sábado, 21 de enero de 2017

Noche de suplicio

Claroscuro. José de Ribera Ixion
Me desperté en esta tétrica hondonada de paredes de color carmesí oscuro. No hay luz ni oscuridad, no hace ni frío ni calor. Es como estar en un ataúd, protegido.


Delante de mí hay un grupo de seres harapiento, casi infrahumanos, danzando alrededor de una fogata. Intento acercarme, pero una anciana que, me recuerda a la bruja de blanca nieves, me obstruye el paso.

Mis ojos se posan, sin yo controlarlos, en las pupilas de la vieja, llameantes como las mismísimas flamas de la hoguera. Obviamente me veo a mí, con esos ojos negros… un momento… la imagen se transmuta, empiezo a darme cuenta de lo feo y horrible que soy. Una sensación de pánico irrumpe en mi cuerpo. Yo no era así, pero ese ojo me muestra tal como soy… ¡un monstruo! ¡¡Tan feo y deforme como un monstruo!!

Con esta sensación de angustia, e incapaz de apartar la mirada, intento tapar mis ojos con las manos, pero los brazos no me responden.

Llevo en este odioso lugar varias horas o días, tal vez meses. Por cada segundo que permanezco en este estado descubro nuevas imperfecciones que me hacen sentirme peor aún.

Un día de un rincón oscuro se asoma un… monstruo, animal, no sé… ¡es un demonio! Me señala con su tridente y se ríe de mí, con una risa tan lúgubre que se me hiela lo que antes fue mi corazón.

El demonio me mira profundamente. No sé porque, pero empiezo a llorar, como un niño desamparado. En tanto una voz cavernosa se escucha.

-       Adán, has pecado – Me dice el demonio con sorna – Vas a pagar tu pecadora vida. He sido creado con el extracto de tu pútrida alma, y va a ser tu propia alma la que te va a estar torturando hasta la eternidad.

Al oír, esa sentencia, por primera vez en mi insignificante vida, quise rezar. El horror del suplicio eterno me inundaba de desesperación y miedo.

-       No te va a servir de nada ¡¡JA JA JA JA JA!! – A pesar de estar muy lejos, su fétido aliento me llega a la nariz y al instante vomito del asco.

No puedo soportarlo más. Llevo mil días siendo martirizado por el demonio. Lo sé, porque otra de sus torturas es que siempre tengo un reloj que me informa de cada segundo que estoy aquí.

Cada siete segundos aparece el demonio y me tortura. Algunas veces son torturas tan fuertes que muero sin que termine su tortura, pero al instante vuelvo a aparecer delante del reloj, llorando o suplicado. Pero de nada sirve suplicar, ni gritar, ni llorar… ¡De nada sirve rezar!

Hoy el demonio me ha arrancado las uñas. Siete segundos después me ha arrancado el escroto y me ha cortado los testículos. Siete segundos después me ha arrancado la cabellera con un cuchillo oxidado y sin afilar. Ha sido una experiencia insoportable. Tan insoportable que me he desmayado varias veces, pero cada vez que me desmayaba, al segundo siguiente despertaba. He sentido como los pliegues que aún estaban pegados a mi cráneo se despegaban uno a uno, provocándome un dolor espantoso.

No puedo más… desearía desaparecer… me faltan tres segundos de los siete que tengo de descanso para que vuelva a aparecer el demonio. He muerto varias veces desangrado…

Ya han pasado cien años así. Esta vez el demonio ha aparecido y no me ha torturado. Me ha mirado fijamente.

-       ¿Sabes por qué estás aquí?

-       Si… – Ya no recordaba cómo era el sonido de mi voz.

-       ¿Por qué estás aquí?

-       Por pegarle a mi esposa y luego… – Empiezo a llorar.

El demonio mete uno de sus dedos en mi corazón, y empieza a retorcerlo.

-       ¿Y luego qué? – Pregunta, con su fétido aliento que me hace vomitar.

-       Y luego la maté…

-       Así es – Asiente el demonio – Mataste a tu esposa – El demonio saca un aparato que no reconozco.

-    Hasta ahora las torturas han sido de nivel uno. Vamos a pasar a nivel dos. Hay infinitos niveles, cada nivel es cien veces peor que el anterior. Al principio morirás al instante, pero cuando me aburra de esta situación haré que no puedas morir. También te informo de que en nivel dos el dolor que se te aplica es comparable al que tú le causaste a tu esposa.

El demonio acerca su herramienta a mi miembro. Y muero al instante. Cuando despierto, el demonio me sonríe.

-       Por cierto, hemos reducido tu tiempo de descanso a seis segundos.

Es tan infame el dolor que enverga mi alma, suplico piedad, suplico el perdón de aquella mujer que lo único que hizo fue amarme incondicionalmente, me arrepiento de mi vileza, de mi falta de hombría…

Estoy arrepentido como jamás lo estuve… Una voz, me consuela, es una voz tan angelical, es un bálsamo para mi dolor… Abro lo ojos, frente a mi rostro esta Eva, mi esposa y compañera.



Lunaoscura 

No hay comentarios:

Publicar un comentario