viernes, 29 de septiembre de 2017

Seísmo

Una sensación de vacío
y desconcierto inundo mi ser,
en un instante todo cimblo,
anhelos e ilusiones
entre ruinas y caos,
cayeron inertes.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Redención

Volví a escribir,
sin inspiración,
sin pasión,
solo una honda pena.

Volví a escribir,
con el corazón desgarrado,
con los ojos llorosos,
con el peso del olvido.

Volví a escribir,
cuando quise estar lejos,
cuando me sentí infausta,
cuando estaba en los avernos.

A pesar de todo,
volví a escribir,
porque es lo único
que no me permite morir.


Lunaoscura

lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Qué tan viejo es el otoño?

Elena, leía un libro y bebía una copa de vino blanco, una voz la interrumpió. Era un hombre que articulaba palabras incomprensibles para ella, después de unos segundos.

- Disculpe, no entiendo lo que me dice.
- ¿Debe de ser un buen libro?
- No sé, necesito terminarlo.
- Lo siento,
- Deje de disculparse, solo déjeme leer.
- Lo siento, tuve un pésimo día
- ¿Qué tan mal? No creo que peor que el mío.
- Me acaban de despedir del empleo.
- Lo siento, en verdad que fue peor que el mío.
- ¿Le puedo invitar una copa?
- ¡No! ¡cómo cree! Ni lo conozco.
- Por eso, vamos, acepte. Mi nombre es Leonardo.

Diciendo esto, Leonardo se sentó en la mesa contigua a la de ella, e iniciaron una plática como si se tratara de un par de viejos amigos. Después de un buen rato, Elena vio su reloj y pidió la cuenta.

- Disculpe, me tengo que ir. Fue un placer platicar con usted. Deseo que su situación se mejore.

Estaba a punto de levantarse para dirigirse a la caja, cuando Leonardo, le pregunto.

- ¿A dónde vas, si puedes decirme?
- Tomó una clase de literatura en la universidad.
- ¿Te puedo acompañar?, y no te preocupes, tengo libre el resto de la tarde.
- Ella sonrió – Esta bien vamos, tal vez aprendas algo.

Ambos salieron del establecimiento y se dirigieron al metro, el trayecto no su muy largo, pero si muy ameno. Después de una hora de clases, caminaron sin rumbo por los corredores de la universidad, hasta que Leonardo, le invito un café.

Fueron a una pequeña cafetería, ahí siguieron conversando, Elena se sentía libre en expresar su forma de ver la vida y eso le agradaba bastante. En tanto Leonardo, disfrutaba de la espontaneidad de ella.

Se había hecho tarde y Elena tenía que ir a su casa, Leonardo la acompaño a tomar un taxi, le pidió su número telefónico y una cita.

Pasaron varios días sin que Elena recibiera la llamada, así que continuo con su rutina, a fin de cuentas, la vida sigue y cada uno tenía sus compromisos y sus familias, solo se había tratado de una eventualidad muy agradable y nada más.

Sorpresivamente, una noche recibió la llamada de Leonardo, explicándole que había salido de la ciudad, para hacer algunas entrevistas de trabajo, por eso el motivo de su silencio, pero que la quería invitar a salir. Ella lo agradeció enormemente, no podía negarlo, le daba mucho gusto volver a saber de él, y por supuesto que aceptó la invitación.

La cita transcurrió de lo más divertido, fueron a cenar y a bailar, se divertían como un par de jovenzuelos. Leonardo, se ofreció a llevarla a su casa. Ella, dudo por unos momentos, y lo miro fijamente a los ojos.

- ¿Por qué haces esto?
- Somos adultos, ¿o no?
- Sí, pero te estas dejando llevar por las circunstancias. No sabemos nada del uno y del otro, además…
- Él la interrumpo - Es porque soy viejo verdad.
- No, eres un hombre mayor que yo, pero eso no tiene nada que ver, lo que pasa es que esto terminará en algún momento, y me pedirás tiempo, tu espacio y eso dolerá y no quiero sufrir.
- Por qué te anticipas a lo que no ha ocurrido. Merecemos disfrutar, no crees. Cuando llegue el mañana, veremos.

Leonardo, guardo silencio, en tanto a Elena se le derrumbaba las murallas y el miedo.

