrado su sino, y
solo era el efímero
reflejo de su anhelo.

Con una frase mal explicada y
algo más que una mirada,
su alma se inundó de falacia
en vertiginoso remolino.

Su amigo el tiempo,
le ha enseñado que el silencio
es el mejor remedio
para el olvido.
Dejará en él, la respuesta…
hacer que esto merezca la pena, o
solo sea parte de alguna extraña meta
de su destino…


Lunaoscura

martes, 4 de julio de 2017

Mamba Negra

Moisés, era un hombre de treinta y tantos años, aventurero que gustaba vivir el día a día, negado a compromisos y hacer lo que de él se esperaba.  Dado su espíritu curioso y aventurero, en alguna ocasión entro a uno de esos ciber grupos extraños, por decir lo menos. A partir, de ese momento se hizo asiduo visitante y muy popular entre los cibernautas.

En una ocasión, una nueva visitante aparecía en su monitor, Mamba Negra, el extraño nombre llamó su atención y como buen anfitrión le dio la bienvenida.

Mamba Negra, le comentó que solo curioseaba, que algunos amigos le habían hablado del lugar. Moisés, alías Joel13102, rápidamente le dijo lo que podía encontrar en el lugar y las precauciones que tenía que tener, ya que era un sitio muy bizarro.  

A partir, de ese momento él y Mamba Negra, entablaron una ciber amistad que con el tiempo salió del sitio para mantener contacto a través de sus correos personales y más tarde vía telefónica.

Ninguno de los dos decía sus nombres verdaderos, eso era lo que hacía interesante la amistad. Una noche, Moisés, estaba aburrido, necesitaba algo que saliera de lo ordinario, así que llamo a su amiga. Ella, estaba en igualdad de condiciones, así que decidieron conocerse en persona.

Mamba Negra, le propuso verse en UTA, un bar con una vibra subterránea, bandas de rock alternativo en directo y decoraciones góticas. Moisés, no tenía la menor idea de la existencia de un lugar así, pero acepto.

El lugar, era una bodega iluminada por luz negra y con una decoración sus generis y una pluralidad de personajes góticos.  Al frente estaba el escenario, con una batería y varios instrumentos de cuerdas, del lado izquierdo se encontraba la barra, atendida por un hombre de cabellera larga y blanca, de un aspecto de motociclista. Moisés, se dirigió a la barra, ya que en ese punto sería el encuentro.

No tenía la menor idea del aspecto de ella, pero viendo a los parroquianos del lugar, se podría tratar de una chica de unos veinte tantos años, darketa vestida de negro, con perforaciones y tatuajes en diversas partes de su cuerpo. La imagen que se recreaba en su mente, no le resultaba nada atractiva, pero ya estaba ahí y si algo le gustaba era experimentar.

Pasaban los minutos y Mamba Negra no aparecía, Moisés, ya se estaba dando a notar con su indumentaria de chico bien. Se sentía incómodo y cierta zozobra empezaba apoderarse de él.

Una mujer de aspecto serio y de una edad indefinida, se sentó en la silla de al lado.  Durante unos minutos, sintió su mirada penetrante, como si estuviera reconociéndole.

-       ¡Hola! Soy Mamba Negra. ¿Tú eres Joel13102?
-       ¡Hola! Si soy yo… qué gusto conocerte- no sabía si era un gusto o un terrible error.
-       Era evidente el desconcierto del hombre. Mamba Negra, divertida soltó una carcajada- Jajajajaja… ¿Qué esperabas? ¿Una chamaca fresa o una melancólica darketa?
-       Definitivamente apenado e incómodo, Moisés, solo acertó a decir- No, no nada de eso, solo que…
-       ¡Déjate de tonterías! ¿Dime cómo has estado y qué fue que te motivo a conocerme?
-       Buennno, -no podía aceptar que estaba aburrido y qué quería divertirse, así que improviso-  Ya era tiempo de conocernos, después de casi cuatro años de hablar era justo, ¿no crees?

Mamba Negra, era un ser esquivo y desconfiado, de mente veloz e inquieta, ya se había dado cuenta de que tipo de hombre era Joel13102. Para ella, no constituía una amenaza. Así que decidió divertirse esa noche con su apabullado amigo.

Lo invito a sentarse en una mesa alejada del barullo. Mientras se dirigían a la mesa, varias personas saludaron a Mamba Negra, precisamente con ese nombre, situación que, a Moisés, se le antojo como un reto. Esa noche, sabría el verdadero nombre de esa mujer que le aceleraba el corazón con una sensación de adrenalina y desconfianza.

La noche transcurría, entre bromas, sarcasmo y poesía. Pues, algo que había mantenido la comunicación entre estos seres tan diferentes, era precisamente la poesía.

Exactamente a las tres de la mañana, Mamba Negra, tenía que retarse y así se lo hizo saber a Joel13102.

-       Ha sido una noche fantástica, espero que la volvamos a repetir, pero por hoy me tengo que ir.
-       ¡No, por favor! La estamos pasando muy bien -una idea cruzó por su mente y no tardo en expresarla- ¿Qué te parece si vamos a otro lugar a seguir la juerga… o me tienes miedo?
-       ¡Miedo a ti! ¿Por qué tendría que tenerte miedo… acaso eres un psicópata?
-       No, claro que no, pero... ¿Por qué te quieres ir, si estamos muy bien?

Ella, se levantó de su asiento y lo miro fijamente, era obvio que estaba pensando en algo, una luz relampagueó en su mirada. Mientras, Moisés, por primera vez, la pudo apreciar en su totalidad.

