sábado, 3 de enero de 2015

El pájaro

En un paraje desierto de un barrio perdido del sur de la ciudad, yace el cuerpo inerte de Alberto Palomino. Una vida truncada desde la niñez.


En las noticias amarillistas, del periódico del barrio, informaban que, el occiso apodado “El pájaro” lideraba una peligrosa bande de jóvenes que asolaba la colonia. El presunto móvil del asesinato, rivalidad entre bandas.

Reza el dicho, “crea fama y échate a dormir”, eso es lo que le sucedió con Alberto.

Nació en un barrio bravo del sur de la ciudad, donde lo más normal es que, los chicos mueran a temprana edad o sucumban al vicio. Su familia, como muchas de por ahí, desintegrada con un padre borracho y desobligado, una madre maltratada que, aguantaba el maltrato por el bien de sus hijos y seis hermanos menores.

Él como el mayor de los hijos, desde pequeño se ganaba la vida haciendo todo tipo de trabajos en el mercado de la colonia, además de asistir a la escuela y estar pendiente de sus hermanos, en tanto que Martha, su madre salía a trabajar haciendo quehacer a diferentes casas.

Don Sebastián, su padre era obrero de una fábrica de textiles, se perdía por días, regresando siempre sin dinero y en completo estado de ebriedad. Cualquier insignificancia, despertaba su frustración y rabia, misma que desahogaba violentando a su familia.

Los años pasaron, más las cosas en su casa eran lo mismo. Una noche que todos dormían llego Sebastián y arremetió sin piedad contra Martha, a punto estuvo de matarla sino, es por la intervención de Alberto.

Mientras padre e hijo se enfrentabas como dos desconocidos, Martha y los demás niños salieron de la vivienda, se hizo todo un alboroto, Alberto se había atrevido a golpear a su padre, cosa que no se hacía, sin importar lo que hubiera hecho.

Tal afrenta, tuvo como consecuencia que Alberto fuera expulsado de su casa, sin donde ir se acerco a los chavos de la cuadra, un montón de hijos de la calle.

Seguía trabajando en el mercado y no dejo de ir a la escuela, él quería ser Ingeniero. No era fácil su vida con la banda, ya que hasta ese momento él no ingería ni alcohol ni enervantes, lo que motivaba que, de él se burlaran y fuera objeto de agresiones.

En una tocada, una de las morras, le ofreció una cerveza, la chica le gustaba, para no desairarla le acepto, después fue otra hasta que perdió la cuenta. Al día siguiente, despertó en su cama con la chica a su lado.

A partir de ese momento, se integro más con los cuates pasando de la cerveza al vino y después a la marihuana.

Ya en la secundaria, las cosas fueron poniéndose más intensas, empezó a acompañarlos a los atracos, al principio como vigía y después participando.

Los chismes, llegaron a los oídos de su madre, quien una tarde lo esperaba en la puerta de la escuela. Martha de todas las formas le pido que se alejara de esas compañías, no le traerían nada bueno. Además, de recordó que, según él,  iba a ser Ingeniero.

Alberto, adoraba a su madre, al verla en ese estado le juró echarle ganas a la escuela; en cuanto a los chismes, le dijo que, eran mentira que no se preocupara.

Entre droga, vino, mujeres y asaltos Alberto termino la escuela e ingreso al bachillerato. Todo parecía que, ahí iba, a pesar de todo.

Con la secundaria terminada, entro a trabajar a un negocio, de dependiente, lo que le permitió alquilar un cuarto en una de las muchas vecindades de por ahí, con un catre y una parrilla eléctrica se instalo en su casa.

Se alejó de la banda y conoció a Azucena que, después de un tiempo se hizo su novia.

En la casa de sus padres, las cosas habían cambiado, Don Sebastián con motivo de una de sus borracheras, lo habían atropellado quedando invalido, claro eso le había amargado más el carácter pero ya, no podía agredir a su familia.

Una noche de regreso de la escuela, al dar la vuelta a la esquina de su casa, unos “chavos” lo atajaron. Eran sus antiguos amigos, le pidieron “una feria” para cervezas. Él saco de su pantalón, unos cuantos billetes y se los entrego, diciéndoles que se tomarán una a su salud.

Iba a continuar su camino, cuando uno de ellos, evidentemente afectado por la droga, lo agredió físicamente. Entre risas e insultos por parte de los demás, Alberto le dijo “qué, cuál era la bronca”.

El gato, se le fue a golpes por “ojete y maricón”. Alberto, conocía a dónde quería llegar, decido le respondió “que, no era ni ojete ni maricón, donde quisieras te lo demuestro”.

Es así, como llegaron al paraje. Al principio, Alberto y El Gato, pelearon uno a uno; cuando El Gato, iba perdiendo, los demás arremetieron contra Alberto.

Dejaron, a Alberto cuando éste no se movió, alejándose entre risas y bromas. Con el soplo de vida que le quedaba, pensó que, también él, le había fallado a su madre.


 Lunaoscura

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