- Creo que me siento más cómoda en la decepción, me asusta que tú quieras arrebatarme mi estatuto quo… Me tengo que ir. – dio media vuelta para salir casi corriendo.
- Leonardo, la tomó del brazo y la detuvo – ¡Vamos!, ¿qué podemos perder o sentir que ya no hayamos pasado?

Elena mantenía la cabeza gacha y así estuvo por varios minutos, hasta que por fin hablo.

- Dime, ¿cómo va a funcionar esto?
- No tengo la menor idea, solo sé que el otoño nunca es tan viejo como para dejar de vivir.


Lunaoscura

Entre dos verdades

Habían pasado ya algunos días desde su encuentro con Marina, su estado de ánimo oscilaba entre la pasión que le segaba el sentido común, y la culpa que no le daba descanso.

Marina era la esposa de su mejor amigo, pero ella una mujer tan sensual y divertida que lo hacía sentir tan vivo que lo desbordaba de pasión y deseo.

Su relación había empezado entre juego y juego, pero esa vez en la reunión en la casa de un amigo común, tuvieron sexo, y tenía ganas de hacerlo una vez más.

No obstante, su confusión, un día sin más, se presentó en su negocio, ella es dueña de una florería, Marina se sorprendió al verlo, aprovechando su turbación, la llevó a su oficina y fue el grano.

- ¿Qué pasa Marina, por qué me estás evitando?
- Mira, lo que pasó esa vez, no debió pasar, tú y yo somos amigos y sobre todo eres muy amigo de mí esposo. - Mariana, estaba verdaderamente turbada.
- Tienes razón Marina no debió pasar, pero sucedió y a ambos nos gustó y lo disfrutamos, qué fue un momento de locura, de borrachera, de pasión, de sexo y tal vez de amor, - Alejandro, le ponía un poco de sentimiento al asunto - así fue, pero no significa que deba terminar nuestra amistad, sé que es difícil, igual me pasa a mí, pero no puedes separarte del grupo, tu marido va a sospechar, que estás disgustada con alguien del grupo, ¿no crees?
- Pues sí, pero no ha sido fácil para mí desde lo que pasó ...
- ¡Pues ya pasó! Y ahora debemos seguir siendo amigos, ¿no crees?
- Creo que tienes razón, fue un momento de lujuria de mi parte...
- De ambos, - la interrumpió- además ¿te gustó o no?
- Marina, se sonrojó un poco, alzó la mirada, - Sí, gocé como una loca ese día.
- Quien quita, te dé la oportunidad de volverlo hacer - comentó Alejandro, entre risas.

Ella también río, el camino estaba abierto, Alejandro se despidió dándole un beso en la mejilla, rozando sus labios y poniendo una mano en su cintura.

Así las cosas, a los dos días Alejandro le hablo, para informarle de que pasaría a su negocio que tenía que hablar con ella. Marina, le dijo que no, que no era buena idea, aun así, él insistió, además ya iba en camino. Minutos después, nuevamente le habló.

- Estoy a un lado de tu negocio, avisa que sales, vamos Marina son las 10:30 de la mañana, ¿a qué le temes?
- No, es que estoy ocup…. Ocupada. - Trastabillaba al hablar y se le notaba lo nerviosa.
- Entró Marina, y soy capaz de darte un beso en frente de tus empleadas, así que tú sabes. - sentenció Alejandro.
- Está bien, pero no nos tardemos.

La vio salir, llevaba una blusa blanca con transparencias que dejaba apreciar su espalda y el brassier y unos pantalones blancos ajustados. Escena que le provocó una erección. Inmediatamente se subió al coche y él arrancó.

- ¿Qué pasa?, ¿cuál es tu prisa, por qué pasas por mí?, preguntaba Marina.
- Pues quiero que me acompañes a tomar un café.
- ¡Como crees! que van a decir si nos ven.
- Pues que estoy tomando café con la esposa de mi amigo en el centro comercial, Marina ¿qué pueden decir?, ¡por Dios!, ¿no lo hemos hecho en otras ocasiones?
- Pues sí, pero en forma casual, nos encontrábamos y ya.
- Bueno si no quieres ir a tomar el café al Centro Comercial, acompáñame al departamento que acabo de comprar, me lo están remodelando y si alguien nos ve y te preguntan dices que fuiste a ver lo de la decoración de algunas plantas de ornato.
- Bueno y ahí ¿hay más personas trabajando?
- Sí...

