sábado, 28 de febrero de 2015

Lucina

Altiva y arrogante era Lucina, iba por la vida exigiendo lo mejor, incapaz de una palabra amable para quien consideraba inferior.

Frecuentaba los mejores lugares de la ciudad, se codeaba con la alta sociedad, muchos de los cuales la consideraban toda una dama. No obstante, vivía vigilando la vida de los demás.


Defensora incansable de las buenas costumbres y la moralidad, era un verdugo atroz, no se tocaba el corazón para destrozar a los infractores.

Dentro de toda esa escenografía de sofisticación y rectitud, era una mujer sola y resentida que nunca se recupero de una traición.

Se había casado a los veinticinco años con un joven ingeniero de la mejor familia de su provincia, era una pareja idílica de revista de sociales.

Con el respaldo de amabas familias, se trasladaron a vivir a la gran ciudad, en donde fueron apoyados por las amistades de sus padres.  En unos cuantos días a su llegada, su marido ya tenía trabajo estable y bien remunerado, ella fue aceptada en un exclusivo círculo social.

Su vida era un cuento de hadas, casa hermosa, servidumbre, un marido guapo e inteligente y ella toda una señora.

Después de un tiempo, se embarazo y procreo un hermoso varón. El primogénito de la familia, su marido estaba feliz y ella más.

Pasaron los años y nunca más se pudo volver embarazar, preocupado su esposo y ella consultaron a los mejores especialistas pero todo fue en vano.

Se consolaba con saber que, por lo menos pudo tener a su hijo, así las cosas, después de algunos años, su marido empezó a cambiar.

En un principio ni cuenta se dio, estaba dedicada en cuerpo y alma a su hijo y a sus múltiples compromisos sociales.

Hasta que callo en cuenta que, su marido no la llevaba a los viajes ni a las reuniones sociales que se realizaban por motivo de su trabajo.

En algún momento, le pregunto a su esposo, el motivo de tal distanciamiento. Él le respondió que tenía que estar pendiente de su hijo, lo cual le pareció un gesto hermoso para su hijo y para su labor de madre.

Pero no faltaron las buenas samaritanas que, le pusieron al tanto de las andanzas de su marido. Le informaron que era todo un casanova que, se hacia acompañar a las reuniones por cuanta chica joven se encontraba.

Ella se negaba a dar crédito a semejantes intrigas, todo eso, era producto de vil envidia pero la duda se había depositado en su alma.

Martirizada con un montón de ideas y lacerada por los celos, decidió vigilar a su esposo, para ellos pidió consejo a sus mejores amigas, las cuales de inmediato la contactaron con un investigador.

Éste realizo su trabajo a la perfección, proporcionándole nombres, lugares, fotografías y hasta fechas.

Resulta que, el padre ejemplar y excelente marido, tenía un departamento de soltero, donde hacia reuniones con sus amigos, muchos de los cuales eran los esposos de sus amigas. Al enterase de esto, considero prudente hacerlo saber a sus amigas, no era correcto que a unas damas de su alcurnia fueran el “hazme reír” de cualquiera.

En efecto, les informo pero menuda sorpresa se llevo, ellas lo sabían, le aconsejaron que no hiciera escándalo que sería “mal vista”, además de correr el riesgo depender todo.

Por un tiempo mantuvo en silencio, su marido intuyo que ya sabía, su dulce mujercita se había transformado en una mujer silenciosa y de mal humor constante.

Ambos callaron por conveniencia pero en el corazón de Lucina, se acrecentaba el resentimiento y la amargura.

Cualquier situación, relacionada con la infidelidad, la ponía verdaderamente mal, sobre reaccionaba y era mordaz con sus comentarios.

Una noche llamaron a su casa, era la policía para informarle que su marido había sufrido un accidente. Inmediatamente, se dirigió al hospital.

Ahí le informaron que su estado era delicado pero que su acompañante, afortunadamente, sólo había sufrido una fractura. Ella oculto su sorpresa y disgusto, esperando que su esposo se recuperara y con la experiencia vivida, modificara su conducta.

El caso es que, su esposo no se recupero, murió unos días después, ella tuvo que mantener las apariencias, pidiéndole al director del hospital que se dijera que venía acompañado por una desconocida.

Después del luto reglamentario, continúo con su vida social pero volvió la mujer más temida por su sociedad.

Sólo ella, en la soledad de su casa da rienda suelta a su desilusión, el cuento de hadas que soñó, se convirtió en una profunda decepción que le amargo la existencia.



Lunaoscura

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