martes, 19 de junio de 2018

Divorcio

¿Dónde estoy? ¿Qué hago yo aquí? Estas fueron las primeras preguntas que me hice cuando de repente me “desperté” de pie en lo que parecía un corredor amplio y rodeado de puertas. 

Estupefacto di unos cuantos pasos, cuando de repente, un sujeto saca la cabeza detrás de una de las puertas, dice algunas palabras ininteligibles y con la mano me indica que me acerqué. 

Cuando me tuvo frente, me recrimina. 

- ¿Dónde estaba? No ve que ya comenzamos y usted tiene que desvirtuar las aseveraciones de la contraparte. 

- Desvirtuar, aseveraciones, contraparte, eso qué es, -replique confundido-. 

El hombre no hizo el menor caso a mi desconcierto ni a mis preguntas, se dio la vuelta y entro al recinto y, yo obedientemente, lo seguí. 

Era un pequeño auditorio con unas cuantas butacas, pero en vez de escenario había un estrado, donde un sujeto vestido con una toca negra estaba sentado solemnemente, al lado izquierdo en la parte baja del estrado estaba el sujeto que me había llamado, sentado detrás de una computadora y muchos papeles y frente al estrado dos mesas, una de las cuales se encontraba ocupada por una persona que no lograba reconocer. 

Mi inspección ocular fue abruptamente interrumpida por una voz que me ordenaba que me sentara. Después de unos momentos de titubeo, entendí que tenía que ir a la mesa desocupada. 

El hombre del ordenador comenzó un monólogo, mientras yo me esforzaba por entender que estaba pasando en ese lugar y cómo demonios había terminado ahí; sentí una mirada penetrante que me saco de mi cavilación. 

Gire la cabeza a un lado, ahí estaba con una mirada fulminante, mi sorpresa fue mayúscula, no podía dar crédito de quien era. Sentí un vuelco en el estómago y mi mirada se nubló. 

Cuando recobre la compostura, el hombre del ordenador estaba a mi lado, preguntándome sí me encontraba bien. Con un movimiento de cabeza le confirme que estaba bien, él se alejó y continuo con lo suyo. 

Cerré los ojos, y escuché cuando él decía: “Se le concede la voz al actor”. Acto seguido, escuche esa voz que, siendo tan familiar, hoy era totalmente extraña. 

Ahí estaba, mi otro yo con voz entrecortada, atropellando sus ideas, diciendo una serie de mentiras injustas. 

- Es una persona desconsiderada, egoísta que no tiene el menor interés de mis necesidades. Con un carácter de los diablos y tan difícil de satisfacer, su ansiedad es insufrible, la vida es un infierno señor Juez, por eso y más, exijo el divorcio. 

Su semblante estaba desencajado y rojizo, los ojos inyectados, verdaderamente denotaba una desesperación e impotencia. Me sentía bastante mal al ver en la situación tan deplorable en que estaba, pero también, me sentía herido. 

Después, de unos momentos, el mismo hombre, me concedía la palabra. Pero que decir, siempre pensé que todo estaba bien. Extrañamente, sentí como la temperatura subía por mi cuerpo, el corazón me palpitaba aceleradamente y la rabia me invadió. 

- En un grito ahogado, dije que era una vil mentira lo que se decía de mí. Es cierto, soy una persona ansiosa y difícil, pero jamás, óigase bien, jamás he hecho algo para que lo dañe, es mi principal prioridad en la vida, pero sí así lo quiere, estoy de acuerdo con el divorcio. 

Se hizo un silencio incomodo, el hombre de la computadora nos observaba, en espera de algún argumento más y el hombre de la toca, nos miraba fijamente, con sus manos entrelazadas debajo del mentón. 

Viendo que ambos contrincantes, no argumentaríamos más, el de la toga, informo que dados los autos del expediente en cuenta y las argumentaciones de las partes, procedería a dictar sentencia. 

- Dado que es irreconciliable esta situación por incompatibilidad de caracteres, además que ambos han manifestado su conformidad, declaro disuelto el vínculo que los une, ambos recobran su plena libertad. 

Al pronunciar esas palabras, yo y mi otro yo, no pudimos evitar vernos, sentí un vacío en el estómago y un sabor amargo en la boca. Tantos años, tantas historias compartidas y esas simples palabras terminaban con todo. 

Los hombres, sin más se levantaron y salieron del lugar, nosotros seguimos sentados en completo silencio, hasta que mi ex yo, de súbito y con el rostro contraído salió sin decir nada. 

Titubeé unos segundos. No estaba muy seguro de si quería salir o no. Cerré los ojos, de repente un golpe interrumpió mis emociones. Todo el cuerpo me dolía. Me había golpeado contra el suelo. El dolor era insoportable, pero aun así sonreí. 


Lunaoscura

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