Llegaron al edificio, estaciono el coche y subieron desde el sótano hasta el décimo piso, durante el trayecto Alejandro se le acercó un poco y le dijo lo bien que se veía y como le lucía esa blusa. Ella se sonrojó y agradeció el cumplido.

Una vez que abrió la puerta del departamento, la sujetó de la cintura, la acerco hacia él y comenzó a besarla por el cuello, pensó que iba a protestar, pero ella le pasó la mano por el cuello, mientras Alejandro comenzaba a desabotonar la blusa y tocarle su vientre.

- Quiero hacerte el amor sobrio, le dijo él.
- Yo también quiero que me lo hagas antes de que me arrepienta.
La tomó en sus brazos y la llevó hacia la sala, ahí se quitó su pantalón.
- Prefiero quitármelo antes de que se arrugue. – comento Marina, al momento que lo acomodaba sobre uno de los sofás.

Por su parte Alejandro, se desnudaba con extrema rapidez, se encontraba completamente excitado, por lo que en cuanto ella, se volteó a dejar el pantalón al sofá, él la penetraba, ella solo emitió un quejido y empezó a gemir con cada movimiento.

- Así que, ¿ya no querías? - le decía él, mientras le pasaba su lengua por su cuello y cara.
- Si, hazme tuya, …
- Mira Marina, cada vez que quiera, lo voy a hacer como quiera, donde quiera y con quien quiera, ¿eres o no mi amiguita? - Le decía excitadísimo.
- Sí soy tu amiguita, tómame cuando quieras...

La pasión llegó a su máximo clímax, y ambos terminaron agotados, él acostado sobre su espalda y ella acostada bocabajo sobre el sofá.

- ¡Qué maravilloso!, eres un cabrón no respetas a la esposa de tu amigo - dijo Mariana a la vez que se reía.
- Eres maravillosa Marina, anda vamos a la regadera a ducharnos.

Quedaron en hablarse y verse lo antes posible. Al dejarla en la puerta del negocio, Alejandro observo como movía ese maravilloso, y pensó que sí su esposo era su mejor amigo, ahora ella sería su amiga íntima. Además, se dio cuenta que no le remordía la conciencia.



Lunaoscura

Dicen que estoy loco

Siempre fue un bicho raro, tímido, callado, pero con una actitud rebelde, mis padres, que eran de la vieja escuela, consideraban que solo necesitaba mano firme para componerme.

En la escuela, los maestros estaban convencidos que sufría de algún tipo de retraso mental, por lo que aplicaron la filosofía de que “la letra con sangre entra” y, en cuanto a mis compañeros, me hacía objeto de las más crueles bromas.

Así fueron los primeros años de mi existencia, hasta que por arte de magia parecía que los métodos empleados daban sus frutos, mis calificaciones empezaron a mejorar, convirtiéndome uno de los alumnos de más alto rendimiento, pero desafortunadamente mi actitud iba de mal en peor.

A tal grado, que en una ocasión la dirección del colegio llamó a mis padres. En la reunión se encontraban la directora, el tutor de mi grupo, el psicólogo, la trabajadora social, mis padres y obviamente, yo. Apesadumbrados los doctos, les comunicaron a mis padres que, si bien mi rendimiento era de los mejores, con mi actitud rebelde y retadora de las normas, no veían que tuviera futuro y lo más probable que en un descuido de ellos terminara en el mal camino. En ese momento, fui sentenciado.

A partir de ese momento, se endureció el control, y yo le declare la guerra a los adultos y a sus estúpidas normas. Fue una lucha encarnizada, las huellas permanecen aún en mi cuerpo.

La guerra duró hasta que salí de la educación básica y mis padres se dieron por derrotados. Me echaron a la vida, ahí tuve que abrirme paso como pude, pero mi forma de ser y pensar iba en contra de lo que se suponía era normal. Siempre cuestionaba lo que se decía con lo que veía. Y eso, incomodaba a más de una persona, era la clásica persona inadaptada.

Así las cosas, durante varios años fui un solitario en medio de un mundo caótico y desenfrenado, que defendía con uñas y dientes su forma de vivir y su filosofía de vida, y acumulando decepciones y rechazo, las huellas aún están en mi alma.

Ahora, en la última parte de mi vida, guardo silencio, ya no más luchas, ya no más rechazos, tal vez, desde el principio el mundo tuvo razón al decirme que yo estaba loco.


