martes, 6 de marzo de 2018

Todas en una


Me he dado cuenta de que, para conocerme, tengo que mirar hacia fuera. Mirar a mis hermanas, a las otras, a las mujeres, al fin y al cabo, todas, de un modo u otro, tenemos la misma historia que contar.

No importa si se trata de emprendedoras y exitosas, de obreras afanosas, de jóvenes o viejas o de bellas o feas. Todas compartimos ilusiones, triunfos y penas, todas, buscamos ser parte de algo, trascender más allá de nosotras… siempre detrás de la felicidad.

Algunas, extravían el camino, otras permanecen estáticas ante el devenir, unas más, se aventuran entre tropiezos y caídas. Pero todas, en pie de lucha diaria para encontrar un lugar en la vida que, nos haga sentir que valió la pena este existir.

No hay diferencia esencial, entre unas y las otras, lo mismo siente, sufre y vive la profesional que la humilde campesina.

Todas sujetas al vaivén lunar, todas, tenemos un ciclón vital y todas nos marchitamos terminado el mismo.

¿Quién, soy para juzgar?

Si aviento la piedra, me puedo descalabrar.

Por eso creo que, antes de calificar de buena o mala a una mujer, tengo que verme en el espejo. En mí yacen la inocente y angelical doncella, la enérgica, sensual y decidida mujer plena, pero también, latente esta, la sabía, desenfadada y cansada anciana.

El reconocerme en las otras, es saber que todas somos una.

Lunaoscura

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