Era una noche de verano, la canícula estaba insoportable. Ana yacía dormida sobre su cama. Su dormir era inquieto, quién puede descansar en el infierno. Desconcertada, se incorpora del lecho, tenía una sensación inquietante que le recorría el cuerpo.
La habitación, estaba iluminada
con la luz espectrante de la luna llena que se filtraba por la venta. Recorrió
con la vista la recámara, toda parecía en orden, cuando sus pupilas se
detuvieron en el espejo de su cómoda, observo una figura vaporosa y amorfa que
se refleja.