Lunaoscura

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Otra oportunidad

La primera vez que se habían visto ya tenía algunos años. Esa noche, Fernando había salido de fiesta, y precisamente en ese lugar se reencontró con Martha. Sabía que no volvería a verla hasta después de varios años y no quería perder la oportunidad.

Después de la última ronda de tequilas, aquello fue un desastre. No leía bien sus gestos, estaba torpe y descoordinado. Por si fuera poco, era -y seguía siendo- una de las mujeres más hermosas que había conocido en su vida.

Después de aquel día pocas ocasiones volvieron a hablar. Ella decía que le costaba mantener el contacto. Él no terminaba de creerle del todo, pero, por suerte, iba a poder comprobarlo.

Le llamo para invitarle un café, Martha, parecía entusiasmada. En el último momento canceló. Le había surgido un imprevisto y le resultaba imposible acudir a la cita. Fernando se sintió desilusionado. Martha lo aplazó para el día siguiente por la noche y cambió el café por cerveza. Quizá sería más cómodo, pensó Fernando, en el caso de que se quedaran sin conversación la música de fondo y el alcohol les echaría una mano.

Fernando llegó diez minutos tarde, por suerte, Martha aún no había llegado. Acababa de pedir una cerveza, cuando ella apareció. Casi se ahoga de la impresión, llevaba un vestido azul, corto, sin mangas y ligeramente ajustado; marcaba estupendamente su figura. Cuando Fernando se acercó para darle la bienvenida, no vio ninguna expresión en su rostro que le indicara que había podido ver cómo reacciono al verla entrar.

-       ¡Hueles muy bien!
-       Al escuchar el comentario, Fernando recordó que dicen que cuando una mujer le expresa a un hombre que huele bien, ha ganado muchos puntos, pero cuando sí es lo primero que comentan, probablemente es porque no tiene nada mejor que decir sobre la primera impresión. Y eso es malo. - MMM… Gracias. Con el calor de esta haciendo es difícil.  

Comenzaron a hablar de cómo les había ido durante los últimos años. Martha, le comentó que se iba un año a trabajar fuera.

-        Te envidio, le dijo Fernando. - En realidad, envidiaba al hombre que fuera a conocer allí. Tuvo la genial idea de comentárselo, asumiendo que pensaría que estaba en plan de baboso y se lo tomara a mal. Extrañamente, Martha se ríe.

Segunda cerveza.

Entraron al tema de las parejas. Fernando, llevaba bastante tiempo soltero y lo llevaba bien. Se negaba a saber si ella tenía alguien esperándola en casa dispuesto a fastidiarle la fantasía. O lo que podría ser peor, ¿y si estaba soltera? Se atrevería a entrarle y, su imaginación se topaba con el muro de un rechazo. Soltera. Estaba soltera.

Primera copa.

Con un semblante de desencanto, Martha comentó que siempre había tenido mala suerte con los hombres. Siempre había pensado que esa ciudad tenía mucho que ver, no conocía ninguna mujer que hablara bien de ninguno por allí -algún día tendría que pensar en mudarse-. Los maldijo a todos. Del primero al último pasando por Fernando y su último espectáculo. En tanto él, solo podía pensar en besarla. Y eso que aún no había acabado la primera copa.

-       Perdona, pero me desconcentras-. Comento Fernando.
-       ¿Que te desconcentro? ¿De qué estás hablando? - respondió Martha, completamente desconcertada.
-       Sí, me desconcentras. He venido con la mejor de mis intenciones a hablar contigo porque hacía mucho que nos veíamos y tenía muchas ganas de verte. Antes de venir no paraba de darle vueltas a cómo desaproveché la otra vez y, lo siento, pero has venido espectacular y no puedo pensar en otra cosa. Voy a intentar seguir comportándome adecuadamente, pero espero me disculpes si erró en algún momento.

Segunda copa.

Se hizo un silencio incómodo. Menos mal que se había cambiado el café por cerveza y la cerveza por wiski y había música de fondo. Fernando no sabía en qué estaría pensando Martha y no quería saberlo. No supo distinguir si su cara era de preocupación, incomodidad, pero había que cortarlo. La cogió de la mano y dijo:

-       No te preocupes, esta es la última ronda, mañana tengo que regresar a la ciudad. Vamos a tratar de disfrutar lo poco que queda. - al tiempo que sonreía. Ella también sonrió y dio un sorbo.

