viernes, 7 de abril de 2017

Caacrinolaas

Killian, recuperó poco a poco la consciencia. Frente a él, estaba una escena dantesca de sangre y carne. Las venas de su cuerpo latían con violencia y los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos como si fueran tambores.

Todo a su alrededor era confuso, y rodeado de una oscuridad maligna. Tambaleándose, sin saber cómo, se dirigió a la puerta. Una puerta añeja y pesada de madera. Cuando jalo una de las hojas, esta crujió como si se tratara de reclamarle su presencia en el recinto.

Una vez que tomo la calle. Esta, estaba desierta, y cubierta por una densa neblina.  No había dejado de acelerar el paso al igual que los latidos de su corazón. Le parecía que en cualquier momento le abandonaría y saldría por la boca. Había dejado aquella casa sin mirar atrás, deseando no haber estado nunca allí.

Empezó a plantearse, ¿qué clase de persona era? ¿Dónde está el límite del bien y del mal?

De pronto se detuvo. Sus manos seguían temblando, las miró asustado, como si fueran objetos diferentes a su cuerpo. Como si tuvieran vida propia y no fueran parte de él. Ellas eran las culpables de todo lo sucedido.

Una lágrima rodo por su mejilla, sus rodillas ya no soportaron más el peso de la culpa. Allí, entre medio de la neblina, postro su voluntad, desesperado gritó como si aquello pudiera hacer que desapareciera de golpe todo lo ocurrido. Pero no lloraba por remordimiento, sino por no poder asimilar ese nuevo sentimiento que albergaba dentro de él.

Tomo aire y recuperó la compostura, levanto la vista hacía el horizonte y continuó su camino.

Recordó el dolor que ese engendro había causado por largo tiempo. El vacío que por largo tiempo había llenado su sentido su existencia, desde el suicidio de su hijo. Entonces entendió que, cualquiera en su situación hubiera hecho lo mismo.

Tenía la certeza que, de poder volver atrás, volvería a castigar a ese demonio de la misma manera. No, no era culpable de nada. Solo había hecho su trabajo. Había derramado la sangre de Caacrinolaas por la salvación de su pueblo.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios… Enajenación, locura pasajera… o quizá solo alivio. No, solo justicia.


Lunaoscura

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