miércoles, 14 de enero de 2015

Tsinakantli

En esa noche sombría, oscura y siniestra, oculto entre las sombras, un ser acechaba. Paciente, esperaba a su próxima víctima.






Observó a la distancia que, se acercaban tres jóvenes que probablemente salían del bar de la esquina. Sus risas y voces lo envolvieron. El olor de la sangre de cada uno de ellos despedía, inundaron sus fosas nasales, aumentando su apetito a tal punto que rozaba la locura extrema.

A unos cuantos metros antes de llegar al callejón, una silueta salio al encuentro de los hombres. No podían distinguir claramente las facciones, pero se trataba de una mujer vestida con pantalones y chamarra negra y cabellos largos.

Por los efectos del alcohol, ellos bromeaban, desafiándose a ver quién la convencía de acompañarlo por esa noche. Seguían avanzando, la mujer se mantenía con las piernas separadas en una posición sugestiva y retadora.

Finalmente, llegaron en donde estaba esa extraña, los jóvenes la rodearon, diciéndole frases picantes. Ella no parecía inmutarse.

Uno de ellos, la invito a pasar una noche con alguno de ellos, otro le dijo que escogiera quien de ellos. El tercero, guardo silencio, había algo en esa mujer que lo hacía estremecer.

Después de unos minutos, la mujer avanzo entre los chicos que, seguían dando vueltas a su alrededor, extendió el brazo apoyándolo en el hombro de Julián. El chico estaba mudo y su rostro estaba lívido. Entre la algarabía de sus amigos, la mujer sujeto a Julián, quedo frente de ella, una criatura de la noche...

Al ver, semejante escena, los amigos de Julián se despidieron. 

Cualquier sonido que, pretendiera salir de la garganta de Julián, fue silenciado por la mano de Damona. Ahora tenía el cuerpo del joven aprisionando contra el suyo, con un brazo rodeándole la cintura y una mano sobre su boca.

En sus oídos, retumbaba el eco de los fuertes latidos del corazón de Julián que bombeaba a gran velocidad. El cuerpo de Julián, temblaba entre los brazos de ella, repentinamente abandono cualquier idea de alejarse. En cuanto sus ojos se clavaron en los de ella, quedó totalmente hipnotizado y a su merced.

Ésa era una de las grandes ventajas de ser una vampira, podía cautivar a cualquier mortal con sólo una de sus penetrantes y miradas color obsidiana.

Los ojos de Damona, brillaban intensamente, reflejando la luz de la luna que bañaba a la noche. Una sonrisa cubrió su rostro de rasgos duros y a la vez, bellos. Era un espécimen muy atractivo y hermoso entre los suyos, con su larga melena negra y su cuerpo escultural, nunca había tenido problemas para atraer a sus víctimas.

Ahora que tenía a Julián, bajo su hechizo, lo llevó al otro callejón, donde sabía que tendrían privacidad.

Lentamente, lo apoyo contra la fría y maltrecha pared. Se separó lo justo para poder observarlo, como era debido, aún no había estudiado minuciosamente la mercancía y sentía curiosidad.

Con lujuria en su mirada, recorrió el cuerpo de Julián que a su vez miraba atentamente y esperando. La espera no iba a ser muy larga, eso era seguro.

El chico,  no tenía más de veinte años, llevaba puesto un jeans de esos que se ajustan al cuerpo y dejan a la vista la masculinidad. Su pecho estaba cubierto con una camiseta que dibujaba su dorso perfecto. Lo que más le gustó, eran sus largas piernas, lo suficientemente fuertes como para poder embestir correctamente cuando la tomara.

Inconscientemente se relamió los labios, anticipando la gloria que vendría después, cuando finalmente lo probase y se fundiera con él. Realmente había cazado una excelente pieza.

Ante la mirada complaciente de Julián, Damona, se acercó con paso decidido, acortando los escasos metros que los separaban. Ahora, el cuerpo de Julián la cubría. Sus labios atraparon los de ella, fundiéndose en un hambriento y urgente beso. Su lengua intentó abrirse paso en la boca femenina, la cual no tardó en corresponderle y darle la bienvenida. Ahora ambas lenguas chocaron una con la otra, acariciándose y fundiéndose como si fueran una sola.

