lunes, 19 de enero de 2015

Efrén Hernández, un escritor olvidado.

Considerado como el cuentista “más extraño” del siglo XX, Efrén Hernández, quien nació el 1 de septiembre de 1904, impulsó a jóvenes escritores que pronto se volvieron importantes figuras de las letras, como Juan Rulfo (1917-1986).




De origen guanajuatense, el narrador, poeta y editor estudió por un corto periodo la licenciatura en derecho, y tras abandonarla se dedicó completamente al campo de la literatura, aseguran sus biógrafos.

De acuerdo con declaraciones difundidas por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el mismo Hernández escribió, en su ficha autobiográfica, que su afición a la literatura le fue heredada y que su formación fue más bien autodidacta.

Además, describió como al quedar huérfano, a los 14 años, tuvo que desempeñar varios oficios para pagar su bachillerato.

A lo largo de su vida, Hernández fue parte de un grupo de autores discretos casi subterráneos, y se le ubica como creador de una de las prosas más delicadas de la literatura moderna.

Sus reflexiones sobre la creación literaria se anticiparon a varios escritores nacionales y extranjeros, ya que sostuvo que el acto de la escritura es lo que define a un autor y no las interpretaciones que se hacen de su obra.

No obstante, su trabajo literario fue poco conocido debido a que se dejó absorber por su trabajo como editor en la revista “América”, publicación que, según Franco Bagnouls, se convirtió en uno de los eslabones más trascendentales en la larga cadena de consolidación de la literatura mexicana.

Dicha revista fue editada por el departamento de divulgación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), dirigida por Marco Antonio Millán, entre 1942 y 1960. En ella se publicaron los propios cuentos y poemas de Hernández, en los que supo distinguir una clara conciencia de la época y un espíritu crítico mordaz.

Como autor se caracterizó por ser fiel a un mundo creativo, incursionó en varios géneros: cuento, novela, poesía, teatro y crítica. Su obra más conocida, “Tachas”, se publicó en 1928 y fue considerada una de las narraciones cortas de mayores alcances en México.

Aunque su obra fue publicada en tiempo y forma, fue poco entendida y distribuida.

Sobre la obra de Efrén Hernández, el destacado escritor Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura de 1990, dijo que se era “original”, porque “descendía a los orígenes de las cosas”.

Mientras que el crítico Emmanuel Carballo lo situó al lado de autores como Julio Torri, Juan José Arreola, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, y Alí Chumacero lo describió como un escritor dueño de una inteligencia insinuante que se encubría con la ingenuidad premeditada de quien ignora el entusiasmo del optimismo.

Hernández, quien falleció el 28 de enero de 1958, dejó como legado varios títulos, entre ellos: “El señor de palo”, “Entre apagados muros”, “La paloma, el sótano y la torre”, “Cerrazón sobre Nicómaco, ¿cuento largo; novela corta?”, “Entre apagados muros” y “Horas de horas”.

Efrén Hernández, el escritor recuperado

Juan Rulfo y Rosario Castellanos, dos literatos que fueron impulsados en el mundo de las letras por el autor de Tachas.

Dos volúmenes editados por Fondo de Cultura Económica dan cuenta de la genialidad del escritor guanajuatense.

Impulsor de escritores tan importantes como Juan Rulfo y Rosario Castellanos, su propia obra pasó hasta hace unos años desapercibida. Se trata de Efrén Hernández. Este 1 de septiembre se cumplen 109 años de su  natalicio, ocurrido en León, Guanajuato, y falleció en la pobreza en la Ciudad de México el 28 de enero de 1958 en su casa de Tacubaya. Aunque abordó el cuento, la poesía, la novela, el teatro y realizó un guión cinematográfico para una película de Cantinflas, es poco conocido más allá de los círculos literarios.

Durante años vivió en una vecindad de avenida Hidalgo, lo que hoy es el Hotel de Cortés, y que fuera la primera hospedería de México, fundada en 1780. 

Entre las anécdotas que se cuentan de Hernández, está la de que un día se le ocurrió poner una librería enfrente de la Preparatoria Justo Sierra, pero prefería leer que atender a los clientes, a los que además criticaba por sus gustos literarios.

