martes, 8 de marzo de 2016

Éfeso

Nació en el seno de una familia obrera, apenas había abierto los ojos, cuando sus amos lo regalaron a una familia vecina. Creció rodeado de las risas y mimos de los pequeños, pero las penurias por la situación económica de la familia que, fueron de mal en peor, afectaba al pequeño cachorro, aun cuando los niños hacían lo posible por alimentarlo, pero no era suficiente. En una ocasión, la puerta de la calle estaba abierta, Éfeso se dio a la aventura.


Cuando, los niños se dieron cuenta de su desaparición salieron a buscarlos, recorrieron las calles gritando su nombre, se asomaban debajo de los carros y en los zaguanes, sin poder encontrarlo. Ese día cuando el padre llegó, la casa estaba en completo silencio y solo tres chiquillos arrinconados con caras llorosas lo recibieron.

Aproximadamente, a las diez de la noche, en la puerta de la humilde vivienda se escucharon golpes, ladridos y arañazo, era Éfeso, había vuelto, los niños salieron a recibirlo; tanto el animalito como los niños estaban felices.

De momento, todos guardaron silencio, la mamá estaba en la puerta con “cara de pocos amigos”, los chicos suplicaban que no le fuera a pegar. La señora, empezó una reprimenda, amenazándolo que a la otra ocasión, no se le abriría la puerta. El animalito como si entendiera las palabras, mantenía la cabeza gacha y la mirada en el piso, después, con la misma alegría que los chicos, la madre le dio unas palmadas en la cabeza diciendo – ¡todos a dormir!

Sus escapadas se fueron haciendo frecuentes. Un domingo por la mañana, entró corriendo, en el hocico llevaba un pollo muerto, que entregó a la madre, está lo tomó, mientras el perrito le ladraba. La mujer, se asomó a la calle para ver si alguien había seguido al perrito ladrón, nadie reclamó el hurto, y la madre preparó con el botín, la comida de ese día.

Esa situación, se repitió en otras ocasiones, Éfeso llevaba a su familia algo para comer, hasta que una ocasión, llegó con una herida en la pierna, producto de un carnicero.

En el ínter de la convalecencia de Éfeso, a la familia le regalaron un gallo. El perro y el gallo compartían la comida y el lugar para dormir, se hicieron verdaderos amigos.

Cuando, estuvo completamente sano, siguió con las andas, pero ahora ya no salía solo, en el lomo llevaba a su plumífero amigo.

Éfeso y su amigo eran populares de la colonia, andaban por todas partes, cuando el perrito tenía algún enfrentamiento con otro perro, el gallo también entraba en la pelea, no más de una ocasión, ambos llegaron lesionados.

Un día Éfeso no se levantó, tenía convulsiones, lo llevaron al veterinario. Esté, les informo que tenía parvo virus, no había nada que hacer, lo mejor era sacrificarlo, con todo el dolor que eso implicaba, fue sacrificado y enterrado en el patio de la casa, a los tres días el gallo, su amigo, lo acompaño.


Lunaoscura

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