Era pequeña, de piel aceitunada y traslucida, de porte altivo; sus cabellos color de la noche, se separaban en la frente, y caían sobre sus sienes como dos ríos; su frente, se abría amplia y serena sobre los arcos de unas cejas negras, singularidad que contrastaba con las pupilas oscuras de una vivacidad y un brillo insostenibles. Esa mujer era un ángel o un demonio, quizá las dos cosas, pensó Moisés.

En la piel brillante de sus hombros semidesnudos jugaban piedras de ágata, que caían sobre su pecho. Levantaba la cabeza con un movimiento ondulante de culebra. Llevaba un traje de terciopelo escarlata de cuyas amplias mangas de armiño salían sus dedos, largos y torneados de una transparencia que dejaban pasar la luz.

Moisés, estaba profundamente turbado, pero nada escapó a sus ojos. Ella se dio cuenta y, le lanzó una mirada llena de divinas promesas. Sus ojos eran un poema en el que cada mirada era un canto. Si quieres ser mío te haré más dichoso que el mismo Dios en su paraíso. Esta noche discurrirá como un sueño de un beso eterno.

Moisés y Mamba Negra, salieron del lugar en completo silencio. No lejos de ahí, llegaron a una casona antigua, muy comunes en Santa María La Rivera. Ella, abrió la oxidada reja, las bisagras gimieron lastimeramente, Moisés caminaba en silencio detrás de ella.

Lentamente, subieron las escaleras, era notorio que no había más habitantes en el lugar. Llegaron a una habitación decorada al estilo victoriano.

Parada en medio de la habitación, Mamba Negra se despojó de su ropa ante la miraba atónita de Moisés. Antes de poder reaccionar, con una voz suave y áspera, ella sentenció.

-       ¡Esta es la única noche que estaremos juntos!
-       ¿Por qué? A caso eres casada.
-       No, nada de eso. Simplemente, que solo intimo una vez con mis amantes. ¿Es qué así piénsalo?
-       ¡De algo a nada! Esa aventura gótica no la perdería -pensó Moisés- Esta bien, pero te aseguro que querrás volver a verme.

Llevando el silencio a la acción, con un movimiento lento, suave, preciso y precioso se desperezó Mamba Negra, atando el deseo de Moisés a su piel y a su mirada caprichosa. Lentamente, lo envolvió en un ronroneo de gemidos anhelantes, esculpidos por dos labios rojos como la sangre.

Piel y labios se abrazaron, uniéndose en una sola respiración, en un solo cuerpo, en un solo deseo. Su respiración se aceleraba más y más, sus pechos subían y bajaban con el rítmico frenesí de una danza.

Justo cuando Moisés creía que su corazón iba a estallar y que moría de placer, una sonrisa tan caprichosa como unos ojos de obsidiana aparecieron frente a su cara. Empujó su pecho hacía atrás y con una fuerza impropia de su tamaño, Mamba Negra, se puso sobre él y lo aprisionó entre sus piernas. 

El cuerpo de él brilla con el esfuerzo y jadeaba lo justo para recuperar el aire, los ojos de Mamba Negra, volvieron a brillar y con sonrisa viciosa se inclinó sobre él, buscando sus labios, empezó desde el ombligo, pero justo antes de tocarlos con los suyos se detuvo, quemándolo de deseo y hambre, de capricho y locura.

Con la cordura arrebatada, Moisés, se lanzó a esos labios que ella en un ágil movimiento convirtió en un mordisco. Durante una fracción de segundo quedó atónito y ella soltó una risa en forma de soplido.

Sabiendo que no podía dejar las cosas así, Moisés la cogió de la cadera y la tumbó con brusquedad sobre la cama, la miro, le dio un rápido beso y al mismo tiempo que ocupaba su boca en su oreja y su cuello, una mano aprisionaba uno de sus senos y, la otra, bajaba en una caricia hasta sus muslos.

La volvió a mirar, se despidió con otro beso fugaz y saboreó cada milímetro de su piel, hasta que ese poderío serpentín y envolvente, ya no estaba en sus ojos, ahora estaba él, reflejado en su locura y su deseo desesperado.

Gotas de sudor perlaban sus cuerpos, sus corazones palpitaban al unísono por detrás de gemidos y jadeos. De repente ella soltó un débil grito, empapando a Moisés de su placer, produciendo tal éxtasis que, no pudo evitar corresponderle. Tras unos segundos, en los que se calmaban con besos lentos y amorosos, se durmieron abrazados el uno al otro.

Los primeros rayos de la luz matutina despertaron a Moisés, a su lado con el dorso desnudo, estaba Mamba Negra, su cabello desalineado cubría parcialmente el rostro de la mujer. No podía negarlo, era una mujer hermosa y enigmática, y sin querer, deseo que por largo tiempo pudiera compartir con ella y poder conocerla más… y tal vez …

-       ¿Qué haces aquí? -esa pregunta lo sacó de sus cavilaciones.
-       Acabo de despertar. ¿Cómo estás? ¿Quieres ir a desayunar?
-       ¡No, gracias! Te tienes que ir.
-       Okey, pero nos vemos más tarde para ir a comer.
-       ¡No, no hay otra vez! ¡Te lo advertí!
-       Pero… -la mirada de la mujer, no daba oportunidad de decir nada más- Esta bien, ya me voy.

La calle, aún estaba desolada. Camino por varios minutos, hasta que por fin pudo abordar un taxi.

Esa noche, le marco, tenía la sensación de que no le respondería, pero fuera de su pronóstico, ella tomó la llamada. Se oía como siempre, nada en su voz denotaba molestia o incomodidad. Después, de unos minutos de plática, la invito a salir. Su respuesta fue contundente.

-       ¡No, nunca más! Porque, los hombres no entienden.



Lunaoscura