Alejandro Toledo, ensayista, periodista y crítico literario, se ha convertido en el paladín de este autor al rescatar sus obras y compilarlas en el segundo tomo que editó el Fondo de Cultura Económica.

Marco Antonio Millán (1913-1999), editor de la Revista América, de la que Efrén Hernández fue subdirector, también fue amigo del escritor Alejandro Toledo, por lo que éste escuchó de primera mano relatos acerca de la vida de Hernández y de allá nació su interés por su obra.

“De escuchar a Millán hablar sobre Hernández, o recitar su poesía, me surgió la inquietud por leerlo, y lo que me interesó fue ese modo tan dúctil de manejar la prosa, esa total libertad en la escritura que es fruto de un conocimiento profundo de nuestra lengua”.

Cabe señalar que Alejandro Toledo, junto con Daniel González Dueñas, es autor del libro La invención de sí mismo. Memorias del editor de la revista América, editado por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta.

La Revista América tuvo una gran importancia en su tiempo, de ella surgieron figuras de las letras tan destacadas como José Gorostiza, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Dolores Castro, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Emilio Carballido, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Sergio Magaña, el mismo Efrén Hernández y Juan Rulfo, quienes encontraron allá el espacio para sus escritos.

En 1928, Efrén Hernández, escribió el cuento Tachas, uno de los más conocidos y que le otorgó el mismo sobrenombre.

Alí Chumacero, en el libro Obras Completas, de Efrén Hernández, colección Letras Mexicanas, primera edición, 1965, señala que Efrén Hernández, guarda sitio aparte entre los escritores de su generación. Destaca que mientras sus contemporáneos buscaban imitar el estilo francés, Hernández se mantenía fiel a la tradición castellana de las figuras del Siglo de Oro, dando seguimiento a escritores como Micros (Ángel del Campo, 1868-1908), "que descubren en la pequeñez de la vida cotidiana, el temblor de la existencia".

Aparte de Tachas (1928), sus obras más conocidas son: El señor de palo (1932), Cerrazón sobre Nicómaco (1946); La paloma, el sótano y la torre (1949). En 1956 editó una recopilación de sus cuentos titulada: Sus mejores cuentos. Compuso también los poemarios Horas de horas (1936) y Entre apagados muros (1943).

Afortunadamente su estado natal le confiere el reconocimiento que merece, y en 2012, se celebró la XXI edición del Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández, categoría dentro de los Premios Nacionales de Literatura Guanajuato,  que organiza el Instituto Estatal de la Cultura,  resultando ganador Luis Felipe Pérez Sánchez, oriundo de la ciudad de Irapuato, por su obra Señas de Identidad.

En esa ocasión el jurado estuvo conformado por Nadia Villafuerte, Alberto Chimal y Orlando Ortiz, quienes coincidieron en señalar que se otorgó el premio a Pérez Sánchez, por su fuerza expresiva y manejo de los ambientes.

Obras Completas de Efrén Hernández

En 1965 el Fondo de Cultura Económica editó un primer volumen con obras de Efrén Hernández, labor  que realizaron Alí Chumacero y Luis Mario Schneider, en el que quedaron agrupados sus trabajos narrativos y la poesía, donde sorprendieron el relato “Animalita”  y la novela corta “Autos”, que fueron descubiertos al revisar los papeles del escritor.

El segundo volumen, que salió a la luz hasta 2012, compilación de Alejandro Toledo; se dividió en dos secciones: teatro y prosa crítica.

Alejandro Toledo, en el prólogo de este segundo libro, destaca: “lo que los archivos muestran, entre otras cosas, es que si su salud física menguó, su impulso creativo miró siempre hacia muy adelante. Se diría que hasta las últimas horas estaba su cabeza llena de proyectos”.

Para la familia de Efrén, a la muerte de éste siguió un periodo lleno de tribulaciones. Si alguna herencia dejó, fue su pobreza.

Por todo esto, el armado de la obra en 1965 no fue completo, y 40 años más tarde hubo que enfrentarse a un rompecabezas de difícil definición, con unos papeles amarillentos que tenían, muchos de ellos, el tiempo contado. 