Hablaron de frivolidades, de tonterías, de algún que otro proyecto de vida. Algo relativamente normal teniendo en cuenta la situación en la que se habían metido. La charla fue bastante amena e incluso se permitieron algo de contacto corporal sin que pareciera forzado. Fernando habían salvado el tropiezo y su monólogo anterior quedaría como otra más de sus excentricidades.

Fernando, observó con pena cómo el wiski tocaba cada vez más de cerca el fondo de la copa. Bonito mientras duró. Al menos podía refrescar su mente con nuevos recuerdos para las noches que, solitarias, siempre llegan. Tocaba el momento de la despedida. No quería hacerlo, se hubiera quedado contemplando aquel vestido toda la noche, pero no había manera de retrasarlo. Se levantaron y salieron del local.

-       Me ha encantado volver a verte-, dijo Martha.

Mientras, Fernando se recreaba en aquellos ojos negros y se dejó mecer por esa mirada, tan limpia y vibrante como siempre. Ni siquiera duró un segundo, pero lo disfruto como nunca. La sujetó de la cintura. Firme, pero con suavidad. Un beso en cada mejilla. Disfruto el roce de su piel, suave, tersa. Estaba loco por dentro, pero estaba todo hecho.

-       Ha sido un placer-. Se dieron las espaldas, no sin antes decirse que ya volverían a quedar cuando volvieran.

Un paso. La sensación de estar perdiendo algo irrecuperable, abrumo a Fernando. Pesaba tanto que el segundo paso era vacilante, inseguro, casi sin fuerza. Dos pasos. Ya está, no había oportunidad y ni siquiera intentarlo, era una estupidez.

-       ¡Ven! -  Dijo Fernando, mientras giraba.
-       Ella también se dio la vuelta. - ¿Qué has dicho?
-       Fernando, trago saliva y dio un paso hacia ella - Qué vengas. Sé que soy un estúpido y me vas a decir que no, pero no puedo irme sin ni siquiera decírtelo. - Otro paso. - ¡Ven!

-       Martha, sonrió. -Pensaba que no lo me dirías nunca, imbécil- Lo besó.

Fernando, pensaba que con los años la había idealizado, pero aquellos labios seguían siendo una delicia, seguía siendo un hombre con suerte.

Caminaron hasta el hotel donde se hospedaba Fernando, se besaron en cada lámpara, en cada portal, en cada esquina, casi en cada adoquín. Eran como par de adolescentes, y qué bien se sentía en volver de vez en cuando a ser adolescente.

Casi se devoraban el uno al otro en el ascensor. Eran como dos bestias salvajes que llevaban demasiado tiempo encerradas y querían salir. Fernando, abrió la puerta de la habitación. Ya adentro y cada vez más fogosos. La sujetó por las muñecas contra la pared.

-       No pienso repetir lo de la primera vez. – Dijo Fernando. -Vamos a darnos tiempo para disfrutarnos.

En el rostro de Martha y en aquellos ojos negros, se entremezclaban a la perfección, la frustración y el deseo.

Fernando, le desabrochó el vestido mientras sus lenguas jugaban entre sí en una perfecta danza orquestada, ensayada y a la vez soñada durante años. Mientras la ropa resbalaba por su, ahora desnudo, cuerpo, no podía más que maravillarse en la contemplación de aquella mujer, en su cuerpo, en su intelecto. Siempre he tenido suerte, murmuro.

La puso de espaldas contra la pared mientras sus manos recorrían cada centímetro de su piel. Beso su cuello mientras su cuerpo se pegaba al de ella. Quería que supiera que estaba más que preparado para llegar a más.

Ropa interior, al suelo.

Ya en la cama, ella bocarriba, se puso de rodillas y se quitó la camisa antes de volver a besarla. Primero en la boca. Su oreja, su cuello… Todo con suavidad, sin agobios, quería sentir y que ella sintiera. Siguió bajando por su abdomen…

Separó sus piernas y pudo observar aquel tesoro que le había estado vedado tanto tiempo. A ella se le escapo un ligero gemido. Estaba muy excitada y él también. Martha, parecía muy ocupada moviendo su cadera, pidiéndole más brío. No parecía haber límite. Con cada roce, un espasmo, con cada succión, un gemido.

