jueves, 21 de junio de 2018

Justicia divina


Eran cerca de las tres de la mañana cuando Hilario llegó a su casa. Trastabillando, se dirigió a la cocina tratando de mantener una conversación tranquila con su zapato que amigablemente lleva en la mano derecha, repentinamente se detuvo, giró la cabeza y aguzó el oído, como tratando de encontrar algo, finalmente, fijo su mirada, directo a la cafetera que estaba sobre el mueble de la cocina.

Decidido se acercó y con semblante solemne le reprocho el motivo de su burla y de esa mirada, la interpelada no dijo nada, Hilario se dio media vuelta y continuo su charla.

De repente, se arrojó sobre la cafetera y de un solo movimiento la desconecto, con una expresión criminal en su rostro, la despojó de su tapa y bebió el contenido de sus entrañas, pero aún no terminaba de consumar su crimen, cuando se detuvo.

Giro, dejó el zapato sobre la mesa y con el cuerpo de la víctima en mano, dirigió a donde se hallaba el refrigerador.

Lo miro por unos instantes en silencio, su semblante se fue transformando en una mueca de dolor y culpa, con los ojos humedecidos, balbuceaba: “Dios sabe que intente razonar con ella…” El remordimiento lo hacia su presa.

-       ¡Qué diantres haces Hilario con quién hablas! - La voz se escuchó como un trueno en medio del nocturnal silencio-.

El chico dio un brinco, aturdido se dio vuelta, ahí en la puerta estaba su madre. La espada de Damocles se erguía sobre su cabeza por los crímenes cometidos.

Lunaoscura

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