lunes, 18 de septiembre de 2017

¿Qué tan viejo es el otoño?

Elena, leía un libro y bebía una copa de vino blanco, una voz la interrumpió. Era un hombre que articulaba palabras incomprensibles para ella, después de unos segundos.

- Disculpe, no entiendo lo que me dice.
- ¿Debe de ser un buen libro?
- No sé, necesito terminarlo.
- Lo siento,
- Deje de disculparse, solo déjeme leer.
- Lo siento, tuve un pésimo día
- ¿Qué tan mal? No creo que peor que el mío.
- Me acaban de despedir del empleo.
- Lo siento, en verdad que fue peor que el mío.
- ¿Le puedo invitar una copa?
- ¡No! ¡cómo cree! Ni lo conozco.
- Por eso, vamos, acepte. Mi nombre es Leonardo.

Diciendo esto, Leonardo se sentó en la mesa contigua a la de ella, e iniciaron una plática como si se tratara de un par de viejos amigos. Después de un buen rato, Elena vio su reloj y pidió la cuenta.

- Disculpe, me tengo que ir. Fue un placer platicar con usted. Deseo que su situación se mejore.

Estaba a punto de levantarse para dirigirse a la caja, cuando Leonardo, le pregunto.

- ¿A dónde vas, si puedes decirme?
- Tomó una clase de literatura en la universidad.
- ¿Te puedo acompañar?, y no te preocupes, tengo libre el resto de la tarde.
- Ella sonrió – Esta bien vamos, tal vez aprendas algo.

Ambos salieron del establecimiento y se dirigieron al metro, el trayecto no su muy largo, pero si muy ameno. Después de una hora de clases, caminaron sin rumbo por los corredores de la universidad, hasta que Leonardo, le invito un café.

Fueron a una pequeña cafetería, ahí siguieron conversando, Elena se sentía libre en expresar su forma de ver la vida y eso le agradaba bastante. En tanto Leonardo, disfrutaba de la espontaneidad de ella.

Se había hecho tarde y Elena tenía que ir a su casa, Leonardo la acompaño a tomar un taxi, le pidió su número telefónico y una cita.

Pasaron varios días sin que Elena recibiera la llamada, así que continuo con su rutina, a fin de cuentas, la vida sigue y cada uno tenía sus compromisos y sus familias, solo se había tratado de una eventualidad muy agradable y nada más.

Sorpresivamente, una noche recibió la llamada de Leonardo, explicándole que había salido de la ciudad, para hacer algunas entrevistas de trabajo, por eso el motivo de su silencio, pero que la quería invitar a salir. Ella lo agradeció enormemente, no podía negarlo, le daba mucho gusto volver a saber de él, y por supuesto que aceptó la invitación.

La cita transcurrió de lo más divertido, fueron a cenar y a bailar, se divertían como un par de jovenzuelos. Leonardo, se ofreció a llevarla a su casa. Ella, dudo por unos momentos, y lo miro fijamente a los ojos.

- ¿Por qué haces esto?
- Somos adultos, ¿o no?
- Sí, pero te estas dejando llevar por las circunstancias. No sabemos nada del uno y del otro, además…
- Él la interrumpo - Es porque soy viejo verdad.
- No, eres un hombre mayor que yo, pero eso no tiene nada que ver, lo que pasa es que esto terminará en algún momento, y me pedirás tiempo, tu espacio y eso dolerá y no quiero sufrir.
- Por qué te anticipas a lo que no ha ocurrido. Merecemos disfrutar, no crees. Cuando llegue el mañana, veremos.

Leonardo, guardo silencio, en tanto a Elena se le derrumbaba las murallas y el miedo.

- Creo que me siento más cómoda en la decepción, me asusta que tú quieras arrebatarme mi estatuto quo… Me tengo que ir. – dio media vuelta para salir casi corriendo.
- Leonardo, la tomó del brazo y la detuvo – ¡Vamos!, ¿qué podemos perder o sentir que ya no hayamos pasado?

Elena mantenía la cabeza gacha y así estuvo por varios minutos, hasta que por fin hablo.

- Dime, ¿cómo va a funcionar esto?
- No tengo la menor idea, solo sé que el otoño nunca es tan viejo como para dejar de vivir.


Lunaoscura

No hay comentarios:

Publicar un comentario