Fernando, aumentó el ritmo según le indicaba el cuerpo de ella. Sentía como su espalda se retorcía en un intento por liberar tensión, pero no bastaba. Ya eran gritos lo que se oía.  Gritos que acompañaban a su nombre.  Una oleada de placer le recorrió todo el cuerpo y casi parecía hacerla levitar de la cama. Solo paró cuando pareció relajarse del todo.

Se tumbó junto a ella, sonriente. Sus ojos negros seguían perforándole el alma.

-       Martha lo besó y le sentenció- No pienses que aquí hay descanso- Mientras le quitaba los pantalones con las manos. Se colocó encima de él, de rodillas, y empezó a moverse con él dentro.

Las manos de Fernando recorrieron su espalda, clavándole las uñas cuando el movimiento de su pelvis era el correcto. Sus muslos comenzaron a tensarse.  Todo su cuerpo se retorcía, toda la energía se iba concentrando cada vez en el mismo sitio. Y entonces llegó. Un chispazo que empezó en su cabeza y recorrió con una fuerza inusitada su espalda, liberando toda la tensión dentro de su amante mientras aullaba de placer.

Esa noche lo que más hicieron en aquella habitación, fue darse otra oportunidad para amarse.


Lunaoscura

Hoy

Hoy decidí abrir mi corazón, liberar un par de ilusiones que anidaron ahí. No es correcto atarlas a una tierra infértil, les doy su libertad y, tal vez algún día, encontraran un lugar cálido lleno de vida. Hoy abro mi corazón para que la luz de un nuevo día inunde su interior, seque lágrimas y cure heridas. He aprendido que no se debe aprisionar anhelos perdidos, y aunque duela un poco más, hay que dejarlos partir.


Lunaoscura

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Dime

Es fácil tener razón,
es más fácil cavar debajo de la superficie
encontrar las inseguridades, y
apuntar a la derrota.

Abuelo

En estas horas de orfandad, tu recuerdo con olor a tierra mojada y a rocío mañanero es mi consuelo. En la opacidad de mi existencia el recuerdo de tu café recién hecho me remonta a esos días llenos de colores, flores, risas y sueños, donde mis pies descalzos no temían recorrer las veredas en busca de nuevas aventuras.

Hoy mi cuerpo titirita en una paupérrima cotidianidad que apergamina mi corazón. Solo la reminiscencia de esos días en el que, a tu lado, el joven sol acariciaba mi diminuto cuerpo remojado con las aguas heladas del río, es la fuente de mi fuerza para continuar este andar solitario.

Hoy en la adultez, tu recuerdo es la luz que me encamina para algún día nuevamente este a tu lado.


Lunaoscura

martes, 5 de septiembre de 2017

Volver al camino

No tengo tiempo para arrepentirme,
yo y mis lágrimas secas
continuamos sin ti.

Tú vuelves a lo que conoces,
tan alejado de todo, y
yo me desvanezco mil veces.

Consigo mismo

Se encontraba solo en la casa, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una tarde tranquila sin la algarabía que siempre reinaba en el hogar. Se dispuso a disfrutar hasta el último momento de ese maravilloso silencio, así que se acomodó en el reclinable de la sala con su libro favorito y una copa de vino.

Después de un buen tiempo, se levantó y procedió a poner su música. Su mente lo traslado a tiempos pasados, donde con el ímpetu de la juventud había planificado una vida totalmente diferente a la que vivía actualmente. Mientras las notas resonaban en la estancia, una sensación empezó a embargarlo. 

Con el fin de aminorar esa sensación, su mente lógica hizo un balance rápido. Su vida no era tan mala, económicamente y profesionalmente estaba satisfecho, tenía una familia y un hogar estable, se podría decir que era un hombre exitoso.

Sin embargo, algo lo inquietaba, algo que no acabada de descifrar. Intranquilo con su nuevo sentir, se levantó y comenzó a caminar por la estancia. De un momento a otro, esa tranquilidad que en un inicio disfruto, se estaba volviendo asfixiante e incómoda.

Molesto consigo mismo, se dirigió al baño. Se mojó la cara y se miró al espejo. La imagen que se reflejaba no podía ser él. Era un hombre de semblante cansado, gris y hasta con una expresión de fastidio. Observó ese reflejo por varios minutos y, el dolor y la frustración se posesionó de él.

Por primera vez, fue consciente del miedo que le producía estar solo consigo mismo y ver el hombre que realmente era.




Lunaoscura