Un gemido de placer retumbó, mientras Damona, se arqueaba sensualmente, derritiéndose con aquel beso tan apasionado e intenso. Su cuerpo ansiaba más, por eso se presionaba contra él, intentando que todo su ser tocara al hombre.

Una de las manos de ella, se poso en la nuca de Julián, sus finos y largos dedos se introdujeron en la cabellera masculina, entrelazando y jugando con sus espesos mechones. La otra mano vagó perezosamente hasta la altura de su trasero. Su palma aferró una de sus duras nalgas y apretó sobre ella, marcándolo con su caricia y presionando más hacia ella.

Julián, no perdió el tiempo, mientras su boca seguía devorando a Damona, una de sus manos atrapó uno de sus senos y jugó con él. En tanto su otra mano, alcanzó uno de sus muslos y la incitó a subirlo. En pocos segundos, las piernas de ella rodeaban la cadera de Julián.

El fuerte aroma lleno el ambiente, provocando una reacción primitiva en la vampira. Sin poderlo evitarlo, sus largos y puntiagudos colmillos salieron de sus encías para mostrarse en toda su plenitud. Estaba más que preparada para darse un festín.

Pero todavía era pronto, aún tenía que saborear y degustar mejor a su víctima. Separó su boca rompiendo el beso y comenzó a lamer con su experta lengua la barbilla del chico. Su recorrido descendía lentamente, bajando por el cuello de Julián.

Siguió jugando con su lengua, saboreando, probando y lamiendo cada centímetro expuesto. Finalmente, alcanzó un endurecido pezón y lo mordisqueó.

La virilidad, palpitante de Julián reclamaba atención y pidiendo a gritos salir de su prisión. Ella en respuesta, arqueó la espalda hacía atrás, levantando más su pecho para que él pudiera tener mejor acceso.

Mientras ella continuaba acariciando, Julián daba largas caricias a uno de sus muslos, mientras que con la otra mano despojaba de la ropa a Damona.

Con una sonrisa victoriosa, volvió a bajar la cabeza para atrapar entre sus dientes el excitado pezón para seguir con la tortura. La agitada respiración Julián, retumbaba en la calle, junto con sus gemidos y jadeos.

Tenía que silenciarlo, antes de que los delatara. Liberó el sabroso brote rosado y volvió a besarlo con más intensidad que antes, con más urgencia y lujuria.

Los gemidos de placer de la mujer hacían eco dentro de la boca del él, por eso se negó a romper el beso.

Cada vez bombeaba con más fuerza la sangre del hombre, llamándole, recordándole el sabroso sabor metálico que tenía para su disfrute. Ya casi era la hora...

Con un sólo movimiento, bajó la cremallera de la bragueta y con otro movimiento igual de preciso, empujó el eje viril y hasta el fondo. Julián, comenzó a embestir una y otra vez. El placer era inmenso, la sensación era comparada al éxtasis que se sentía cuando cumplía con su máximo deseo.

Cuando estaba a punto de alcanzar aquél maravilloso lugar donde todo el mundo quería ir y nunca volver, se acercó a su cuello y lo mordió.

Los afilados colmillos perforaron profundamente la piel de Julián, produciendo unos pequeños orificios por donde comenzaban a salir la deliciosa sangre humana.

Damona, tragó con ansías y avidez. Dejó que el espeso líquido rojo se derramase por su garganta, calmando su sed y apaciguando el dolor de sus entrañas.

En ese momento, Julián llegó al clímax, sintió los incisivos hundiéndose en su cuello, no sintió dolor alguno, simplemente notó una sensación electrizante que lo hizo gozar de tal manera que aceleró la llegada de su delicioso orgasmo.

Ella, siguió dándole largos tirones a su vena, mientras su garganta tragaba sin pausa. Lamió las pequeñas heridas producidas por su mordedura para que cicatrizaran y se separó de él. Estaba un poco débil debido a la pequeña pérdida de sangre, las piernas aún le temblaban con los repiques de los espasmos.

Al terminar, Damona, acomodó su larga melena con la mano, ayudo a Julián a regresar al Bar y se largó de allí sin mirar atrás.

Ya había cumplido con su cometido, había saciado ambas necesidades y ahora tocaba regresar a su vida cotidiana.

Mañana, sería otro día.


Lunaoscura



Nota: Tsinakantli, vampiro en náhuatl.

No hay comentarios:

Publicar un comentario