Fue necesario, además, hacer un rastreo en diarios, suplementos culturales y revistas para saber cuáles de los originales mecanográficos habían visto la luz, ya fuera antes o después de 1958, año de la muerte de Efrén Hernández.

En el mismo prólogo del segundo volumen de la Obra de Efrén Hernández,  Alejandro Toledo narra una visita que hizo Andrés Henestrosa, encargado del departamento de literatura del INBA, al escritor, ocho días antes de morir, en un momento en que parecía fuera de peligro después de unas semanas de gravedad.

“Platicaba con algunos amigos cuando llegamos a su casa Elvira Gascón y yo. La gran artista española le llevó un ramo de flores, cortado en su propio jardín, húmedas de lluvia. Efrén tomó el ramo, midió el alcance de aquel gesto, dijo algunas palabras de gratitud y puso las flores en un vaso. Tenla la barba crecida, los cabellos en desorden, pero no podía ocultar el pudor que padecía de que una dama lo encontrara en aquellas circunstancias.” 

Elvira Gascón y Henestrosa salieron de la casa de Tacubaya convencidos de que Efrén estaba a salvo. “Pero aquel alivio era sólo aparente. La muerte cuando quiere descarga el golpe definitivo, parece que gusta que su víctima se confíe, se descuide, arrime las armas. Y he aquí que cuando esperábamos verlo levantado, vuelto a sus libros y al menester de las letras, nos llega la noticia de su muerte.

“Se fue Efrén Hernández cuando buscaba anhelosamente un poco de reposo y de sosiego para dar cima a unos libros que tenía en el telar.”

Uno de los últimos textos que leyó Hernández en voz alta a Dolores Castro y otros asiduos, pertenecía a una obra de teatro sobre un rey que tenía graves sueños premonitorios y que era como el anuncio de la muerte del propio Efrén.  Sigue Dolores Castro: “estaba muy mal, eran muy pobres. Efrén siempre fue pobre. Murió porque no le funcionaban los riñones. Fue una enfermedad como de un mes”.

La primera sección del segundo volumen,  abre con un libreto fílmico escrito o concebido a ocho manos por Dolores Castro, Rosario Castellanos, Marco Antonio Millán y Efrén Hernández: “Dicha y desdichas de Nicócles Méndez: tragiburledia cinematográfica”.

Al parecer fue un encargo de Andrés Serra Rojas, que dirigía el Banco Cinematográfico, quien propuso a Efrén trabajar un guión para el comediante Mario Moreno Cantinflas, señala Alejandro Toledo.

También se presenta una obra de teatro escrita para la actriz María Douglas que no pudo escenificarse. Pese a sus empeños, estas tentativas “fílmica y dramaturgia” constituyen dos caminos que no prosperaron en vida del autor, aunque una vez aparecidos en la letra impresa tendrán aún la posibilidad de realizarse, sea en el teatro o la pantalla, o simplemente a través de la lectura. 


“Casi sin rozar el mundo”, es el título que Efrén Hernández otorgó a esa pieza teatral, aunque el nombre original era “Una ilusión llamada existencia” (o Esta ilusión que es nuestra existencia), que remitía de algún modo a Un tranvía llamado deseo (1947), de Tennessee Williams.

Cierra el tomo con unos últimos apuntes ensayísticos y narrativos pertenecientes a proyectos inconclusos; y un necesario dossier que resume la histórica crítica de la obra, desde aquel epilogo temprano de Salvador Novo al relato “Tachas” (1928) hasta los textos de Villaurrutia, Paz, Rosario Castellanos o José de la Colina, entre otros.

Se incluyen también las evocaciones de Marco Antonio Millán y Valentina Hernández; o los distintos prólogos que han acompañado compilaciones o antologías, como el de Alí Chumacero para las Obras de 1965 o uno de Ana García Bergua para una antología universitaria del año 2002.

*Extractos del prólogo del Volumen 2 de las Obras Completas de Efrén Hernández, Fondo de Cultura Económica. Por Alejandro Toledo.


http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/908533.1904-nace-efren-hernandez-el-cuentista-mas-extrano-del-siglo-xx.html

http://www.conaculta.gob.mx/detalle-nota/?id=28993#.VL2Pp9KG9mM

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